
En Telchac Pueblo, una tradición centenaria aún resiste el paso del tiempo: la construcción artesanal de albarradas. Este oficio, que mezcla fuerza, técnica y sabiduría ancestral, es hoy en día realizado por muy pocos, como Juan Basto, uno de los últimos artesanos que continúa levantando estos muros de piedra con dedicación y una precisión matemática.
“Es un trabajo que no cualquier persona hace”, comentó Juan, quien ha dedicado más de 30 años de su vida a esta labor que heredó de sus familiares.
Estos muros de piedra, eran utilizadas por los antiguos pobladores para dividir predios y marcar los límites de las propiedades, especialmente en los ranchos.
Aunque en sus orígenes cumplían una función territorial, hoy representan una fuente de ingresos para los pocos que aún conservan este conocimiento.
El proceso de construcción de una albarrada no es sencillo. Requiere de la ayuda de al menos dos o tres personas para levantar las pesadas piedras, que se colocan una sobre otra con gran cuidado. Para asegurar su estabilidad, se utilizan pequeñas rocas llamadas cuñas, que se insertan en los huecos, generando presión y evitando que la estructura se desmorone.
Además de fuerza física, este oficio demanda una notable precisión. La línea recta de la construcción se garantiza con la ayuda de un cordel, que sirve como guía para mantener la uniformidad tanto en la altura como en la dirección del muro.
“Si no se sigue el cordel, la albarrada puede salir chueca y todo el esfuerzo se pierde”, explicó Juan mientras muestra sus herramientas de trabajo.
A pesar de las fajas de seguridad que algunos utilizan para prevenir lesiones, el esfuerzo físico sigue siendo agotador.

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“Es cansado y cuando no se cuida uno, se puede llegar a lastimar. No es fácil, por eso se requiere de ayuda”, afirmó el artesano, al recordar los dolores lumbares que suelen padecer quienes se dedican a esta difícil labor.
Hoy, este oficio artesanal se encuentra en peligro de extinción. La mayoría de los albañiles tradicionales ya son adultos mayores y han dejado la actividad. Sólo unos cuantos, como Juan, continúan con la tradición, enseñada de generación en generación.
“Ya casi no hay quien lo haga. Algunos sí lo hacen, pero sólo para ellos mismos. Para trabajar con clientes se necesita profesionalismo”, manifestó.
La construcción de albarradas no es sólo un oficio, es un legado cultural que forma parte de la identidad de los pueblos mayas de Yucatán. Su preservación depende de que las nuevas generaciones encuentren en esta práctica no sólo un sustento económico, sino también un motivo de orgullo.
Mientras tanto, hombres como Juan Basto seguirán levantando piedra sobre piedra, manteniendo viva una herencia que se resiste a desaparecer entre la modernidad.