El bordado yucateco, una de las expresiones más emblemáticas de la identidad cultural del estado, se encuentra en riesgo, comentó Silvia Terán Contreras, investigadora, antropóloga y promotora cultural. Señaló que, ante esta realidad, varias instituciones trabajan de manera coordinada para salvaguardar este arte tradicional, reconociéndolo no sólo como técnica heredada, también com patrimonio vivo que debe preservarse y transmitirse a las nuevas generaciones.
Colaboradora de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (Sedeculta), Terán Contreras explicó que se ha consolidado un proyecto estratégico junto con la Unesco, con la participación del Instituto Yucateco de Emprendedores (IYEM) y el Icatey, entre otras instancias.
Esta iniciativa ha logrado avances clave, como la declaración oficial del bordado yucateco como Patrimonio Cultural Inmaterial del Estado por parte del Congreso local.
Uno de los logros más relevantes fue la certificación, en diciembre del año pasado, de 200 bordadoras de 24 municipios, entre ellos Valladolid, Chumayel, Kimbilá (Izamal), San José Oriente, Muna, Hoctún, Teabo, Tixcacalcupul, Oxkutzcab, Tekax y Maní. Esta certificación, impulsada por el Icatey, es un paso fundamental hacia la profesionalización del oficio, dotando a las artesanas de reconocimiento formal y nuevas oportunidades de desarrollo económico.
“El bordado está en peligro a pesar de su amplia presencia en Yucatán. Prácticamente, no hay municipio donde no se borde, pero la transmisión generacional del conocimiento está fracturada”, advirtió Terán Contreras.
De acuerdo con un diagnóstico FODA que se realizó durante el proyecto, los principales problemas que enfrentan las bordadoras son la baja remuneración, la competencia desleal del bordado industrial (hecho a máquina) y el uso de técnicas como el sublimado, que desplazan a la artesanía tradicional por su bajo costo.
Terán enfatizó que uno de los mayores retos es el desinterés de las jóvenes en aprender el oficio, al no considerarlo rentable. “Muchas prefieren migrar a Mérida o a la Riviera Maya para trabajar como empleadas domésticas o camareras, donde ganan más que bordando”, explicó.
Ante esto, la profesionalización del oficio aparece como una solución clave. “Si logramos que el bordado se reconozca como una actividad profesional con valor económico, social y cultural, las nuevas generaciones tendrán un incentivo real para retomarlo”, apuntó.
Indicó que con este tipo de estrategias lo que se busca es concientizar a la población sobre la diferencia entre una pieza artesanal auténtica y una elaborada por medios industriales.