CHAMPOTON, Campeche.- Más de siete décadas después, doña Rafaela Rosado Bárcenas mantiene intactas las habilidades que le han permitido regresar cualquier hueso a su lugar en el intrínseco sistema óseo del cuerpo en los miles de pacientes que ha atendido.
A sus 89 años, doña “Rafaila” es la quiropráctica más longeva de Champotón, cuya fama ha trascendido incluso más allá de las fronteras nacionales, y una de las mujeres más queridas en el populoso barrio San Patricio, donde actualmente reside.
Por sus manos han pasado miles de personas a quienes les ha acomodado un hueso, atendido esguinces, e incluso, preparándoles determinadas partes del cuerpo para que soporten esfuerzo físico extremo.
Con el ungüento, sus afiladas manos recorren cualquier parte del cuerpo, resbalan fácilmente, ella aplica la fuerza necesaria y la destreza suficiente para que sus palmas detecten cualquier hueso fuera de lugar.
Pareciera que un sensor se activa cuando sus manos se detienen. Una vez que ha ubicado el hueso fuera de lugar, será cuestión de minutos para regresarlo donde debe estar.
Modestamente, hasta el día de hoy doña “Rafaila” resta mérito a sus habilidades y enorme sapiencia, e insiste en darle todos los créditos a la Virgen de Guadalupe, a la que te atribuye los dones que posee.
Ella nunca ha abierto un libro de anatomía humana, todos los conocimientos que tiene los ha forjado en más de 75 años de empirismo quiropráctico, tarea que le ha dejado muy poco dinero, pero que le ha permitido hacer el bien al prójimo, por mandato divino, afirma.
Pese a su edad, todos los que llegan a solicitar sus servicios en su modesta vivienda de la calle 34-B son bien recibidos, y manifiesta que seguirá haciéndolo hasta que Dios lo permita.
Doña “Rafaila” cuyas manos son garantía de bienestar inmediato, es la mujer que mientras esboza una sonrisa presume que en más de 7 décadas nadie ha regresado para reclamarle un hueso mal acomodado.
En los últimos años, en compañía de sus siete hijos, 20 nietos y dos bisnietos doña “Rafaila” ha recibido numerosos reconocimientos por su singular manera de hacer aportes a la salud de los champotoneros.
Sin embargo, su mejor recompensa es la sonrisa y el agradecimiento de las personas.
(Texto y foto: Alejandro Landeros)