Pedro de la Hoz
Los aficionados de Cuba y otras partes del mundo que asisten a las funciones del 26 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso lamentan no poseer el don de la ubicuidad para abarcar una programación de excelencia que transcurre en diversos escenarios de la ciudad.
En el mismo arranque de la semana hubo que escoger entre un estreno mundial del Ballet Nacional de Cuba y el debut en la isla del Ballet del Teatro Nacional de Praga. De una parte, la obra dedicada a Alicia Alonso por la coreógrafa británica Cathy Marston; de la otra, la posibilidad de indagar por qué en Europa central la compañía checa tiene bien asentados valores, no por su antigüedad, sino por la aplaudida consistencia de las últimas décadas.
La Marston ha desarrollado una intensa labor coreográfica en varias naciones europeas, comenzando por su país de origen, donde han sido ponderadas sus realizaciones para el Royal Ballet, el English National Ballet y el Nothern Ballet. A menudo halla inspiración en textos literarios. Este mismo año puso en escena The Suit, con el Black Ballet en el centro Barbican de Londres, basado en un cuento del escritor sudafricano Can Themba; y Snowblind, para el Ballet de San Francisco, en el que recreó el argumento de un relato de Edith Wharton.
A Cuba viajó el pasado verano con el interés de dedicar una coreografía a su admirada Alicia. En este caso partió del célebre drama shakesperiano La tempestad. De manera particular, puso énfasis en el personaje de Próspero, que para los efectos de la obra es una mujer: Próspera.
En declaraciones a la prensa, la Marston explicó que “escoger esta creación de Shakespeare significa mucho para mí; cuando pensé en ella maduré muy bien las ideas para que sugiriera algo de Cuba y su resistencia, pues la trama se desarrolla en una isla.
Además, puntualizó, “Próspero en la obra de teatro simboliza a un mago hacedor de todo lo que existe en ese sitio rodeado de mar; como un islote colmado de música y baile; entonces me concentré enseguida en Alicia, creadora de una magia alrededor del Ballet Nacional de Cuba y en torno a los bailarines”.
En el estreno, Daniela Gómez hizo el papel de Próspera; Cosme Tablada, el de Ariel; Adrián Sánchez, el de Fernando; Patricia Torres fue Miranda y Daniel Ríttoles, Calibán.
Los checos desembarcaron en la sala Covarrubias con pas de deux de La bella durmiente, La reina de las nieves (de Cascanueces), Don Quijote y Las llamas de París, esta última pieza de Vasili Vainonen con música de Boris Afasiev, muy de moda en los repertorios de corte épico de los antiguos países socialistas.
Pero también exhibieron aires renovadores en las obras Just y Vértigo, de Viktor Konvalinka, un coreógrafo que opta por giros esperados dentro de los movimientos clásicos.
Graduado por la Academia de Artes Interpretativas de Praga, el director artístico Petr Zuska ha dado cohesión y continuidad de estilo al Ballet del Teatro Nacional de Praga. Él formó parte del Ballet de Cámara de Praga (1989-1992) y desde 1994 fue artista invitado de la compañía. Bailó en el propio Ballet del Teatro Nacional (1992-1998) y coreografió para teatros, grupos de danza, la televisión, y la famosa compañía Linterna Mágica, antes de asumir las riendas de la agrupación.