Edgar Rodríguez Cimé
Cuando ya todo parecía perdido en la intención de conseguir un poco más de dinero al pensionarme laboralmente por 22 años en la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta), “llegaron del cielo dos ángeles” que consiguieron lo que parecía ya imposible: pasar de 4,700 a 5,600 pesos mensuales, como monto de la jubilación, lo cual no será una riqueza pero creo, sumándole lo ganado como periodista, alcanzará para “irla pasando”.
El lunes 3 de diciembre me quité del Instituto de Seguridad Social del Estado de Yucatán (ISSTEY), con las indicaciones pertinentes para el día siguiente con el fin de aumentar un poco el dinero destinado a mi pensión: con mi último recibo de nómina regresar a tramitar mi préstamo de 30,000 pesos para cubrir un “adeudo pendiente”, de 28,600, lo cual permitiría ascender la cantidad de la citada jubilación de 4,700 a 5,600.
Una vez pagado el mencionado adeudo, inmediatamente proceden los trámites correspondientes a mi pensión, los cuales una vez concluidos me hacen acreedor de la pensión por la citada cantidad; asimismo, a la entrega de 34,000 pesos, tomados del 8 por ciento de mi sueldo descontado quincenalmente, por concepto de apoyo a la jubilación.
El martes, estando en el trabajo en la Sedeculta, y a punto de ir al ISSTEY para concluir con las indicaciones recibidas, se apersonó la directora de Recursos Humanos para comunicarme que “ya no podía realizar los trámites sugeridos, debido a que acababa de hablar con la directora de ese instituto, quien le aclaró por qué no podría hacerlo: la cantidad era exorbitante”. Por lo cual me dio nuevas instrucciones para ir a hablar con la citada directora para que “me lo explicara”.
De cualquier modo, con la dignidad por delante acudí al ISSTEY para negociar mi pensión, sobre la base de únicamente 18 años laborados. Pero un sentimiento quijotesco me sugirió que no acudiera con la mencionada directora “quien me daría el estoque final”, sino con la amable empleada, Doña Tony, que estaba orientándome para certificar que, en efecto, “estuvo en un error” que me dio falsas esperanzas.
Cuando se lo hice saber a la señora Tony, esta se quedó “sin habla”. Y me volvió a repetir: “por supuesto que es cierto lo que te dije porque está basado en la Ley de los Trabajadores al Servicio del Gobierno del Estado. Y de acuerdo a lo que te dijeron, ya entendí dónde reside la confusión de la directora de Recursos Humanos. Espere un momento que le voy a pasar con mi jefa la contadora del ISSTEY”.
Al atenderme la contadora, coincidiendo con doña Tony, me desglosó la confusión de la funcionaria de la Sedeculta: “piensa que nos referimos al periodo en que gobernó Patricio Patrón, cuando te quitó tu base y te redujo a la condición de ‘trabajador por contrato’, lo cual para ‘crear’ esos derechos laborales sí implica una altísima cantidad de dinero, porque se trata de ‘adquirir derechos laborales’ durante un periodo en que usted estuvo como ‘trabajador por contrato’, sin derechos.
”Mientras, nosotros nos referimos a los años 80, cuando estuvo como trabajador de base en la Casa de las Artesanías del Gobierno del Estado y al quedar desempleado años después solicitó el monto acumulado por concepto de “Apoyo a la Jubilación”, el cual se entrega al jubilarse, pero puede dársele al trabajador antes; sin embargo, la misma ley contempla que el trabajador puede regresar esa cantidad, más los intereses, para recuperar ese periodo a la hora de jubilarse. Enseguida se lo explico a la directora de Recursos Humanos”. Agarró el teléfono y lo hizo.
Cuando terminó de aclararle a la funcionaria de la Sedeculta la situación y colgó, yo estaba a punto de llorar de agradecimiento a los Yuumsilo´ob (dioses mayas), Jesucristo y la Virgen de Guadalupe, por haber comisionado a esos dos ángeles del ISSTEY, doña Tony y la contadora, para “echarme la mano” con tal de conseguir un poco más para llevar a la casa como pensión.
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Colectivo cultural Felipa Poot Tzuc