Por Emiliano Canto Mayén
Con melancolía fluyen los arroyos
entre el gozo profundo de los bosques.
Acaso ocupe un rincón de tu mente
las tardes lluviosas y, solitarias,
del silencio te vuelvan mis palabras
al despertar.
Para ti quisiera ser un jardín,
un remanso donde te recostaras
e idilios mantuvieras con las flores
para y por siempre.
Recordarías seguro mi sonrisa
fugaz y espontánea, esa golondrina
del lenguaje con la cual enuncié
cuando te quiero.
Como dulce espina de mi pasado
te preservaré, si bien lacerante,
dentro las cicatrices encarnadas
de mi existencia.
Tú, aunque nunca abran de nuevo sus pétalos
los jazmines que fueron de nosotros
ni las rosas que juntos cultivamos,
guarda sus raíces.
Que nada se muere jamás del todo,
al amor ni el ocaso lo extingue,
triunfa del odio, sobrevive a la pena,
es como un Dios.
Con melancolía fluyen los arroyos
entre el gozo profundo de los bosques.