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Cultura

Christo sobre las aguas

Pedro de la Hoz

Jristo es un nombre bastante común en Bulgaria. El poeta nacional de ese país europeo se llama Jristo Botev. Para aproximar la fonética original a la del francés, el artista Jristo Javachev, al instalarse en París hacia 1957, luego de una breve estancia en Austria, se convirtió en Christo y echó a un lado el apellido. Basta invocarlo para tener ante nosotros la imagen de un creador provocativo en el campo de las artes visuales, asociado por largos años a su pareja, la también artista Jeanne-Claude Denat de Guillebon, fallecida en 2009, pero que por sí mismo protagoniza sucesos de notable impacto mediático, como el que capitalizó hace poco en la programación del Festival de Cine de Toronto.

A las pantallas de la ciudad canadiense llegó con el documental Walking on water, de Andrey Paounov, testimonio de la realización de la obra Los muelles flotantes, en el lago Iseo, en la Lombardía italiana.

En el verano de 2016, el artista cubrió la superficie lacustre con tres kilómetros de brillantes pasarelas sostenidas por pontones. Cada una de las pasarelas medía 16 metros de ancho, 35 centímetros de alto y estaban recubiertas por telas que variaban de color en correspondencia con la luz y la tonalidad del agua. Se podía acceder a ellas gratuitamente y durante 24 horas. Ante las dudas explicó que la obra “pertenece a todo el mundo y la financié con las ventas de otras producciones mías”. Durante dos semanas, más de 50 000 personas caminaron sobre las aguas

Era la vuelta de Christo a la actualidad artística después de la muerte de su Jeanne. La última obra firmada por la dupla había sido The Gates, una serie de puertas de vinilo colocadas en el Central Park, de Nueva York, en 2005.

De las pasarelas, que le tomaron dos años de trámites burocráticos y producción, este mismo verano de 2018, antes de la exhibición en Toronto, concitó la atención de los habitantes de Londres y sus visitantes con la instalación de una mastaba –construcción pétrea maciza de carácter funerario, usual entre los dignatarios de la civilización egipcia de la Antigüedad– muy singular, armada de 7 506 barriles horizontales que flotan sobre el lago Serpentine en el céntrico Hyde Park.

“Cuando la Galería Serpentine me propuso hacer una exposición y una obra y vi el paraje del parque y el lago, pensé en una mastaba como la que antes ejecuté en el lago Michigan. Para ello he escogido una gama de cinco colores, ni verdes ni amarillos que ya hay suficientes en el entorno, sino azules y rojos”, declaró a la prensa.

Previendo las reacciones de quienes especularon acerca del contenido de la obra, Christo adelantó: “Esta escultura no tiene significado ni utilidad, estará allí para que establezca relaciones con los que la miran por la proporción de los volúmenes, el momento y la luz del día, el clima, la escala de la obra, el agua, la textura de los materiales, la geometría y el medio. Todo ello puede fundirse en la experiencia gratificante y placentera que se establece entre la obra y el público, para eso la he hecho, no para ilustrar ninguna propaganda social, política, religiosa o económica, sino para que el ojo la absorba y el cerebro la disfrute”.

No siempre ha sido vista así la trayectoria del artista. Desde que aventuró su primera acción pública cincuenta años atrás, 47 proyectos no se han podido llevar a cabo debido a permisos denegados y protestas.

Sin embargo Jeanne y él se salieron con la suya en 1995 cuando convencieron a los parlamentarios alemanes para que aprobaran una de sus obras más polémicas: la envoltura del edificio del Reichstag, en Berlín. Entre el 17 y el 24 de junio empaquetaron en polipropileno el exterior del emblemático recinto, en un espectacular montaje.

La recepción de sus obras levanta polvareda. Para unos quedan en narcisistas y monumentales apuestas a la extravagancia. Para otros apuntan a la radicalización del arte conceptual.

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