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Cultura

Madre y Muerte. Historia de un mismo nombre

Por Ivi May Dzib

Ficciones de un escribidor

VIÁrbol con espinas en forma de cruz —Y es así como una voz se apaga.

—O se fortalece como para salir a protestar.

—Aunque algunas personas te miren con desconfianza.

—Porque si alguien te ve protestando ¿entonces qué pensaría de ti?

—Pensaría que eres uno de ellos.

—O que eres una persona honrada.

—Nadie es honrado, todos tenemos algo de qué arrepentirnos.

—Pero hay de grados a grados.

—Parece que quieres echar culpas y vociferar contra alguien.

—El esposo de la Madre trabaja para los que se llevaron a su hija.

—El esposo de la Madre, no la Madre.

—Eso no lo sabes, son solo rumores.

—Estamos regresando a lo mismo.

—Censuraron el texto, la dramaturgia decía que el esposo era uno de ellos.

—Mejor continuemos con lo que venimos a contar. El público no tienen que saber lo que sucede en los ensayos.

—No hicimos que el público saliera de su encierro, que arriesgara su libertad o su vida, al salir de casa a altas horas de la noche para venir a escuchar nuestras quejas.

—No vendemos quejas, no queremos hacer que desperdicien el poco dinero que tienen pagando su entrada para escuchar quejas.

—Venimos a ofrecerles un poco de teatro, un cuento en voz alta, una despedida, una súplica, una misa para aquellos que todavía creen que los podemos encontrar.

—El esposo de la Madre…

—No hay que dejar de creer.

—Estás haciendo propaganda política. Sí hay que dejar de creer, para que los demás dejen de decir que sigamos creyendo y entonces hagan algo y dejen la comodidad de sus escritorios para ayudarnos.

—Tenemos que continuar.

—La historia se quedó en que la Madre guiada por la Noche fue en busca de su hija.

—Corrió muchos riesgos.

—Como ninguna de nosotras lo haría.

—Yo he hecho todo.

—Todas nosotras lo hemos hecho. Pero estamos hablando de la vida de esta mujer.

—Pero es una mujer igual a nosotras.

—La mujer, es decir, la Madre, tuvo que seguir un camino pedregoso, había muchas casas abandonadas, un constante sonido de grillos, perros, gritos amordazados por la rabia, liberados por la ira.

—No era como caminar de la mano de un niño con el sol alrededor del parque.

—Ni esa sensación que tienes cuando se sientan todos juntos a la mesa, para cenar o desayunar.

—Era otra puta cosa.

—Una cosa que le asustaba porque sabía que podía morir sin saber qué había sido de su hija, sin poder decirle unas últimas palabras.

—Yo no sé si ustedes sientan nostalgia o remordimiento por no haberse despedido de alguien.

—Si creen que debieron de haberle dicho algo a esa persona que ya se fue, porque presentían su final, una cosa nimia pero que ustedes sabían que hubiera sido importante decirla, entonces saben de qué estamos hablando.

—No sé si creen que una palabra en la boca de una madre pueda hacerlos felices.

—Ella lo creía y por eso tenía miedo de morir y no verla.

—Le preocupaban los perros que estaban por doquier.

—Era una Madre de mediana edad pero parecía envejecida buscando a la Muerte.

Continuará.

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