José Iván Borges Castillo*
Protector de Yucatán
Una piadosa tradición dice que el origen de la milagrosa imagen tuvo lugar en el pueblo de Ichmul…
Que un viernes de Cuaresma, luego de puesto el sol, observaron los indios labriegos de la comarca de Ichmul arder en el cercano monte un árbol verde y frondoso sin consumirse... la noticia se propago y fueron testigos un alto número moradores de aquel pueblo y de lugares circunvecinos, designando la voz común al prodigioso árbol con el dictado del árbol de luz.
Enterado el señor cura don Juan de la Huerta, párroco de San Bernardino de Siena de Ichmul, mandó cortar aquel árbol y trasladar su grueso tronco a una de las anexas de la parroquia con el fin de hacer una imagen de Nuestra Señora en su misterio de su limpia Concepción. Aquello todo un suceso, Motivo de unión entre los sencillos feligreses desavenidos y su cura el sacerdote D. Juan de la Huerta.
Algún tiempo después se presentó en el lugar un peregrino mancebo, totalmente desconocido, buscando trabajo como artista escultor, del cual se sirvió inmediatamente al párroco para poner en marcha la obra proyectada de la efigie, con la diferencia de que ya no fue de la Virgen Santísima, sino del Divino Crucificado la que hizo el artista por acuerdo que tuvo con el mismo párroco.
Sin herramienta alguna y en solo un día, la imagen quedó terminada, desaparecido el escultor, que fue desde luego tomado por todos como un ángel... acabó el Cristo sin cruz y sin peana de base, los feligreses lo tomaron, armaron en cruz y lo pusieron a la veneración en el templo del pueblo de Ichmul.
Cuando la fama de los milagros había convertido el templo parroquial en un santuario, como si fuese de los más antiguos y celebres, y al concurrir devotos peregrinos atraídos de los diferentes regiones de la Península, aconteció que una noche, la iglesia parroquial se vio envuelta en las llamas de un violento incendio. Se consumió todo en ella contenido; altares, santos, pulpito y demás objetos sagrados para la celebración de los oficios divinos se redujeron a cenizas
El fuego respetó la imagen milagrosa del Crucificado, que permaneció incombusta en medio de las llamas... la pálida efigie ennegrecida y cubierta de ampollas, pero íntegra y perfecta como testimonio irrefragable de haber estado ardiendo sin por eso consumirse. Desde entonces comenzó a darse, pero sin fijeza, el dictado histórico de Santo Cristo de las Ampollas, cuyos milagros desde aquel día se aumentaron y brillaron más.
Al morir el cura De la Huerta, quien era propietario de la imagen, dejó entre sus pertenencias la sagrada efigie y pasó posteriormente a la Catedral.
En diferentes momentos de la historia de la iglesia peregrina en Yucatán, el Santo Cristo de las Ampollas ha sido la imagen sagrada por la cual el pueblo devoto implora al cielo perdón y auxilio. El auxilio divino se deja sentir claramente y se ha ganado el título de Protector del pueblo Yucateco.
“El Santísimo Cristo de las Ampollas, escribe el historiador y Obispo don Crescencio Carrillo y Ancona, es el medio por el cual Yucatán en masa y cada yucateco en particular, se dirige con más fe y devoción al Hijo Omnipotente de Dios que representa, en todas las calamidades públicas y privadas.”
Desde Mérida el culto se extendió por todos los rincones del Yucatán colonial, fue nombrado protector de la ciudad y a su devoción se recurría en necesidades, lográndose por su medio aplacar pestes y males. Se le dedicó una capilla en la Catedral, se formó su cofradía, y para el siglo XIX comenzaron a ejecutarse los gremios en su honor con el mayor boato y pompa posible.
En el asalto sacrílego a la Catedral, el 24 de septiembre en 1915, la sagrada imagen fue arrancada de su altar, arrastrada y reducida a pedazos por una turba desenfrenada… sus pedazos fueron llevados a la comandancia militar y no se supo más de ella.
Un creyente de nombre Rafael Quintero, apenas pasada la persecución religiosa, hizo restaurar la desmantelada capilla del Cristo, mandó tallar y trajo personalmente de Querétaro la actual imagen del Cristo de las Ampollas que se venera en la Catedral de Mérida. La bendijo el venerable Arzobispo Martín Tritschler y Córdova, el 24 de septiembre de 1919, fecha del aniversario de la desaparición de la primera imagen.
La antigua tradición señala el 9 de octubre como el día del Santo Cristo de las Ampollas, fecha por la cual es celebrada en diferentes puntos de la geografía, siendo especialmente señalada la procesión con la efigie en la Catedral de Mérida y el pueblo de Ichmul. Pero es el 17 de octubre de cada año el culmen de sus festejos anuales en la Catedral, con misa solemne y procesión por la plaza grande de la ciudad.
Concluyo con la última estrofa de su canto, publicado en la Novena del Santísimo Cristo de las Ampollas:
Yucatecos venturosos
Que gozáis de este cordero
Incesante sea el anhelo
De festejarlo gustosos,
Ofreciéndole amorosos
Cuanto tengáis de valor
Por tan inmensos favores
Bendigamos al Señor.
*Escritor comunitario