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Cultura

El Paseo del Prado

La Habana 500

Texto y fotos de Enriquito Núñez

Especial para POR ESTO!

El Paseo del Prado es uno de los sitios más emblemáticos de la ciudad de La Habana. No es, sin embargo, el único paseo peatonal de la urbe, pero es sin lugar a dudas el más bello y concurrido, no solo por su ubicación al centro de la ciudad, sino por la innegable belleza de su entorno, lo que lo hace muy apreciado por los habaneros, así como por visitantes de otras provincias y del extranjero. Es un área peatonal, de casi un kilómetro de largo, elevada sobre el nivel de la avenida, que sube desde cerca del mar hasta la esquina del Parque Central.

Hasta bien entrado el siglo XVIII, La Habana había estado muy enfocada en el completamiento de sus defensas, sobre todo luego de la toma de la ciudad por los ingleses en 1762. Había numerosas iglesias, más las plazas de armas y la de San Francisco, pero aún no había un teatro, por ejemplo. Sólo dos paseos bastante rústicos hubo hasta ese entonces en la villa. Uno que nacía en la puerta de La Punta de la Muralla, y discurría hasta la caleta de San Lázaro, que era un camino sobre tierra, bajo la sombra de uveros y que con el tiempo se transformó en la calle San Lázaro. De un lado quedaba el mar y del otro las huertas que crecían en la zona. El otro paseo salía de la puerta de Tierra de la Muralla, junto a la calle de ese nombre, bajaba la calle Monte y llegaba a Reina, y era también de tierra y a la sombra de cocales.

No fue hasta la década de 1770, exactamente en 1772, bajo el gobierno del Marqués de la Torre, considerado el primer urbanista de la ciudad, cuando la autoridad colonial decidió dotar a la ciudad de un Teatro, la Casa de Gobierno y un Paseo, un verdadero paseo, con pavimento de piedra, bancos, verjas de hierro forjado, donde los habitantes de la villa pudieran caminar en las tardes procurando la brisa del mar, y se construyó la bella Alameda de Paula frente a la bahía. A la par se iniciaron las obras de El Prado, un amplio paseo colindante con la muralla y fuera de ellas, de ahí su primer nombre: Alameda de Extramuros. La estructura del Prado ha permanecido inalterable a través de los años, pero en sus inicios la parte central era de tierra, no estaba pavimentada, aunque sí lucía árboles frondosos en sus lindes. Se extiende desde la actual calle Monte hasta el Malecón frente al Morro, pero su área peatonal, la alameda en sí, comienza en la calle San Lázaro, a una cuadra del malecón, y sube hasta el Parque Central.

Más allá de ese punto el paseo se convierte en una amplia avenida que sigue llamándose Prado, y pasa frente a icónicos edificios como el Hotel Inglaterra, uno de los más antiguos de La Habana, situado en la esquina de Prado y el bulevar de San Rafael, y el cual guarda parte de la historia cubana, pues allí vivió y conspiró Antonio Maceo, uno de los más grandes generales de la lucha de independencia contra España. Frente a este hotel se halla el Parque Central, donde se alza una estatua del Héroe Nacional José Martí, apuntando hacia la calle del Obispo. Unos pasos más allá se encuentra el Gran Teatro de La Habana, en lo que fuera el Centro Gallego, y luego el Capitolio y el Teatro Payret, hasta llegar a la Fuente de la India (o de la Noble Habana), esculpida a inicios del siglo XIX en mármol de Carrara, que representa la imagen de la mítica india Habana, esposa del cacique Habaguanex, quien gobernaba esa zona antes de la llegada de Colón.

A lo largo de su historia de más de 200 años, El Prado ha tenido varios nombres: Alameda de Extramuros, Alameda de Isabel II, Paseo del Nuevo Prado, Paseo del Conde de Casa Moré, Paseo del Prado y Paseo de Martí, que es su nombre oficial. Para 1841, el Paseo del Prado –nombre que obedece al parecido del paseo habanero con el madrileño que corre entre la fuente de Cibeles y la estación ferroviaria de Atocha en la capital española– se había convertido ya en el centro de La Habana. La Alameda de Paula había sido desplazada por la Plaza de Armas como lugar de preferencia. Y a su vez, el Prado terminó siendo preferido a la Plaza de Armas, por su mayor extensión y amplitud.

Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, las familias más ricas construyeron sus mansiones en el Paseo del Prado. Cuando más tarde las abandonaron para asentarse en El Vedado y en los nuevos repartos del oeste de la capital, el Prado se llenó de comercios de lujo, hoteles, oficinas y cafés. En la actualidad, entre sus edificios más famosos se encuentran La Alianza Francesa de Cuba, el Colegio Rafael María de Mendive, donde estudió la primaria nuestro José Martí, la Unión Árabe de Cuba, el Hotel Sevilla, el Teatro Fausto y la Escuela Cubana de Ballet. La costumbre de recorrer el Prado a pie, hacia el mar o a la inversa es antigua. Pero inicialmente pasear en carruajes fue más popular que las caminatas. Según el escritor gallego Jacinto Salas Quiroga, en su libro Viajes por la Isla de Cuba: “Cada carruaje se mantiene en su orden, y marqueses y condes, caballeros y plebeyos, con tal de que tengan medios suficientes para mantener una volanta propia, figuran en este animado y brillante paseo. ¿A qué van? Van a ver y a que los vean”.

El Prado fue asfaltado en 1929, un verdadero suceso para la época, de ahí que se incorporaran automóviles en sus paseos. En el presente, el Paseo del Prado habanero sigue siendo uno de los principales atractivos de la ciudad, y ha servido de escenario para exposiciones, pasarelas de modas –como la Colección Crucero de la casa Chanel de París en 2015– locación para la filmación de películas, ventas de obras de arte y diversas actividades culturales, sociales y artísticas, como la Bienal de La Habana. Recientemente se han construido modernos hoteles de lujo que contrastan con las tradicionales edificaciones. En la decoración del Paseo del Prado destacan las esbeltas farolas, unas de cinco y otras de tres fanales, más las copas que rematan los muros, los que por su cara interior son a la vez bancos de mármol con espaldares. Muy célebres son los leones del Prado, bellas esculturas de tamaño real ubicadas en las esquinas del paseo, en cuya construcción se utilizó el bronce de antiguos cañones. Los fieros leones del Prado son otro símbolo de La Habana, al punto de que el León es la imagen del habanero equipo Industriales de béisbol. Pero lo que lo hace único e irrepetible es el paisaje humano que atesora: Quien quiera conocer de cerca a los habaneros no puede dejar de andar arriba y abajo, abajo y arriba, el bello Paseo del Prado.

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