Pedro de la Hoz
Entre la veintena de naciones presentes en la trigésimo novena edición de la Fiesta del Fuego, que tiene lugar en Santiago de Cuba, México no podía faltar; tan fluidos y mutuamente fecundantes son los vínculos históricos entre las dos naciones.
En el Desfile de la Serpiente, acto lleno de colorido que desemboca en el Parque Céspedes, plaza principal de la urbe oriental, se vio a los participantes mexicanos mostrando con orgullo la enseña nacional y expresando su solidaridad con el pueblo cubano, en una hora crucial para el destino del continente amenazado por la reanimación de la Doctrina Monroe por parte de la actual administración estadounidense.
Llegaron desde Oaxaca y Veracruz, el Distrito Federal, Tabasco y Aguascalientes para intervenir en el taller de religiosidad popular, el encuentro de poetas del Caribe, el coloquio El Caribe que nos Une y el taller de teatro, eventos enmarcados en un festival que se distingue tanto por un amplio espectro temático como por la articulación entre culturas populares y manifestaciones de las convencionalmente llamadas bellas artes.
Pareciera fuera de lugar la dedicatoria de la corriente Fiesta del Fuego a Uruguay, pero como expresó Orlando Vergés, presidente del Comité Organizador, hay que entender la realidad de una cercanía espiritual a partir de la influencia de las culturas africanas en la forja de la identidad de la nación sudamericana.
A Uruguay llegaron miles de esclavos africanos durante la etapa colonial. Predominaron los minas, congos y angolas, explotados en la búsqueda de inexistentes vetas auríferas y en las haciendas agropecuarias. Pese a ser víctimas de marginación y discriminación, los descendientes de los esclavos legaron expresiones de gran arraigo como el candombe, patrimonio de todos los uruguayos.
El artista visual y promotor cultural Alejandro Cruz, al intervenir en el coloquio, destacó cómo la africanidad ha tenido que desafiar la invisibilidad de las culturas populares en Uruguay, donde ha predominado una matriz eurocéntrica en la historia oficial. “No somos elementos accesorios ni decorativos”, precisó. Una de las batallas actuales de los afrodescendientes pasa por conseguir mayores accesos a las universidades, a puestos ejecutivos y posiciones claves en la agenda política.
Desde la perspectiva del historiador Oscar Montaño, el candombe se hermana con toques y bailes de las comunidades afrobrasileñas y caribeñas, y en el caso de Cuba no es casual que en anteriores ediciones de la Fiesta del Fuego se haya evocado a Pedro Ferreira, uno de los más notables exponentes del género músico-danzario afrouruguayo, y se tenga buena memoria de la presencia activa de Cheché Santos, cantor que se implicó con músicos santiagueros.
En la actualidad entre el 10 y el 12 por ciento de la población uruguaya desciende de los esclavos africanos que comenzaron a arribar a la cuenca del Plata en el siglo XVII. El plato fuerte de la muestra artística uruguaya es el candombe de Canelones, una agrupación musical de primera línea que anima las coreografías festivas de los danzantes.
El próximo año la Fiesta del Fuego estará dedicada a Belice y se espera que siendo un país bien pegado a la frontera sur mexicana, vengan también delegaciones de Yucatán y Campeche.
“En ello estamos trabajando desde ahora –puntualizó a POR ESTO! Gonzalo González, director de Prensa y Comunicación del Festival–, pues para a los habitantes de esta ciudad del oriente cubano los artistas y portadores de las ricas tradiciones culturales del sudeste mexicano son muy queridos”.
González recordó la presencia en Santiago del trío Ensueño, liderado por Diego Cocom. “Fue una bendición para los amantes de la canción poder admirar una recia estampa de la trova yucateca”, subrayó.
“Aspiramos a establecer un puente permanente para el intercambio cultural entre Yucatán y Santiago de Cuba”, precisó el destacado comunicador, quien añadió: “Téngase en cuenta que Yucatán y Santiago ocupan lugares prominentes en las márgenes de la cuenca del Gran Caribe”.
Más que sueños se trata de inminentes realidades que pueden ser concretadas en plazos breves. González adelantó al respecto: “En Mérida estamos en disposición de abrir una institución para la difusión de la trova cubana que favorezca los encuentros con la trova yucateca. En esto labora la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales de Cuba con el empresariado meridano”.
Otro proyecto en ciernes pasa por la factibilidad de organizar de conjunto un festival de las artes caribeñas en Progreso. “Estamos en tratos –explicó González– con el señor Julián Zacarías, presidente de ese municipio yucateco, con quien compartimos la idea de potenciar a Progreso como un enclave para la promoción del turismo cultural en función de reforzar los valores identitarios caribeños”.
Gonzalo González no quiso terminar sus declaraciones sin formular un acto de fe: “Todo lo que nos propongamos entre Yucatán y Santiago cobra un particular sentido simbólico. Basta con mirar lo que nos une y saltan a la vista notables fortalezas. Dígase un solo ejemplo como botón de muestra: por Progreso, en 1929, llegaron por vez primera los integrantes del trío Matamoros a Yucatán y luego viajaron a Mérida. Don Miguel Matamoros siempre evocó la cálida acogida del público de esos lares y, en especial, el éxito de su son La mujer de Antonio”.