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Cultura

Ecos de mi tierra

01Por Luis Carlos Coto Mederos

Luisa Pérez de Zambrana

Escritora cubana del siglo XIX, una de las más distinguidas representaciones del romanticismo en la literatura cubana; nacida en Santiago de Cuba. Su primer poema impreso, Amor Materno, escrito a los catorce años de edad, fue publicado en el periódico El Orden en 1852, conjuntamente con unos versos de Manuel Borges Navarro dirigidos a la poetisa, en los que se hacía resaltar sus posibilidades como escritora. A su alrededor se formó una tertulia de escritores orientales, atraídos por su personalidad.

Considerada por Enrique José Varona como “la más insigne elegíaca de nuestras líricas”, Luisa Pérez de Zambrana descolló no sólo entre las poetisas cubanas. De ella dijo Martí: “Se hacen versos de la grandeza, pero sólo del sentimiento se hace poesía”.

A los niños

¡Flores que aromáis el suelo

con vuestra rosada huella!

¡constelación rica y bella

sobre la tierra y el cielo!,

¡cisne que en cándido vuelo

cantáis en risueño coro!,

¡oh, dulces niños que adoro!,

con vuestros alegres trinos

sois paraísos divinos

y ángeles con alas de oro.

¡Gracias del cielo inefable!,

¡santa y celeste blancura!,

¡qué manantial de ternura

brota de tu risa amable!,

eres ¡oh, infancia adorable!,

seda, espuma, terciopelo,

iris brillando en el hielo,

nácar, rosas, alabastros,

y eres una escala de astros

que va de la tierra al cielo.

Después serás la victoria

si el mal sabes combatir,

los héroes del porvenir,

los luceros de la historia,

de la virtud y la gloria

en el alto monumento,

figuras del firmamento,

serás del bien con la tea,

y en el mundo de la idea

los soles del pensamiento.

Serás ¡oh, joven tesoro!

el altar de la conciencia,

y en el templo de la ciencia,

brillo, cultura, decoro,

el cielo estrellado de oro

serás, de la patria amante,

y te llamará triunfante

la inmortalidad divina,

Miguel Angel, Palestrina,

Horacio, Virgilio y Dante.

A Ada

Suave, temblorosa, alada,

y entre claveles mecida,

a la noche de la vida

llegas ¡oh, aurora rosada!

¡Ada! ¡Deliciosa Ada!

tu beldad que maravilla

me hace inclinar la rodilla

y exclamar con gran quebranto

¡oh, Dios, que no toque el llanto

la seda de esa mejilla!

Abra dulce la ventura

el encaje de sus alas

y luz, aromas y galas

ciña a tu etérea figura.

¡Astro de ideal dulzura!

¡Ada!, ¡azul aparición!

si hay sombras en tu ilusión

que caigan estremecidas

como palomas heridas

en medio del corazón.

A Herminia del Monte

Va la noche en tu cabello,

va sobre tu frente el día

y en tu belleza judía

del sol de Cuba el destello,

tienes de paloma el cuello,

boca de coral y plata,

risa, Herminia, que arrebata

y en que mil gracias destilas

y un incendio en tus pupilas

que embriaga, enloquece y mata.

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