José Iván Borges Castillo*
Coronaciones Diocesanas
El 22 de agosto es una fecha sumamente especial para la Iglesia Católica, ya que celebra la fiesta de la Virgen María como Reina de todo lo creado, reinado a semejanza y en perfecta coincidencia con el reino de Jesucristo, que no es temporal ni terreno, sino un reino eterno y universal, lo que tiene para Yucatán especial acento.
En 1948 estaba por cumplirse trecientos años del voto del venerable cabildo de la catedral de Mérida, de asistir todos los 15 de agosto a celebrar misa en honor de la Virgen de Izamal, la que había socorrido a la ciudad en 1648, cuando ésta se vio afectada por una terrible peste, y el mismo cabildo solicitó al entonces Arzobispo Fernando Ruiz Solórzano que pidiera a la Santa Sede la gracia de coronar a Nuestra Señora de Izamal, a nombre del romano pontífice Pío XII. La gracia fue concedida, pero por algunos retrasos y conveniencias se declaró de 1948 a 1949 como año Mariano, posponiéndose un año la coronación.
Y como no hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza ni deuda que no se pague, llegó la feliz mañana del 22 de agosto de 1949, con el corazón inflamado de amor por la Virgen Santísima todo Yucatán que se preparaba para uno de los momentos más importante de la devoción mariana en su historia; marcaba el reloj las 10:30 am cuando el Arzobispo Fernando Ruiz, tembloroso de la emoción y de amor, colocaba sobre las sienes de la Virgen de Izamal la aurea diadema con el título de Reina de Yucatán.
La fecha 22 de agosto tiene especial acento por la coronación de la Virgen de Izamal como Reina y Señora de Yucatán, que vino a fortalecer cuando el mismo Pío XII, en 1954 instituye la fiesta litúrgica de María Reina para toda la iglesia teniendo como día de celebración el mismo 22 de agosto.
Es difícil precisar a qué tiempo se remonta la realeza de María en el milenario culto cristiano. En diferentes puntos de la Europa medieval se comenzaron a realizar coronaciones de las imágenes de la Virgen María, pero fue hasta el siglo XVIII, cuando un noble italiano Alejandro Sforza o Esforcia Palavicino, fundó una obra que se propuso dar orden y realce en todo el mundo a las coronaciones de la Virgen María, que a nombre del Papa había de celebrarse, también guardando memoria de un registro en la Basílica Mayor de San Pedro, en Roma, y fue así como surgieron las coronaciones pontificias.
La primera coronación pontificia en México se realizó en 1886 a la Virgen de la Raíz de Jaconá, en Michoacán. Y en junio de 1888, en Yucatán manos sacrílegas roban la corona de oro de la Virgen de Izamal. Inspirado seguramente en aquellas coronaciones y en acto de desagravio a la Patrona de Yucatán, el Obispo de Yucatán don Crescencio Carrillo y Ancona, fiel devoto de la Izamaleña, organiza una colecta y manda hacer una nueva corona de oro, y el 2 de febrero de 1890 el mismo baja a Izamal, su pueblo natal, y en medio de una especial ceremonia religiosa corona a la Virgen de Izamal como Reina de Yucatán en su autoridad diocesana.
La coronación de la Virgen de Izamal de 1890, fue la primera coronación diocesana en Yucatán, la misma Virgen será la única que tiene Coronación Pontificia en la Arquidiócesis en 1949, y más aún, coronada por el mismo papa S. S. Juan Pablo II en 1993.
Un pueblo como Yucatán tan devoto de la Virgen María, donde no existe iglesia antigua en la que no se encuentre una imagen de Nuestra Señora en sus advocaciones de la Asunción, Inmaculada, Natividad, Candelaria u otras más, no se resistió a ver coronada solamente a la más grande y representativa de su devoción mariana como lo es Izamal, y surgieron las coronaciones diocesanas, que hasta entonces solamente había tenido la Virgen de Izamal.
En nuestras investigaciones en torno al culto mariano en Yucatán, hemos logrado formar una lista de poco más de 24 coronaciones diocesanas realizadas a imágenes de la Madre de Dios veneradas desde tiempo inmemorial en diferentes pueblos y villas en la entidad.
La segunda coronación diocesana fue realizada a la Virgen de Candelaria de la ciudad de Valladolid el 30 de agosto de 1944. Posteriormente fueron la de la Virgen de Guadalupe en Mérida el 11 de noviembre de 1945; la de la Virgen de San Sebastián el 7 de septiembre de 1952. Sin fecha exacta, pero en la década de los 50 se efectuaron las de la Virgen de Chuburná y la Virgen de Kinchil. El 30 de enero de 1959 se corona a la famosa Virgen de Tetiz y el 7 de junio de ese mismo año se corona a la Virgen de Lourdes, en Mérida.
En el 1961 se corona a la Virgen del Lunar, de Maní, y en 1965 a la Virgen de la hacienda de San Antonio Chel. Todas estas coronaciones fueron realizadas bajo la aprobación de Mons. Fernando Ruiz Solórzano, quien a excepción de algunos casos particulares, fueron realizadas por eclesiásticos especialmente comisionados.
Debemos mencionar que en el caso de la coronación de la Virgen de Lourdes, de Mérida, fue efectuada por el Cardenal José Garibi Rivera, Arzobispo de Guadalajara, primer mexicano en ser elevado a la dignidad cardenalicia. La de la Virgen de Tetiz fue realizada por Mons. Alberto Mendoza y Bedolla, Obispo de Campeche, y la Virgen del Lunar fue coronada por el canónigo Fernando María Avila Alvarez, por comisión del Arzobispo.
El tercer Arzobispo de Yucatán, Mons. Manuel Castro Ruiz, de grata memoria, habría de coronar otras célebres imágenes de la Virgen María. El 10 de diciembre de 1973 corona a la Virgen de Buctzotz, tres años después el 6 diciembre de 1976 a la Virgen de Chocholá. El 15 de febrero de 1984, como Peregrina de la Fe corona a la milagrosa Virgen de Pustunich y cuatro años después, el 13 de agosto de 1988, a la hermosa Virgen del pueblo de Mama. El día de la Asunción, el 15 de agosto de 1990 corona a la Virgen de Ekmul. Y para 1992, corona el 25 de mayo a la Virgen de Sotuta y el 30 de mayo a la Virgen de Hoctún.
El Obispo Auxiliar de ese periodo, Mons. Domingo Jafeth Herrera Castillo, natural de la hacienda Kankirisché, corona una imagen de la Virgen de la región de Tixkokob, pero desconocemos del lugar.
En el periodo episcopal del cuarto Arzobispo de Yucatán, el actual Emérito, Mons. Emilio Carlos Berlié Belauzarán, continuaron realizándose nuevas coronaciones marianas, aunque al parecer el no realizó alguna.
Bajo su aprobación se coronan diferentes imágenes marianas, en orden cronológico, primero tenemos a Nuestra Señora de Yucatán como Reina de la Catedral por el cardenal Giovanni Cheli el 27 de noviembre de 1998. El 15 de agosto de 2004, el cura Aarón Fidel May Iuit corona a la Virgen de Sanahcat, y el 30 de agosto de ese mismo año 2004, el vicario general, el cura Joaquín Vázquez Avila corona a la Virgen de Cansahcab. Llega entonces el nombramiento como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis a Mons. Rafael Palma Capetillo, quien corona el 2 de febrero del 2007 a Nuestra Señora de Tekal y, el 8 de diciembre del 2008 a la Virgen de Tixpéual.
El quinto Arzobispo de Yucatán, nuestro actual Mons. Gustavo Rodríguez Vega, en el mismo año de su llegada, en 2015, y a escasos dos meses, corona a la Virgen de Kopomá el 28 de septiembre. Para el 20 de enero de este año 2019, corona a la Virgen de Caucel.
Como bien podemos observar, fue hasta después de agosto de 1949, cuando las coronaciones de las imágenes de la Virgen María comenzaron a realizarse en el interior del estado, Izamal con la coronación pontificia fue el ejemplo a seguir para los pueblitos y las villas yucatecas tan marianas por devota tradición.
Hay que hacer hincapié que son muchas más las imágenes muy veneradas de la Virgen Santísima en diferentes pueblos, que no han tenido coronación diocesana y no es impedimento para que las imágenes de la Virgen ya luzcan coronas de oro y plata en sus cienes que no pasaron por más trámite que la decisión espontánea de su devoto pueblo.
Ahí está Nuestra Señora de la Estrella, de Peto, con su corona de oro, lo mismo que Sucilá, Conkal, Timucuy, Sudzal, Pisté, Kantunil, Temozón, Cuzamá, Celestún, Chapab de las Flores, Motul, Mocochá, Baca, Kanasín, Ruinas de Aké y otras de largo mencionar. Otras portan desde hace más de un siglo coronas imperiales de plata, como la Virgen de Teyá, de Bokobá, de Dzan, de Muna, de Telchac, de Seyé, de Euán, de Tahmek, de Ixil, de Tekit, de Dzemul, de Bolom la antigua Bolompoxche, de Samahil, Kiní, de Tixcuytún, de Ucú, de Calotmul, de Tabi, de Peba, de Panabá, de Kinchil, de Telchaquillo, de Suma de Hidalgo, de Pixilá, de Sinanché, de Yobaín, de Dzilam González, de Uayalceh, de Chumayel, de Teabo, de Mayapán, de Cantamayec, de Muxupip, Taxkukul, Dzidzantún, de Chemax, de Tibolón, de Chikindzonot, de Tepakán, de Tixcocho, de Txicacupul, de Popolá, de Tixbacab, de Kaua, de Tixméhuac, de Tixkokob, de Xocchel, de Xaya, de Abalá, de Chuburná Puerto, y el Pilar, de Oxkutzkab, y seguramente de otras poblaciones que han escapado de nuestra lista.
Así está asentada la realeza de la Virgen María en los pueblos yucatecos. Hay que asistir un día de fiesta mariana a cualquiera de estos pueblitos para ver la expresión de la devoción filiar a Nuestra Señora, entre voladores y plegarias, entre exvotos y velas encendidas, en el olor de incalculables flores que abarrotan su altar, en el humo del incienso y el clamor que retumba cuando se cantan sus glorias o se entona la Salve Regina, y el sonido del sax, del clarín y del bombo, una charanga canta el “Oh María Madre mía”, ese viejo himno sacro, cuando sus sagradas imágenes salen del templo para recorrer la plaza principal.
Y si la devoción a la Virgen en Yucatán tiene antecedentes tan remotos, que se localizan en la primera evangelización, el tiempo va conservando su culto entre los actuales. Y ya lo dijo Mons. Fernando Ruiz Solórzano, Arzobispo de Yucatán, en Izamal, aquel 22 de agosto de 1949: “Que Yucatán sea desde ahora Yucatán de María y tú, Madre Nuestra, María, la Reina de Yucatán”.
*Escritor comunitario