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Cultura

Los siniestros

Tomás Ramos Rodríguez

son ellos,

los sinvergüenzas, los homicidas:

los que nos deshonran y nos apremian

y son iguales al odio que se tragan,

aunque se hagan pasar por intelectuales

nos devoran,

nos expulsan,

nos engullen,

nos creman en basureros

quienes nos besan las manos

para decirnos que, con ellos,

los ellos, los inigualables,

estaremos más seguros

que si el cambio está en nosotros,

que si somos flojos, qué malagradecidos,

que si el anti-poeta Parra

tejió el discurso de los asesinos

los incógnitos, los mentirosos

los que censuran la patria latina

y escupen en nuestras hojas;

los que nos callan y nos expulsan

porque les somos incómodos

ellos los tan cómodos, los ensombrecidos

sinvergüenzas exquisitos

porque no dejan la falsa modestia,

el dedo juicioso y la pose del escritor progre;

abarrotan páginas de Facebook

porque no quieren tolerar otra voz

porque no les gustan nuestras sonrisas

y la alegría rebelde de nuestra juventud

por esto

que vivan las juventudes eufóricas,

que vivan los periodistas combativos,

las madres guerreras, y las selvas,

y mueran las hogueras del verbo

que vivan Benedetti y Gelman,

y todos los que desaparecieron

que vivan los estudiantes

que nunca probaron un beso,

que nunca arrullaron una caricia,

que no lloraron la ternura del hijo

que sus gotas nunca estremecieron

que ellos sepan que los recordamos,

y los siniestros que nunca olvidaremos

porque nosotros,

los que marchamos por la noche,

siempre, siempre, siempre cantaremos

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