Cultura

Una nueva moda muy peligrosa

Conrado Roche Reyes

A últimas fechas se ha puesto muy de moda el poseer algún perrito como mascota y sacarlos con mucho orgullos a pasear por las calles meridanas. Generalmente son mujeres o parejas de gente del interior, aunque los yucatecos no se quedan atrás. Tienen la fantasía, porque eso de lucir perros “malixes” o en algunos casos xoloscuintles, aquellos perros aztecas que servían de alimento a estos, sí, esos horrendos canes pelones. Las personas que son sus dueños piensan, creo yo, que con esto están reivindicando a “su raza”, la de “sus” ancestros, cuando la realidad es que absolutamente todos, quienes se abanderan con uno, dos y hasta tres perros malixes, son de rasgos indudablemente europeos, o mejor llamémosele por su nombre, “blancos/as” wanabe.

Indudablemente los perros son muy bonitos y tenerlos como mascotas es muy reconfortante, pero tiene sus bemoles. Muy de pequeño, caso personal, en el patio de mi casa, que era inmenso, de cuadra a cuadra, tenía un pequeño pony. Alguna enfermedad lo atacó y mi caballito falleció. Tendría yo unos cuatro o cinco años. Pero el dolor de ese niño fue tan intenso, que el que se quería morir entonces fue el niño Conrado. Fue ya cuestión de médico. A partir de entonces, papa jamás permitió en la casa a ninguna mascota. La verdad, entre las brumas de mis recuerdos ha sido uno de los días más dolorosos en mi existencia.

Como antes decía, en un principio miraba con buenos ojos esta moda de los perros. Pero, ya, se están pasando de la raya. En casos menores, es por ejemplo muy desagradable el estar comiendo en algún lugar público ante los fuerte ladridos de un feroz can al mirar a otro cerca y esto se convierte en un concierto ensordecedor. Lo mismo sucede cuando un perro esta “ganoso”. Pregunte usted a cualquier mujer el bochorno que éstas pasan cuando el animal se le encarama.

Ahora pasemos a lo que considero más grave. Para comenzar, los perros callejeros me persiguen tirando dentelladas intentando morderme cuando voy en bicicleta. O me ladra intespectivamente un bravísimo bull terrier, aún con su cadena y dueño. La verdad, un perro o cualquier mascota debería estar en su santísimo lugar. Todos los días estoy a punto de infartarme por el susto de los aullidos del perro de un vecino al pasar por su reja. Con toda honestidad, siento que me gustaría que se enorme animal pasara vivir a Plutón.

Por ejemplo, las películas de terror suelen mostrar imágenes de zombis que circulan por las calles, amenazan a la gente y la obligan a buscar refugio. En Mérida se esta viviendo un fenómeno similar con esta moda de tener y pasear perros por las calles y comederos. Por experiencia propia y la de mi pequeño hijo. Muchos de estos animales atacan a las personas sobre todo si se trasladan en motos o bicicletas. Según estudios realizados, la población canina ha rebasado lo tolerable y se está convirtiendo en un problema social y un peligro.

La situación se agrava porque a diario se producen ataques en zonas céntricas, parques y avenidas en donde hasta hace unos años se podía circular con la mayor tranquilidad, pero las mordeduras vienen creciendo, generan accidentes que ponen en peligro a la gente.

Hace poco una chica joven fue atacada en el Paseo Montejo y cayó de espaldas teniendo que ser internada .El dueño del perro…bien gracias. Imagínense qué le puede ocurrir a una persona de la tercera edad. Yo amo a los animales, pero esto… A veces siento que la gente de las megalópolis cuida más a sus perros que a nosotros. Todas la sociedad, y estas ahuachadas jovencitas deben entender que el perro –malix o no– no es un objeto, es un sujeto.

Hay gente muy preocupada. Las sociedades de animales colaboran mucho, hacen lo imposible y ayudan a los perros callejeros, que también atacan, pero por el lado opuesto, existe persona que han sido objeto de ataques, que dicen que hay que matarlos a todos. Se tiene que controlar esta situación especialmente en los parques infantiles. Se trata de un problema cultural que debemos solucionar todos.