Cristóbal León Campos*
La memoria sigue remitiéndose a ellos, entre los recuerdos más apreciados se encuentran su calidez y su siempre justo tono, puntual, emanados desde el corazón, con la agudeza propia de quien ha vivido, la mesura es un signo significativo en sus expresiones, prudente, elocuente, desbocada cuando debe ser, porque a veces es necesaria un poco de firmeza, los elementos propios escogen, formaban con cada parte mensajes que llegaban a lo íntimo, los sonidos evocamos sin tanto rodeo propio de quien no sabe bien qué dirá, en esos recuerdos está ella, esa parte siempre foránea que aún marca las mañanas lluviosas y los días coloreados en gris, acompañando toda circunstancia; la voz que ayer escuchamos hoy mantiene su esencia con las formas cotidianas, cálida y puntual ameniza los recuerdos de cuando la vida era otra cosa.
Hay sonidos que nos llenan, nos provocan emociones, con el simple hecho de escucharnos nos transportan, generamos en la mente imágenes y recordamos vivencias, asociamos el sonido con algún sentimiento, generalmente positivo, la memoria suele ser selectiva y prefiere recordar aquello que nos causó algún tipo de placer, es un mecanismo de defensa propio de los seres humanos, aunque también hay sonidos que de inmediato nos congelan, nos provocan sensaciones de dolor o tristeza, transmiten situaciones que no fueron lo que hubiéramos querido, o en otros casos, refieren momentos pasados que se marcharon y quisiéramos poder revivir, la memoria tiene mucho de nostalgia, a pesar de que sea la misma nostalgia la que nos impida avanzar en determinados momentos, los seres humanos somos un conjunto de emociones, nadie puede desprenderse de ellas, si bien algunas personas logran controlar mejor esas emociones, aún así, subyacen en su interior como una parte importante de ellas, estamos constituidos de fragmentos, y nos explicamos por situaciones, somos más que la simple circunstancia que nos rodea, somos la concatenación de emociones que han conducido nuestros pasos, el sonido es en sí, un agente generador de escenarios, en cada uno de ellos nosotros orientamos el tono con que se bailan.
Las gotas en el piso, el mar en las piernas, las aves en lo alto ejerciendo su libertad, las palabras, los versos, la armonía de una melodía, el dulce tono de una voz, el agrio desgarrado de un llamado, una risa, otra risa más profunda, los poemas leídos en voz callada, el silencio, el viento, el abrir o cerrar de una puerta, un maullido, un canto, el gemido apasionado, todo sonido tiene un significado en cada uno de nosotros, la existencia particular se materializa cuando esos recuerdos se transforman en sentimientos, no hay lugar ni hora, sólo memoria, la existencia es tal en cuanto la escuchamos, la hacemos existir cuando evocamos esos elementos tan imprescindibles, si la nostalgia acompaña a la memoria, la alegría la hace merecedora del recuerdo, la sonrisa más hermosa puede provenir de un recuerdo asociado a una voz, a una canción o a un conjunto de palabras, o mejor, a una sola palabra, esa que hace tan especial el timbre que la pronunciaba, tiene nuestro ser un conjunto de sonidos que escuchamos y que dan sentido a esas pequeñas partes fundamentales de nuestra vida.
Los tiempos acelerados que vivimos nos aturden, se convierten en sonidos molestos aquellos que no emanan de emociones sino de lo que nombramos como modernidad, los espacios se reducen y los ecos se dislocan generando un caos interior, si bien es cierto que los seres humanos tenemos la capacidad de resignificar las cosas, y con ello, lo que pudiera ser en un principio algo poco agradable termina siendo el recuerdo más apreciado cuando añoramos una ausencia, y hablamos de personas al igual que de contextos, añoramos incluso aquel goteo junto a la ventana o el pasar de los autos en la avenida cerca al hogar primero, son sentimientos, esos que nos producen racionamientos desde las emociones, lo complejo que nos hace humanos es la capacidad de ser y rehacer todo lo que cotidianamente vemos, escuchamos y vivimos, somos porque tenemos la capacidad de escuchar evocando aquello que de una u otra forma nos transporta a un estado emocionado de nuestra vida. Sentimos la danza por su ritmo y con ella generamos las figuras, la vida es también el conjunto de sonidos que escuchamos y sentimos. La asociación es un parte esencial del ser humano, las cosas que nos significan algo es porque en determinado momento provocaron esas emociones referidas, todos tenemos esos sonidos especiales, son propios, son únicos, nos hacen estar vivos, los sonidos que escuchamos cotidianamente nos convierten en seres más sensibles y mucho más humanos. Sensibles escuchemos los sonidos cotidianos para humanizarnos con el ritmo de lo que evocamos.
* Integrante del Colectivo Disyuntivas