Jorge Canto Alcocer
Generalmente es de mal gusto utilizar los espacios públicos para ventilar asuntos privados, pero me tomaré la licencia de hacerlo con el fin de ilustrar de un modo muy puntual, y a la vez común, el presente tema. Padezco desde hace algunos años glaucoma agudo, una enfermedad degenerativa que, en mi caso, derivó de un modo excepcionalmente brusco en glaucoma absoluto. La mala noticia es que representa la pérdida de la funcionalidad del ojo afectado, la buena es que, a diferencia del glaucoma de ángulo abierto, NO afecta al otro ojo. Dada la evolución de la enfermedad, el seguimiento que queda es paliativo, y se realiza a través del uso de diferentes fórmulas oftálmicas. En buen cristiano, debo usar dos tipos de gotas distintos, a diferentes horas y dosificaciones, para mantener los dolores en el umbral de lo tolerable. Las crisis se presentan de todas maneras cíclicamente, pero con el seguimiento oportuno, éstas no son tan graves ni tan frecuentes. Por ejemplo, durante las pasadas vacaciones, en las que realicé menos lecturas de lo acostumbrado y tenía mi medicamento completo, prácticamente no tuve ninguna molestia.
El problema radica en que, si bien el IMSS, al que pertenezco, cubre mi padecimiento y podría recetarme una de las dos fórmulas, el proceso para lograrlo es insufrible. Lo he intentado en tres ocasiones, desistiendo cuando, por situaciones de trabajo, familia o justo por alguna crisis extrema de dolor, no llegué a una cita rutinaria. El costo de aquel percance era volver a empezar desde el principio, algo que para quien labora en una ciudad pequeña, que carece de atención de segundo nivel, equivale prácticamente a un año de trámites. Entonces, he optado por adquirir mis medicamentos en las farmacias convencionales. Ahí viene el otro problema: el costo combinado de ambas fórmulas equivale a unos dos mil pesos mensuales, cantidad impagable para profesor universitario. Cualquiera pudiera decir “pues entonces haz tu proceso en el IMSS, aunque te lleve un año”. Sería viable si mi atención estuviera en la misma ciudad que laboro, y si no tuviera que dedicarme, además de mi trabajo cotidiano, a otros varios menesteres. Luego, la solución “normal” termina siendo siempre extraordinaria: cuando “cae” algún proyecto especial, algunos cursos de fin de semana o el pago de una prestación infrecuente (la prima vacacional, por ejemplo), se adquiere el medicamento, si no, pues a apretar los dientes cuando viene la crisis álgica.
Un buen amigo, colega y compañero español, que conoce mis vicisitudes, tuvo la feliz ocurrencia de averiguar el costo de mis medicamentos en su tierra… ¿A qué no adivinan? Si bien siguen siendo relativamente caros, su costo en España es UN 60 POR CIENTO MENOR en las farmacias comerciales, y recetados por un médico, su costo baja hasta el equivalente de cien pesos. ¿Se dan cuenta del negociazo? En México tener un pésimo sistema de salud equivale a caer en las crueles manos del comercialismo, y a pagar ENTRE EL DOBLE Y DIEZ VECES lo que pagan los usuarios españoles, por ejemplo.
¿Recuerdan el caso del homicidio del psiquiatra Felipe Triay Peniche en el 2014, por el que durante varios años estuvieron detenidos dos de sus colegas? ¿Saben qué había en el fondo de todo aquello? Adivino… la causa fundamental fue el tráfico de medicamentos controlados, un negocio de millones de pesos, tan sólo en ese ámbito. Ahora multiplíquenlo por los fármacos utilizados en el tratamiento del cáncer, los padecimientos renales, el glaucoma, etc., etc., etc.
Un muy inquietante dato más… ¿Saben a qué presidente le llevó muchísimos años y muchísimos esfuerzos construir un sistema de salud gratuito y de calidad? Si pensó en Evo, está en lo correcto. ¿Y saben a qué se dedican varios de los líderes que propiciaron el Golpe de Estado? Si piensa que a la industria de la salud, volvió a acertar. Luis Fernando Camacho, el principal líder de las protestas que descalificaron falsamente las elecciones de noviembre, es el presidente del Grupo Empresarial de Inversiones Nacional Vida, un consorcio cuyos mayores ingresos proceden de la comercialización de seguros médicos. Evo había inaugurado su Sistema Unico de Salud apenas en marzo pasado, y fue entonces cuando Camacho y los otros líderes que ahora gobiernan con una Biblia en una mano y una ametralladora en la otra arreciaron sus acciones de desestabilización. Tampoco es casual que justo en los primeros días del Golpe, los neonazis bolivianos hayan expulsado a casi mil médicos cubanos, que atendían gratuitamente a los grupos vulnerables en las zonas más pobres del país.
Con estas evidencias ¿les parece extraño que los gobernadores del PAN y los editorialistas de a tanto la línea estén atacando el INSABI de AMLO? A mí no… me queda muy claro que aunque la derecha se vista de seda, reaccionaria, retrógrada y corrupta se queda…