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Cultura

Un cuento llamado Estigma

Ana María Aguiar

“Llegar al mundo en el día de Navidad siempre ocasiona que surjan presagios…” El autor del cuento titulado Estigma es el profesor José Antonio Gutiérrez Triay, Cronista Oficial de Espita, especialista en Historia y en otras disciplinas como la escritura que también es un arte. El cuento se desarrolla en un ambiente pueblerino, lo cual le da originalidad y frescura. Con un lenguaje apropiado y elegante, sin lirismos innecesarios.

Cuento viene de contar, primero se contaban objetos y luego acontecimientos. Nuestro primer saber acerca del mundo es un cuento: sabemos de él porque nos lo cuentan. Parece algo sencillo escribir un cuento, quizá alguien crea que un cuento equivale a una novela corta pero no es así. ¿Entonces, qué es un cuento? ¿Cuándo nació? El cuento nació con la humanidad, había una vez en aquellos tiempos antiquísimos en que la horda se reunía alrededor de la fogata, a la entrada de la cueva, después de comer opíparamente, aquella carne destazada y cocinada, para intercambiar anécdotas: cómo habían cazado bisontes y otros animales quizá más grandes, cómo los habían empujado a pedradas hasta el fango o una región pantanosa para dificultar sus movimientos y así matarlos a pedradas, con hachas de piedra o lanzas.

El cuento ha existido en todos los pueblos del mundo: sumerios, egipcios, hititas, pueblos de la India. En la Biblia, las partes correspondientes a Caín y Abel o a José el Soñador son considerados cuentos. Cuando la narración era transmisión de los dioses nos dice el poeta ciego: ¡Cuenta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles!...Yo sé que La Ilíada es una epopeya, pero epopeya y cuento son primos y no podía perderme la oportunidad de hablar de “nuestros amados griegos” como solían decir mis alumnos, al fin y al cabo canto y cuento son lo mismo. Aún hoy, en tiempos de tecnología idolatrada, es impactante escuchar cómo aquella astuta mujer cuenta cuentos que no terminan y evita la muerte a manos del malvado rey Shariar.

O los cuentos de hadas y dragones que nos maravillaron en la infancia y hasta ahora: Érase una vez un reino en el que vivía un rey, etc. Cuentos de Rudyard Kipling, de Cortázar y otros y otras que no podríamos mencionar.

Y, como dicen los judíos, ahora vamos a hablar de la pequeña Raquel: quiere decir de lo que verdaderamente nos interesa que es el cuento Estigma con el cual nuestro querido maestro Pepe Tono se une al mundo selecto de los autores de cuentos. Estigma, que en el título lleva la penitencia, es el título perfecto para este cuento. Don Alfonso Reyes decía que el título debe contener exactamente el tema, y así es en Estigma o marca en este caso, la marca que aparece constantemente sobre los protagonistas, aunque el hombre es arquitecto de su propio destino los protagonistas no se la pueden quitar de encima: “Llegar al mundo en el día de Navidad siempre ocasiona que surjan presagios…”. Era nacer en un día aciago, Nemontemi decían los mexicas. Como el destino, la fatalidad, la Moira, entre los griegos, ni Zeus puede hacerlo a un lado. Ejemplo: Helena nació con el destino de enloquecer a los hombres. No podía hacer nada para evitarlo. Comenté a una persona que Jesús había nacido en esa fecha…sí, pero murió en una crucificado...

Los protagonistas de Estigma nacieron en un día Nemontemi, pero fijémonos en la figura que vemos en la portada: una serpiente de cascabel emplumada, cielo y tierra. Porque la serpiente es un símbolo polivalente, puede ser macho, hembra o andrógino. Puede representar la sabiduría o la ignorancia, el orden y el caos, la bondad y la maldad y la tentación. En China es un animal benéfico, admirado. En el mundo judeo-cristiano es la tentación que impulsa a Eva a desobedecer la orden de no comer del fruto del árbol del conocimiento. Pero, entonces, es un símbolo ambivalente, porque ¿es acaso algo negativo adquirir conocimiento? Claro que no. Debemos estar agradecidos a Eva porque, al ser expulsados del Paraíso, el holgazán de Adán tuvo que aprender a trabajar y se hizo hombre. Y así son los protagonistas de Estigma: el bueno no es tan bueno y el malo tampoco es completamente malo.

Estigma se desarrolla en un pueblo del cual no sabemos el nombre, pero hay señales, como la foto de la Iglesia de San José de Espita, de la cual nos dice Miguel Bretos que es una de las de mayor empaque en toda la península.

Claramente el autor nos va enumerando, contando, los elementos que conforman la vida en un pueblo: la iglesia, la cantina, los novenarios, los voladores, los días de finados, la Legión de María. Un papel muy importante en los pueblos lo desempeñan las comadronas que llegan a ser muy queridas. Un toque de fanatismo o de piedad encontramos en el intento de hacer beato a uno de los protagonistas: el bueno, que ha llegado incluso a realizar algún milagro. Conste que lo que voy a contarles es ficción: Un día llegó el arzobispo al pueblo y advirtió acerca del mal que ciertos grupos religiosos estaban ocasionando a los verdaderos cristianos y había que acabar drásticamente con esa amenaza. Cierta dama decidió tomar medidas drásticas: una noche tocó la campana de la Iglesia, y como Hidalgo en Dolores que impulsó a matar gachupines, nuestra amiga dijo: vamos a quemar templos protestantes. Fue el segundo milagro porque no hubo ningún castigo para las damas que estaban defendiendo su fe.

Al final el personaje “malo” vive invadido por los remordimientos. Así termina Estigma. Pero como toda buena lectura nos deja pensando en otros desenlaces: Quizá el culpable apeló a Ixtab y se ahorcó, quizá invirtió parte de su riqueza mal habida en obras buenas como restaurar la Iglesia o construir aulas o canchas deportivas; pero yo creo más probable que haya decidido confesarse, recibir la absolución y vivir feliz el resto de sus día.

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