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Cultura

La lectura, el valor, los valores

Ivi May Dzib Literatura para niños y jóvenes

¿La lectura en verdad es una de las mejores herramientas para crear valores? Esta pregunta es causa de discusión de todos los actores de la cadena del libro y muchos sectores de la sociedad. En su mayoría se termina concluyendo que sí lo es, conclusión cuestionable, sobre todo porque en la promoción de la lectura esto puede ser un arma de doble filo, ya que la simplificación de la lectura como generador de una escala de valores en el lector puede ser un mal pretexto para comenzar a obligar a la gente a leer literatura “con valores” o se comience a delimitar los materiales de lectura, ya que con tal de querer promocionar la lectura “buena” se comienzan a cerrar los criterios de selección de materiales. Porque entonces se censurarían los libros para su promoción, porque “alguien” cuestionaría que no fomentan valores para la familia y que, por el contrario, incitan al “mal”.

Aunque podríamos caer en una discusión absurda sobre cuáles son los valores más importantes para cada sociedad. Cuando hablamos de valores nos referimos a “pilares sobre los que descansa el desarrollo psicológico de las personas, es decir, realidades dinámicas no estáticas de lo que es deseable o importante”. Es por ello que en mucho se discute sobre los valores otorgados por la lectura, ya que se tiene la idea de que al ir creciendo como lectores se van construyendo, valorando y reafirmando estas escalas. No es del todo cierto, ya que si bien los libros pueden ser un gran aliado al darnos la oportunidad de exponernos situaciones donde estas realidades se ponen en tela de juicio o son confrontadas de manera intima en el lector, la lectura por sí sola no define la última decisión del lector en el movimiento de su escala de valores, mucho tiene que ver el criterio y la experiencia personal. Cada cabeza es un mundo, sino pregúnteles a los que leyeron El Capital, la Biblia o a Nietzsche y crearon un sufrimiento abominable.

Imaginemos que a un adolescente se le invita a leer Hombrecitos, de Louisa May Alcott, texto que es probable (y sólo probablemente) le sea aburrido, y no por la carga de valores que la obra conlleva sino porque en su realidad inmediata las situaciones y valores que ahí se plantean los personajes, difiere de su realidad. Pero, probablemente, este texto le haga cuestionarse otras cosas; será una lectura obligatoria, impuesta por el docente y, al poco tiempo, será un libro más, y la pregunta que le inquietó es probable que no haya sido tan fuerte como para buscar una respuesta. Aquí es donde entra el peligro del criterio de materiales, ya que al querer escoger un texto “adecuado”, al final no logremos algo: ni fomento de lectura ni fortalecimiento de valores, porque los docentes o los mediadores no han leído los libros de primera mano y se quedan con los clásicos, de los que han oído que sus personajes son muy, pero muy buenos, todo un ejemplo.

Pero si dejamos a un lado esa absurda necesidad de buscar valores en los materiales que se le dan a los potenciales lectores, podríamos simplemente recomendar libros como Martin Pig, El camino de los muertos o Lucas de Kevin Brooks, novelas juveniles ya cercanas a la realidad de los jóvenes, donde se habla de la violencia y el inicio a la adultez de manera abierta, sin tapujos, y a pesar de ser una especie de libros “oscuros” y “angustiantes” (la adolescencia lo es), provocan preguntas que necesariamente exigen respuestas, ya que el contexto es tan cercano a lo que los lectores jóvenes ahora ven en todas partes, que estos libros se convierten en lecturas necesarias: la generación de preguntas y de diálogos internos de los libros de Brooks inevitablemente moverán la escala de valores del lector, sin importar si vive o no la violencia que el libro describe.

El contenido de un libro es el modo en que el autor mira el mundo que le tocó vivir, los personajes tienen su propia escala de valores, el lector no tiene que seguir al pie de la letra lo que autor y personajes le dictan, tiene que decidir lo que a él le conviene más.

La lectura no creará sociedades con tendencias de valores más pulcros. Lo que hace es ampliar nuestro criterio, situarnos temporal y anímicamente, darnos perspectivas más amplias para poder tomar decisiones y comenzar a autodefinirnos. No importa qué valores estén en los materiales de lectura, lo que importa es la empatía que el texto y el lenguaje generen en el lector. Porque basta recordar las campañas de las dos televisoras que han revolcado en la ignorancia a esta país con frases como: “Tienes el valor o te vale” o “Señal con valor”, campañas publicitarias que algunos docentes siguen al pie de la letra.

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