Conrado Roche Reyes
A los 8 años, los niños suelen tener un amigo imaginario, sin embargo, yo no tenía algo semejante. Tenía a “Kike”, un fantasma verdadero y tan real como tú y yo, o como papá o mamá, o como el resto de la gente.
La diferencia estaba en el hecho de que “Kike” era un alma, es decir, un fallecido. Lo dije tantas veces a mis papás, que después de regalarme muchos muñecos para que me olvidara de mi amigo el fantasma, no les quedó más remedio que “aceptar” su existencia y entonces lo dejaron en paz.
“Kike” era un fantasma muy tranquilo, y para ser sincero, algo aburrido. Al principio pensé contarle relatos sangrientos, de ésos a los que son aficionados los fantasmas, pero “Kike” solamente me narraba cuentos con final feliz. Entonces, como se podían armar tertulias macabras con él, me puse a enseñarle algunos trucos, ya que de sucesos de ultratumba: cero, solamente solía flotar con sus enormes ojos abiertos. Pero no aprendió ninguno, lo único que “Kike” aprendió fue el truco de “hacerse al muertito”, pero ese no cuenta porque ya estaba muerto. Cada día éramos más cercanos, fue el hermano mayor que nunca tuve.
Fui la burla de mis amigos, quienes no cesaban de referirse a “tu amigo Kike” con mucha crueldad, ellos y mis papás me convirtieron en el blanco de sus burlas, cada día más agresivas y terribles; yo no soportaba aquella situación. Mi fantasma amigo se ponía muy triste ante mi tristeza incontenible.
Cierto día, “Kike” me preguntó si me gustaría volar, “por supuesto” le dije brincando de alegría… “¡Claro que sí!”, exclamé, y tomándome de la mano, nos elevamos y elevamos hasta confundirnos con las nubes.
Hoy día, en cada aniversario de mi desaparición, papá y mamá dicen a la gente que ven a su amado hijito, parado frente a ellos, comentan a todo el mundo que se les aparece por esa fecha el fantasma de su hijo tomado de la mano con otro fantasma.
Mis pobres papás son ahora la burla de la gente, son los locos de la ciudad…