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Cultura

Unicornio Por Esto: “Yo era la raíz”: Persistencia literaria de Rosario Castellanos en el siglo XXI

A 100 años del nacimiento de la poeta, narradora y ensayista Rosario Castellanos, y a 5 décadas de su trágica muerte, la artista visual y escritora Ileana Garma resalta la importancia de sus ideas y obras en el quehacer literario y la experiencia personal de las mujeres del siglo XXI.
La narradora y poeta "construyó un mundo cotidiano donde la magia, el terror y lo absurdo conviven".
La narradora y poeta "construyó un mundo cotidiano donde la magia, el terror y lo absurdo conviven". / Por Esto!

Reconozco a Rosario Castellanos como a una autora que marcó mis primeras lecturas de adolescente, pero que más tarde abandoné, sin haberla agotado, en busca de voces que creía más arriesgadas e innovadoras. Hoy regreso a ella, por fin preparada para darle el justo valor que mis escasos asideros literarios no pudieron otorgarle.

Agradezco mucho esta invitación, pues me resulta invocada por los hados misteriosos de la literatura, llamémosle a esta coincidencia sincronicidad, diosidencia literaria, la magia poética del universo. Porque al sumergirme en una lectura más analítica, al cuestionar contexto, espacio, deseo e ímpetu de Rosario Castellanos, analizo mi propio quehacer y acepto que precisaba desde hace mucho, su apoyo, su guía, su modelo, como ella lo llamaba.  Descubro que su literatura es vital para mí este momento en mi vida. Es común, ya que el cerebro puede enviar señales similares para ambas sensaciones, confundir la sed con hambre. Ahora que bebo de las letras de Rosario Castellanos, sé que sus palabras son el agua cristalina que hace tiempo buscaba para aliviar mi sed de anclaje literario.

Me siento atraída por el universo literario de Castellanos, donde el mundo indígena late con una intensidad despierta y agreste, cercana, viva, de intrincadas relaciones de codependencia que tienen la forma de una telaraña. Sus novelas están tejidas con hilos de ritualismo y misticismo, mientras que sus cuentos, ensayos, poemas, nos obligan a reflexionar sobre la condición femenina. El lugar femenino, ese sitio incómodo que ocupa la mujer en el mundo. Me siento conectada a Castellanos también por su transición de la poesía a la narrativa, y su admiración a Marcel Proust.

"Le importaba que los jóvenes hubieran leído y estudiado el texto, apoyándose en alguna bibliografía, […]", comentó una de sus exalumnas de la UNAM, a saber, Cristina Barros, hija del Ing. Javier Barros Sierra, Rector de la UNAM en el 68, "aunque tanto o más le interesaba el fenómeno de que los estudiantes revivieran aquel texto de Marcel Proust, pero desde la experiencia de sus propias vidas. De este modo, la literatura se alimentaba a través de la visión de los jóvenes, quienes iban desarrollándose como humanos a partir de su vínculo real y misterioso con el arte de la literatura". Es esta afinidad la que trataré ahora como hilo conductor para hablar de esta gran escritora.

"El único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos", dice Proust. ¿No es esto lo que hace Rosario al regresar al lugar donde creció?, ¿no fue esto lo que la guió en el desarrollo de su Ciclo Chiapas? No se trataba de un paisaje nuevo, sino de un nuevo reconocimiento de la realidad.

Balún Canán, su primera novela, fue escrita en 10 meses. Marcada por una ritualidad que envuelve tanto a indígenas como mestizos, vemos cómo un personaje, la prima Francisca, se convierte en bruja, cambia su cama por un ataúd y no admite más a sus parientes. Vemos a Matilde, otro personaje, que es arrastrada al monte por el Dzulum y somos testigos de la muerte de un niño mestizo devorado por los brujos.

Se ha asociado la narrativa de Rosario Castellanos a la literatura indigenista, porque retrata con claridad las injusticias padecidas por los indígenas chiapanecos, hablantes de la lengua Tzotzil. Castellanos nace en 1925, justo cuando la literatura indigenista comienza su auge, y su infancia está marcada por uno de los últimos episodios históricos relacionados con la revolución, el reparto agrario cardenista, sucedido entre 1934 y 1940. La niña Rosario, una preadolescente, es testigo de cómo su familia es despojada de las tierras que creían suyas y legítimas. 

Hoy, sin embargo, la literatura de Castellanos representa mucho más que esto. Sí, fue testigo de las injusticias y las expuso con claridad, con una capacidad literaria para evocar el pasado hasta dolernos, pero también construyó un mundo cotidiano donde la magia, el terror y lo absurdo conviven. Qué necesaria me parece ante autoras como Mariana Enríquez, Fernanda Melchor, Samanta Schweblin. Sí, un pueblo, una desgracia, una cosmovisión, un horror, una denuncia.

En Oficio de Tinieblas, Castellanos se acerca al terror contemporáneo, porque qué es el terror, si no ver a tus seres queridos lastimados y violentados. ¿Y qué pasa si es todo un pueblo el que sufre? En esta novela, Castellanos vuelve a sumergirnos en una historia de tensas relaciones entre mestizos e indígenas, desplegando voces poderosas, nos sumerge a una ritualidad genuina, original, fruto de su propia cercanía con el pueblo Chamula. Al final de esta historia, un niño es sacrificado en una cruz, crucificado. Se trata de una narrativa vital como antecedentes de la literatura contemporánea escrita por mujeres.

Rosario Castellanos crea un espacio literario único, similar al Macondo de García Márquez o la Santa María de Juan Carlos Onetti, donde Ciudad Real se erige como un escenario vibrante y complejo. Sin embargo, Castellanos va más allá de la simple evocación de un lugar, y teje historias que exploran la condición femenina en un pequeño pueblo mexicano, donde la sociedad ejerce una vigilancia constante y juzga implacablemente. En este panóptico rural, las mujeres son expuestas a la intemperie, reducidas a estereotipos que las convierten en prostitutas o santas, sacrificadas o desvergonzadas. La psique y el carácter de sus personajes femeninos se ven profundamente afectados por esta realidad, y Castellanos los presenta con una riqueza que desafía las simplificaciones y los clichés.

A casi 51 años de la muerte de Castellanos, las comunidades indígenas han sobrevivido, los rituales han cambiado, pero el conocimiento ancestral, legítimo, sigue marcando las pautas, mientras la realidad mexicana no ha logrado dejar de ser injusta y despiadada, ahora quizá con nuevos personajes, nuevos finqueros que siembran cadáveres por todo el territorio nacional, que cosechan la muerte y la impunidad, para luego decir, ¡¿cómo se atreven las mujeres a entrar a un lugar que no les corresponde?!

La obra de Castellanos luce hoy poderosa. ¿Quién es ese Pukuj que arrastró a un niño para arrebatarle su espíritu?, en Oficio de tinieblas, ¿existe hoy, ¿de qué manera?, ¿con qué máscara del patriarcado y del crimen organizado?

A 50 años del 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, sus textos feministas, sus ensayos, su narrativa, su teatro y su poesía tienen una vigencia absoluta, necesaria. ¿Hemos logrado crear la cultura femenina, el ideario femenino que hubiera querido la autora? En De la vigilia estéril, encontramos el poema Origen, la poeta contesta a Emmanuel Carballo que este poemario es un resumen de sus conocimientos sobre la vida, Rosario consideraba sus primeros poemas como un experimento para transitar de lo emotivo a lo concreto, cito el poema:

Origen

Sobre el cadáver de una mujer estoy creciendo,/ en sus huesos se enroscan mis raíces/ y de su corazón desfigurado/ emerge un tallo vertical y duro./ Del féretro de un niño no nacido:/ de su vientre tronchado antes de la cosecha/ me levanto tenaz, definitiva,/ brutal como una lápida y en ocasiones triste/ con la tristeza pétrea del ángel funerario/ que oculta entre sus manos una cara sin lágrimas.

Así como este poema, la escritura de Rosario fue tenaz y definitiva. Escribió narrativa porque desconfiaba del arrebato, de la escritura casual, de la falta de una disciplina que la condujera hacia los lugares que ella necesitaba recorrer, en sus propias palabras: "Quería escribir prosa, porque quería vivir como escritora, quise vivir profesionalmente como escritora, la poesía es algo de lo que no se puede confiar". Fueron estos poemas, sin embargo, los que marcaron las pautas que habría de seguir después, las preguntas, los matices, ya estaban trazados. Cito el poema de

La casa vacía:

Yo recuerdo una casa que he dejado.

Ahora está vacía.

Las cortinas se mecen con el viento,

golpean las maderas lentamente

contra los muros viejos.

En el jardín, donde la hierba empieza

a derramar su imperio,

en las salas de muebles enfundados,

en espejos desiertos

camina, se desliza la soledad calzada

de silencioso y blando terciopelo.

Aquí donde su pie marca la huella,

en este corredor profundo y apagado

crecía una muchacha, levantaba

su cuerpo de ciprés esbelto y triste.

(A su espalda crecían sus dos trenzas

igual que dos gemelos de ángeles de la guarda./ Sus manos nunca hicieron otra cosa

más que cerrar ventanas.)

Adolescencia gris con vocación de sombra,

con destino de muerte:

las escaleras duermen, se derrumba

la casa que no supo detenerte.

Asimismo, sus ensayos deslumbran por su claridad y por su sencillez, nos llevan a un humor estoico, enfurruñado contra los arquetipos que reconocemos, por cómo nos reconocemos, y señalo, cómo nos reconocemos incluso hoy, cuando medio siglo nos separa de su escritura. En mujer que sabe latín, leemos:

"La mujer trabaja y contribuye al sostenimiento de la casa y el marido hace como que no lo nota. Y para que no sufra mengua su autoridad, que es lo que está en juego, el marido exagera sus manifestaciones y se vuelve tirano y agresivo. Y la mujer que no ignora que ella es el detonador de tal violencia, soporta los malos tratos porque, en muchos modos, se siente acreedora a ellos".

Al igual que Marcel Proust, quien se sumergió en la memoria para reconstruir el mundo de su infancia, Rosario Castellanos también busca capturar la esencia de su entorno, pero en su caso, se centra en la voz de los indígenas, el retrato fiel de su estado natal, Chiapas, y la lucha de la mujer, la búsqueda de la identidad en un México en constante transformación.

¿Cómo lo hizo Rosario?, ¿qué pautas marcaron su camino?, ¿quiénes fueron sus modelos? Castellanos era una lectora de mujeres, confiaba en el poder de lo que las mujeres podemos escribir. "En realidad, cada lector es, cuando lee", dice Marcel Proust, "el propio lector de sí mismo. La obra del escritor no es más que una especie de instrumento óptico que ofrece al lector para permitirle discernir lo que, sin ese libro, no hubiera podido ver en sí mismo".

En La mujer ante el espejo: cinco autobiografías notamos que Castellanos se siente parte del camino de estas mujeres, conocía sus historias y, por lo tanto, las conocía a ellas, conectadas como estamos con el ser mujer, por eso cita a Natalia Ginzburg: "mi oficio es escribir y yo lo conozco bien y desde hace muchos años. Confío en que no se me entenderá mal; no sé nada sobre el valor de lo que puedo escribir. Sé que escribir es mi oficio". Con estas lecturas y ensayos, Castellanos se afirma como escritora, valida y exige su lugar en el mundo literario, manifestándose como mujer que escribe con absoluta seriedad, como mujer que conoce su oficio, sus riesgos, su costo, su entrega. Y más tarde, Rosario afirmará: "Lo único seguro, firme, invariable, es el amor al oficio".

Es este oficio la que la lleva a tener una persistencia literaria. Sus palabras son para nosotras, escribe para nosotras, para las mujeres mexicanas que la leemos ahora, que la hemos leído en distintos momentos de nuestra vida, para las profesionistas, las amas de casa, las mujeres que escriben, que exigen, que marchan, que buscan, para las mujeres mexicanas que la íbamos a necesitar.

Cuando, en su diálogo con Violette Leduc, Castellanos afirma: "escribir es transformar lo azaroso en legítimo, lo gratuito en necesario. Nos lo está diciendo a nosotros. Escribir es nacer de nuevo, en un mundo inocente, traspasado de belleza, donde amor no es congoja".

Pienso entonces que me ampara un grupo de mujeres, no estoy sola, Rosario Castellanos ha preparado un camino con su voz auténtica, su inmersión a la memoria, su propia construcción fantástica, en donde las costumbres tienen atisbos de terror y donde su narrativa presenta la explotación y la violencia que somos capaces de ejercer. 

No estoy sola, tengo un modelo a seguir. "El modelo a seguir puede ser un contemporáneo", escribe Castellanos, "el modelo puede ser alguien de la misma lengua, pero de diferente época, el modelo puede ser alguien de otra lengua, de otra época, de otro mundo". Y me pregunto: ¿Quién fue modelo o germen para Rosario Castellanos? Mujeres, fueron esas mujeres a las que ella leía, las mujeres a las que ella comentaba, ensayaba, las mujeres con las que emprendió un diálogo constante, hasta el final de sus días. Es entonces que ahora ella puede ser nuestra raíz, ella era, ella es la raíz que puede sujetarnos a la palabra y hacernos crecer, florecer, entregar frutos.

La amplia y diversa lectura de Rosario Castellanos fue fundamental en la definición de su propio entorno literario. Desde la novelista inglesa Ivy-Compton Burnett hasta la filósofa y feminista Simone de Beauvoir, pasando por escritoras como Doris Lesing, Virginia Woolf, Patricia Highsmith y Penélope Gilliatt, leyó sin prejuicios a Corín Tellado o a Agatha Christie, se nutrió de una variedad de voces y estilos que la ayudaron a forjar su propia identidad literaria. Esta apertura y curiosidad intelectual le permitió a Castellanos absorber y procesar una amplia gama de influencias, que finalmente se reflejaron en su propia obra.

Podemos decir que hace casi 51 años, Rosario Castellanos era una mujer "rara" que se dedicaba al oficio de la escritura en un mundo literario dominado por los hombres, era una mujer que se sentía extraña en la cocina, que viajaba sola, que cuestionaba su maternidad y que se abanderaba con la literatura escrita por sus compañeras. Hoy Castellanos deslumbra por su cercanía, nos representa, actual y necesaria; todas somos Rosario Castellanos.

En palabras de la autora: "Soy yo misma la que quiero verme representada para conocerme, para reconocerme. ¿Pero cómo me llamo? ¿A quién me parezco? ¿De quién me distingo? Con la pluma en la mano inicio una búsqueda que ha tenido sus treguas en la medida en que ha tenido sus hallazgos, pero que todavía no termina". No termina, porque se extiende hasta nosotros, es la raíz de la cual nos tomamos para seguir construyendo. Es el germen ya enraizado sobre la tierra de las palabras, nos toca a nosotros el camino de verla crecer, crecer dentro de nosotros.

Ileana Garma-Estrella

(Mérida, Yucatán, 1985) es una escritora y artista visual mexicana. Licenciada en Artes Visuales por la Escuela Superior de Artes de Yucatán y Creadora Literaria por la Sogem.

En el ámbito literario, ha publicado varios libros de poesía y cuento, entre ellos Uniformis, Cómo vivir sola después de los cuarenta, 29, Días de fiesta y otros cuentos, Ternura, 7 Obra poética e Itinerario del agonizante. Su trabajo ha sido reconocido con varios premios, como el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez (2022), el Premio Estatal El espíritu de la letra (2014 y 2015), y el Premio Nacional de Poesía Caza de Letras' UNAM (2012), entre otros.

Ha sido becaria del FONCA, del SACPC y del PECDA en las especialidades de poesía, pintura y cuento. Asimismo, mereció la beca PECDA en la disciplina de cuento, en la categoría de Creadores con Trayectoria 2024.

Su trabajo literario se ha publicado en diversas antologías y revistas literarias como la antología Buena compañía, Felipe Garrido, ediciones Filey 2025, la antología Estrategia del poema, publicada por Bitácora de Vuelos Ediciones 2020, Una armonía múltiple, antología publicada por la Universidad de Aguascalientes 2019, la antología Casi una Isla: nueve poetas yucatecos nacidos en la década de 1980, publicada por la Secretaría de Cultura de Yucatán en 2015, Nectáfora: antología del beso en la poesía mexicana, publicada por Ediciones Libera en 2009 y La otredad, antología del Instituto de Cultura de Yucatán y del Centro Yucateco de Escritores, 2006. Su cuento “La cena” está publicado en Sureste, antología de cuento contemporáneo de la península.

Como artista visual ha realizado las exposiciones individuales: Uniformis, Sueño que mi madre siembra botones negros, Nesting y Tiempo atrás siempre estoy callada.

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