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Guiado por una de sus más grandes pasiones, el joven de apenas 20 años, José Canto Manzanilla, dedica su tiempo libre a uno de los oficios más complicados , el ser ampáyer de béisbol

Juan Diego Casanova Medina

José Guillermo Raúl Canto Manzanilla decidió ser ampáyer, no para experimentar algo nuevo sino porque le apasiona estar en el campo de juego, realizar su trabajo, aunque en la mayoría de las ocasiones no van a estar de acuerdo con sus resoluciones, por lo que siempre estará expuesto a los reclamos, ofensas, incluso, hasta amenazas de muerte.

Para el joven oficial de 20 años de edad y con casi año y medio desarrollando esta actividad en la Liga Infantil y Juvenil Yucatán, recibir un sinfín de gritos y maltratos, forma parte de la profesión que desarrolla, aunque considera que en cualquier ámbito en la vida de las personas, siempre existirá un motivo para el reclamo cuando alguien no está de acuerdo con tu labor.

Sin embargo, invitó a todas las personas que están en las gradas y les gritan cosas a los “hombres de azul” para que se pongan los arreos y estén del otro lado y sientan en carne propia lo que vive una persona dedicada a esta actividad.

Comprende la situación de las personas que reclaman sin ninguna justificación, porque la posición que ellos tienen ya sea detrás del plato o en bases, añade, es completamente diferente a la que presentan los aficionados en las gradas.

Pero también la profesión que desarrolla José Guillermo tiene más aspectos positivos que negativos.

“Aprender a convivir con otras personas, ser un valioso canal en la educación y formación de un niño para que en un futuro sea un buena persona, un buen ciudadano, y a mí me gusta eso”, afirmó.

La función social del ampáyer cumple una misión dentro de las actividades formativas en la Liga Yucatán.

Rechaza cualquier amenaza o regaño que le hacen los padres de familia a sus hijos por lo que al detectar estas actitudes negativas se acerca a los manejadores y les pide que calmen a los señores, y recomendarles que deben apoyar a los niños porque está reglamentado que las palabras hacia los jugadores siempre deben ser palabras de aliento, sin regaños ni ofensas.

Comparte que la exigencia en un niño que juega en la categoría T-ball y de Kinder B no es la misma en las categorías juveniles porque en las de iniciación están formando a los jugadores y si los ampáyeres se hacen de la “vista gorda” y no intervienen, van a mantener la misma actitud en detrimento del crecimiento y desarrollo de los pequeños beisbolistas.

Su debut como ampáyer fue en el campo 16 precisamente en la categoría T-ball, un 5 de marzo de 2017 y comenta que le gusta trabajar con los niños porque es la división en la que los niños comienzan su formación deportiva.

Su trabajo no está enfocado en marcar “auts” o “safes”, incluye diversas acciones que luego imitan los niños, lo que le produce una gran satisfacción a José Guillermo Canto Manzanilla.

Señala que cuando un niño conecta un faul, levanta el bate y se lo entrega al jugador, o si se le cae algo, repite la acción y se lo devuelve. Este sano ejercicio, agrega, produce un efecto positivo porque los niños de otros equipos, hacen lo mismo.

“Una pequeña acción como esa, a mí me da satisfacción, ver que se apoyan”, asegura.

Pero también hay aspectos negativos que lamentablemente ocurren durante el juego y por supuesto los censura.

Uno de estos casos, explica, en una jugada donde quieren tocar al niño y logra esquivar al defensivo, sin salirse del carril de los tres pies y se marca el “safe”, escucha lo que dicen los padres de familia: “empújalo”, “hazlo más fuerte”, cosas que no deben de hacer.

Recuerda, también, en cierta ocasión un niño estaba cubriendo la posición de receptor en Kinder B y en las últimas entradas del juego resintió los efectos del sol abrasador y ya no quería seguir catcheando, se le veía agotado y no quería seguir.

Su madre, afirma, lo regañó y le dijo que si no continuaría, todos los días lo iba a poner en el sol por dos horas para que se acostumbre.

De inmediato, subraya, se dirigió a la madre de familia y le solicitó, respetuosamente, que sus palabras deben ser para apoyar al niño no para otra cosa y en caso de volver a escuchar otra amenaza, le va a pedir que se retire del campo.

La señora reflexionó que no era la forma correcta para dirigirse a su hijo, asevera, y ya no volvió a decirle nada al niño y la estuvo observando en las demás jornadas y entendió lo que le quería decir, pues será más provechoso que el niño se divierta y aprenda, que el propio resultado.

Un juez justo

Su padre, Pablo Aercel Francisco Canto Larrocha, (+) fue réferi de boxeo y su partida de este plano terrenal le afectó, actualmente está aceptando su ausencia.

Considera que existe una similitud entre la profesión que desarrolló su progenitor, réferi de boxeo y la de ampáyer, pues ambos representan a la autoridad que sancionan las acciones que se desarrollan de cada deporte en común.

Sin embargo, su padre lo aconsejaba en todo momento y el exhorto que le hacía, pese a recibir ofensas y gritos de los aficionados, que esté concentrado en su trabajo y siempre trate de ser un juez justo, sin inclinarse a favor o en contra de algún equipo.

Recuerda que su padre le decía que era una persona neutral y aunque recibió de él los fundamentos de boxeo a los 14 años de edad, nunca sintió inclinación por el deporte llamado de las narices chatas y orejas de coliflor.

José Guillermo Canto Manzanilla inició en el béisbol desde los 8 años de edad hasta los 16 años, defendiendo los colores de los Diablos de Electromecánica, Huracanes y las Águilas.

Señala que la delgada línea que divide la frontera entre los reclamos de los manejadores y los aficionados y las decisiones tomadas por los ampáyeres es la tolerancia, uno de los valores que distingue a los oficiales que sancionan los partidos de béisbol.

No asumir una actitud prepotente, privilegiar la calma y la serenidad, considera las cualidades que debe tener el ampáyer, ya que no es la forma correcta demostrar que uno es la autoridad con una actitud altanera.

En los partidos en los que interviene, indica, estimula la asertividad asumiendo una actitud de equilibrio entre un estilo agresivo y un estilo pasivo de comunicación. En el caso de una jugada de regla, añade, le pregunta al manager su inconformidad y después de platicarlo con su compañero, si tiene la razón, se le da y si no procede la sentencia no se revoca.

En las jugadas de apreciación, aclara, los manejadores no tienen por qué reclamar y en una primera advertencia se le solicita que no vuelva a incurrir de nueva cuenta en esa actitud porque éstas no se discuten.

Sin embargo, se les invita a cambiar su comportamiento, en caso de que los reclamos suben de tono sobre todo cuando provienen de las gradas porque si el manejador no interviene para calmar a los padres de familia, se tendrá que retirar junto con las personas que están gritando.

Ambiciosos proyectos

Para José Guillermo, quien está cursando el segundo semestre la carrera de Contador Público en la Facultad de Contaduría y Administración (FCA) de la UADY, su próxima meta por cumplir en los próximos tres años, sin perjudicar sus estudios, es sancionar un torneo regional o un nacional y posteriormente, terminando su formación universitaria, iniciar su desarrollo profesional como ampáyer en la Academia El Carmen, que en el estado de Nuevo León tiene la Liga Mexicana de Béisbol (LMB).

“Los límites se los pone uno, los límites, mientras tú creas que puedes y no sólo creas sino trabajes en ello, lo vas a lograr; no es sólo decir, sí, quiero ser ampáyer en el béisbol mexicano y me quedo acostado en mi cama, así jamás voy a llegar”, aseguró.

¿Cómo lo vas a lograr?, inquirimos.

Si quiere ser ampáyer de Liga Mexicana, señaló, hay que leer el reglamento, hay que salir a ampayar, hay que salir a correr, hay que tener condición física principalmente en las piernas para aguantar el sol dos o tres juegos, a veces hasta cuatro en una jornada.

La nostalgia lo invade cuando concluye la temporada en la Liga Yucatán pues su rutina cada sábado y domingo la inicia desde las 5 y media de la mañana para prepararse y llegar al inmueble ubicado en el ex ejido de Sitpach antes de que arranquen los juegos a las 8 en punto.

Como su domicilio queda cerca del Parque Kukulcán Álamo, explica, cuando no tiene trabajo, no tiene tareas de la Facultad donde estudia, asiste con su madre, la señora María del Rocío Manzanilla Sansores a los juegos de los Leones de Yucatán.

Mientras transcurre el partido, relata, se fija más en el trabajo de los ampáyeres, cómo marcan las jugadas, como se posicionan en el terreno de juego, que en el desempeño de los jugadores melenudos.

La necesidad de estar en el terreno de juego, el lugar que le apasiona, donde se desarrolla mejor, le permitió tomar la decisión de acudir a la Liga Yucatán en busca de una oportunidad y habló con Manuel Carrillo, coordinador de anotadores y le comentó sus inquietudes, por lo que le sugirió que siendo ampáyer le permitirá estar en el terreno de juego que como anotador.

Lo presentó a Rubén Flores, el coordinador de ampáyeres y así comenzó a escribir su propia historia para impartir justicia en un deporte que lo apasiona.

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