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Torear con arte es acariciar, pero con una sustentación técnica

Cultura Taurina

Por Ele Carfelo

En las transmisiones posteriores a algunas de las corridas que vi en la Televisión de la última Feria de “San Isidro” desde Madrid, disfruté de unos “coloquios” protagonizados por cuatro grandes conocedores de la fiesta de toros… ex toreros y periodistas especializados, tremendamente interesantes, a los que titularon “Ultimo Tercio”, en los que tocaban tópicos acerca de la técnica de la fiesta de toros. En uno de ellos, el tema central versó acerca de la “Sustentación técnica del toreo”, en lo discutido, en esa ocasión, salieron algunas ideas de las que voy a recordar algunas, que versaron acerca de algunos conceptos de los que he tratado en mi columna, acerca del toreo de siempre, tanto antiguo como moderno. Recordaban los participantes, acerca de alguno de los toreros más “artistas” que han existido en la historia del toreo, fue sin duda, Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, hermano del “Rey de los toreros”, Joselito, que en cierta ocasión fue interrogado acerca de lo que era “torear con arte”. “El Gallo” contestó: “Es cuando un torero tiene un misterio que decir… y lo dice”.

Cuando este diestro excepcional veía cómo su hermano José, después de tres o cuatro con el enorme poder de su muleta “quebraba” a un toro, y luego ya no podía torearlos con arte, le decía: “José, tú tienes la culpa, porque para torear, hay que ACARICIAR”.

Juan Belmonte, otro de los grandes artistas del toreo decía: “Torear es acariciar suavemente. El toreo al que le falta POESIA, no es toreo.

Pero esta concepción poética del arte de torear, no tiene la consistencia necesaria para vivir por sí sola, si no se apoya en un SOPORTE TECNICO. De aquí que hay que aseverar que el toreo, como cualquier otra actividad humana, necesita del ESTUDIO… de la TECNICA. El arte, el “duende”, la “poesía, el “ángel” son palabras con las que los taurinos señalamos esa cualidad congénita, característica del artista del toreo. Pero en varias ocasiones les hemos dicho que no es suficiente para un hombre, ese “ángel”, ese “duende”, para ser TORERO, sino que es necesario que sepa LIDIAR a los toros, conducirlos durante la lidia con eficacia hasta la muerte, con el mayor lucimiento posible.

Y ese estudio, ese su conocer la técnica, ese aprender a lidiar, TODO ESTA CIMENTADO sobre un triple soporte que es cierto y será cierto mientras la fiesta sea fiesta. Para que el toreo sea toreo, tiene que tener estas tres características básicas: AGUANTAR, TEMPLAR Y MANDAR. Muchas veces he repetido en mis escritos, pero me dio gusto oírlo en labios de las personas a las que se lo oí en la televisión. Perdóname, lector, si lo vuelvo a repetir.

El toreo, que es el arte de burlar y dominar bellamente a los toros, consiste básicamente en MANTENER EN QUIETUD EL CUERPO, MOVIENDO SOLO EL ENGAÑO CON LOS BRAZOS. Ahora bien, ese movimiento del engaño debe tener un ritmo, el mismo ritmo que la embestida del toro, para poner al alcance de éste, como deseada golosina, una tela que no debe alcanzar nunca, de modo que el animal sea burlado, y llevado hacia donde el burlador quiera.

Entonces, el toreo debe realizarse así:

I.- Con quietud en el cuerpo y las piernas: AGUANTAR.

II.- Con armonía entre los movimientos del toro embistiendo y el engaño burlando, manteniendo la distancia entre ambos…TEMPLAR. Y…

III.- Con dominio absoluto del artista sobre el toro… MANDAR.

Pero entendiendo también que la combinación de estas características, aún siendo TECNICA, no es una operación matemática, ya que el toreo no es aguantar, más templar, más mandar, como decir uno más uno más uno igual a tres… ¡No, no es así! Sino que sólo se puede entender partiendo del TEMPLE, ya que si mientras se torea no se mantiene ese ritmo, no se puede llevar al toro donde se quiere, que es el mando, y si no se tiene al toro donde se quiere, que es el aguante. Es pues, IR POR EL TEMPLE HACIA EL MANDO, PARA PODER LLEGAR A LA QUIETUD. De modo que el torero que no templa, no podrá ponerse quieto, que esto no es toreo, sino “tanoredismo” y, lógicamente, no podrá mandar jamás, no estará TOREANDO. Es por eso que los cronistas taurinos señalan en las crónicas con tanto énfasis cuando el torero es “desarmado”, o sea, cuando el toro le alcanza el engaño y se lo arrebata de las manos. Pues sencillamente porque el torero no está TEMPLANDO la embestida y el toro le ha alcanzado la tela, o sea, que no hay ese ritmo necesario, esa armonía de movimientos no existe, luego no se está toreando, ya que el TEMPLE es la primera condición, y si en ella se falla, las otras no se dan tampoco.

Observemos, pues, con detenimiento, cuando estemos en el tendido, si el torero está moviendo el engaño delante de la cara del toro con ritmo y armonía, situándolo después de cada pase en la posición para el siguiente y ejecutándolo todo con QUIETUD, es que en el ruedo SE ESTA TOREANDO. Y si todo esto no se está dando, lo que está sucediendo en el albero, es otra cosa.

elecarfelo@hotmail.com

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