Conrado Roche Reyes
Por principio de cuentas poseer gracia natural no quiere decir que se tenga al mismo tiempo la condición de ser gracioso. Los toreros que han tenido ese difícil don son todo lo contrario. Lo han hecho en forma natural, porque les ha salido del alma, con talento, con espontaneidad, con ángel…Y con arte.
La gente del toreo no es precisamente poseedora de una manera de ser compuesta, rebuscada, sino antes, al contrario, de una agudeza que surge fluida, cual cristalino manantial. Podemos poner muchos ejemplos de toreros cuyas frases se han hecho acreedoras a la inmortalidad porque fueron pronunciadas con naturalidad y acierto, con sencillez y llaneza, con el solo fin de que surtieran el efecto deseado.
De muchos toreros de antaño se recuerdan y repiten admirables frases y agudos pensamientos, algunos de los cuales pueden calificarse de magistrales y de modelos de observación y de sabiduría. De filosofía, más bien.
Recordemos que cuando se discutía por los aficionados la calidad torera de Guerrita y El Espartero, se le ocurrió decir al gran Lagartijo sencillamente esta sentencia: “Hay que desengañarse. En esto del toreo, unos saben lo que hacen y otros hacen lo que saben”. Ya dijo bastante..
Podemos seguir trayendo a colación cientos de frases más o menos ingeniosas, cuyos autores fueron los más famosos toreros de las diferentes épocas de la fiesta. Pero vamos a recordar solamente dos anécdotas.
La Primera de Manolete, cuando fue corneado de gravedad en la corrida de su presentación en México -1945- y unos periodistas que lo visitaron en el hotel le hicieron la siguiente pregunta. “¿Pero, vio usted que el toro se le venía encima? ¿Por qué entonces, no se apartó?”. Contestación de Manolete: “¡Ya lo creo que lo vi!, lo que ocurre es que yo no me apartaré de los toros mientras me llame Manolete”.
Hablemos ahora de Manuel Benítez “El Cordobés”. Cuando éste toreó en Córdoba, España, su primera novillada con picadores, se le hizo una entrevista que tuvo amplio eco en los medios de comunicación. Al preguntarle si tenía miedo a los toros, contestó, sin dudarlo, de esta manera: “No señor, yo no le tengo miedo a los toros… ¡A la vida sí!”.
Vamos a terminar recordando la figura mítica de Juan Belmonte. Unos aficionados le requirieron su opinión sobre determinado torerito que empezaba. La pregunta fue: “¿Cree usted, don Juan, que este muchacho puede llegar a ser un fenómeno?”. A lo que el Terremoto de Triana respondió.”¿Fenómeno ese chaval? ¡Si se le hincha la cabeza, sí!”.