
Un descubrimiento fortuito durante obras de construcción ha puesto fin a 41 años de incertidumbre para una familia argentina. Los restos óseos hallados en mayo de 2025 en el barrio porteño de Coghlan pertenecen a Diego Fernández Lima, un joven de 16 años que desapareció misteriosamente en julio de 1984.

Noticia Destacada
Revelan el emotivo mensaje que el Papa Francisco le mandó a la madre de Gustavo Cerati
El 20 de mayo de 2025, un equipo de trabajadores de la construcción realizaba excavaciones para cimientos de un muro en la propiedad ubicada en Congreso 3748, Coghlan, cuando se toparon con material óseo humano. El inmediato aviso policial desencadenó una investigación que revelaría una tragedia familiar de más de cuatro décadas.
La vivienda había ganado notoriedad mediática por haber sido residencia temporal del icónico músico Gustavo Cerati a principios de siglo, cuando el líder de Soda Stereo arrendó el chalet a través de un acuerdo con Marina Olmi, reconocida artista plástica y hermana del actor Boy Olmi.
Los especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense examinaron meticulosamente 150 fragmentos óseos recuperados del sitio. El dictamen pericial confirmó no solo la naturaleza humana de los restos, sino también evidencia de violencia.
Los hallazgos forenses revelaron lesiones cortopunzantes en la cuarta costilla derecha, así como traumatismos múltiples en extremidades superiores e inferiores, sugiriendo un posible intento de manipulación corporal posterior al homicidio.
Junto a los restos humanos se recuperaron pertenencias personales: fragmentos de ropa de mezclilla y cuero, un reloj y una corbata, todo enterrado a apenas 60 centímetros de profundidad.
Diego Fernández Lima era un adolescente apasionado del fútbol y las motocicletas cuando, el 26 de julio de 1984, se despidió de su madre con aparente normalidad para visitar a un amigo. Esa conversación casual se convirtió en el último contacto familiar.
"Hasta el día de hoy, mi madre se niega a desconectar el teléfono fijo y pasa las horas observando por la ventana", reveló Javier Fernández Lima, hermano menor de Diego, en declaraciones a La Nación.
Las autoridades policiales de la época desestimaron la denuncia familiar, especulando que el joven había huido con su novia. Esta hipótesis infundada impidió una investigación apropiada y condenó a la familia a décadas de búsqueda infructuosa.
Las pesquisas actuales han identificado al último contacto conocido de Diego: Norberto Cristian Graf, actualmente de 58 años, quien sigue residiendo en la misma propiedad donde se cometió el crimen.
Graf, descrito por testigos escolares como una persona extremadamente reservada, no mantenía amistad cercana con la víctima, pero compartían la pasión por las motocicletas. Ambos estudiaban en la Escuela Nacional Técnica (ENET) N°36.
"Los testimonios de compañeros de curso confirman que no eran amigos íntimos, pero su interés común por las motos los conectaba ocasionalmente", según informaron fuentes judiciales consultadas por La Nación.
La prescripción del delito impide cualquier acción judicial contra Graf, quien convive en el lugar del crimen junto a su esposa e hijos, conociendo perfectamente la ubicación del cuerpo de Diego durante cuatro décadas.
El dolor familiar se intensifica al recordar que Juan Benigno Fernández Lima, padre de Diego, falleció en un accidente automovilístico precisamente en la misma calle donde yacía enterrado su hijo, sin conocer jamás la verdad sobre su destino.
Ante la imposibilidad judicial, la familia Fernández Lima ha iniciado una batalla legal para reformar la legislación sobre homicidios, buscando que casos similares no queden impunes por el paso del tiempo.
Esta cruzada legal representa no solo una búsqueda de justicia personal, sino un esfuerzo por proteger a futuras familias que enfrenten tragedias similares.