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Entretenimiento / Virales

Los resultados de las investigaciones: cómo elaborarlos

Marta Núñez Sarmiento*

Metodología de los “por qué”

XXXIX

Sexta sugerencia para redactar nuestros hallazgos. Es conveniente comparar cada uno de los temas que incluyamos en el informe final con los resultados de otras investigaciones hechas en Cuba y en otros países. Continuaré ilustrando este paso a través de cómo se comportaron los emigrados cubanos recientes al enviar remesas. Para lograrlo cotejé lo que expresó cada entrevistado con las similitudes y diferencias de cómo lo hacían los otros encuestados. Relacioné esto con sus niveles de vida en los países donde radicaban y con los de sus familias y amistades en Cuba. Asimismo, resumí las coyunturas económicas y sociales estructurales existentes en Cuba en esos momentos para comprender cómo ello afectaba a cada uno de los receptores de las remesas. Me aproximé a las historias personales de cada uno de los emigrados entrevistados y, por último, estudié las averiguaciones sobre esta cuestión que publicaron otros autores.

Las cincuenta y cinco personas de este estudio enviaban a familiares y a amistades en Cuba dinero y/o bienes sin una regularidad fija. Las parejas entrevistadas remitían dinero separadamente a sus familiares, pero, generalmente, unían sus entradas cuando se trataba de amigos y amigas comunes.

El sociólogo cubano Ángel Hernández me refirió en una entrevista que en 1994 y 1995 especialistas cubanos estudiaron por primera vez los envíos de remesas en Cuba a través de muestras relativamente pequeñas y conocieron que en el 78 % de los núcleos familiares receptores las mujeres fueron quienes recibieron las remesas y decidieron cómo emplearlas. La edad promedio de ellas rondaba los 54 años. El número de personas beneficiadas por estas remesas fue de 3.7 personas por núcleo familiar. Desde entonces las prácticas investigativas realizadas en la Isla confirmaron que en Cuba la mujer es la principal receptora y administradora de las remesas.

Los entrevistados en mi estudio de caso consideraron que el dinero que remitieron fue utilizado para necesidades diarias y para reparar las casas o agrandarlas. Nadie mencionó que los parientes y las amistades en Cuba ahorraban las remesas “para el futuro”. Consideraron que no hay necesidad de girar dinero para pagar alquileres, hipotecas, para matricular a niños en escuelas o a jóvenes en universidades o para sufragar los servicios médicos. Susan Eckstein y Lorena Barbería afirmaron en un libro publicado por Harvard en 2007 que en Cuba las remesas suelen utilizarse para comprar casas. Nadie en mi muestra mencionó esa coyuntura, posiblemente por mantener estas operaciones en secreto, porque conversé con ellos antes que la compra y venta de casas en Cuba se permitiera legalmente en 2010.

Un estudio publicado en 2008 por el Banco Mundial de Yoko Niimi y Ozden Caglar concluyó que “[…] la participación de las mujeres en el envío de remesas imprime un efecto negativo […] debido a dos causas […] Primero, un nivel alto de emigración femenina indica que más personas emigran con sus familias y tienen menos probabilidades de dejar a familiares detrás. Segundo, los niveles de participación de las mujeres migrantes en el mercado laboral y sus ingresos tienden a ser menores en los países de destino, lo que significa que cuentan con menos ingresos para enviar como remesas”. Ninguno de estos dos factores limitó a los individuos que estudié de remesar a Cuba. No indagué las cantidades de dinero que envían –porque sería una intromisión en las intimidades de cada uno que alteraría el curso de la conversación y porque nadie diría la verdad–, pero sí constaté que, aunque el segundo argumento sí está presente entre las emigradas cubanas, las mujeres y los hombres de este estudio mantienen relaciones con sus familias extendidas en su país y les ayudan. La mayoría de sus padres y abuelos se quedaron en Cuba y las y los migrantes colaboran al suministrar dinero para cuidarles en sus hogares. Las personas a quienes entrevisté conservan lazos cercanos con sus abuelos, ya que les cuidaron en su infancia y adolescencia, mientras sus madres estaban empleadas, muchas de ellas pertenecientes a la primera generación de asalariadas cubanas. Uno de los entrevistados expresó: “Mientras la situación en Cuba esté deprimida tengo que ayudar a quienes me criaron”.

Niimi y Caglar concluyeron que “la elevación del nivel educacional de los migrantes reduce las remesas enviadas” porque “…los migrantes más educados tienden a provenir de familias más adineradas, que dependen menos de las remesas”; “…los migrantes educados pueden traer más fácilmente a sus familias consigo, lo que también disminuye la demanda de remesas” y “…los migrantes educados suelen asentarse permanentemente en su país de destino e invertir en sus activos”. Cuando los hombres y mujeres de este estudio se marcharon de Cuba tenían niveles de vida relativamente altos comparados con la generalidad de la población. Sus familias tenían condiciones mejores que las del resto del país. Sin embargo, decidieron emigrar porque no podrían alcanzar en Cuba sus aspiraciones materiales y espirituales crecientes.

Una vez que comenzaron a enviar dinero y bienes a sus hogares promovieron diferencias entre sus familias y las otras familias cubanas que no recibían remesas. La socióloga cubana Mayra Espina estima que este “efecto diferenciador se amplía porque (las remesas) no constituyen un simple ingreso adicional, sino uno extraordinario, ya que conllevan a niveles de consumo mucho más altos que los que propician los ingresos en la devaluada moneda nacional y porque no están distribuidos homogéneamente en la población cubana, sino de acuerdo a los nexos familiares con los y las migrantes”.

Los migrantes con altos niveles educacionales incluidos en este estudio no tienden a traer desde Cuba a sus familiares a vivir con ellos de manera permanente en sus nuevos países de residencia, sino que les ayudan a sufragar sus gastos en Cuba con vistas a que vivan “más confortables” y mejoren sus viviendas para que los migrantes puedan disfrutarlas durante sus visitas a la isla. No quieren que sus familiares pierdan el acceso a la salud, a la seguridad social y a las viviendas que tienen en Cuba. Algunos han invitado a sus madres y padres a visitarles por varios meses con un doble propósito: para darles “un nuevo aire” con relación a las difíciles condiciones de vida imperantes en Cuba y para que les ayuden a cuidar a sus hijos pequeños.

Séptima sugerencia. Cuando redactemos los resultados tenemos que incorporar las palabras exactas que usaron los entrevistados al responder nuestras preguntas o mientras los escuchábamos en el transcurso de la observación participante, incluso con errores de pronunciación o, simplemente, esas “malas palabras” que casi todas aparecen en los buenos diccionarios. Esto aporta vida a nuestra escritura para que se escuchen las voces de las personas que nos abrieron aspectos de sus modos de ser.

¿Cómo razonar que los emigrados cubanos invitan a sus familiares cercanos a los países donde residen “para que cojan un aire”? Es un término muy cubano que significa que “descansen” de los avatares diarios que vivimos en Cuba. Al indagar entre algunos de estos padres y abuelos cómo se sintieron “allá afuera”, casi la totalidad respondió que les “encantó” ver a sus hijos y nietos, vivir más confortablemente que en sus casa cubanas y salir de compras, pero que no soportaron “estar encerrados en los apartamentos”. Dijeron que “…añoraba hablar con la gente, aparecerme a cualquier hora en la casa de una vecina a tomarle el café sin avisarle antes”, o “no tenía nadie con quien jugar dominó”, y “hasta extrañé (en el sentido de “evocar”) ir a buscar el pan de la libreta (de abastecimientos)”.

Concluyo este artículo exponiéndoles las palabras que me dijo una propietaria de un pequeño negocio privado en otra investigación que publiqué en 2014. Con el fin de explicarme diáfanamente por qué había dejado su empleo público y había abierto una mesa en el portal de su casa para vender alimentos ligeros, usó la letra de una canción de José Alfredo Jiménez: “¡Oye, eso de que con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero pasará en México, pero aquí para hacer lo que uno quiera hay que luchar el dinero!”.

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