Ocho artistas de la lente narran sus impresiones de la ciudad en la exposición colectiva Habana, un homenaje a la capital de Cuba y recordación a Raúl Corrales, como parte de la XIII Bienal Internacional / El evento se desgrana e inserta de forma atrevida en el paisaje citadino
Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga y Doriam DíazEspecial para POR ESTO!
LA HABANA.- Bajo miradas diversas, como diversa es ella, la capital cubana es vista sin afeites por nueve artistas de la imagen que la usan “como pretexto” –según confiesa el propio texto de salutación de la muestra– para juntar su trabajo y homenajear la ciudad en que viven, en el año de su 500 aniversario.
Así, variadas historias citadinas son narradas desde las perspectivas, también diferentes, de los fotógrafos Hilary Duffy, Arien Chang, Leysis Quesada, Lisbet Goenaga, Jorge Gavilondo, Sandor Rodríguez, y Claudia y Raúl Corrales, nieta e hijo, respectivamente, del desaparecido Raúl Corrales: uno de los artistas que ha plasmado en imagen, para la historia, momentos y figuras trascendentales de la Revolución cubana.
Gracias a ese propósito logrado de retratarla por dentro, la exposición Habana traspasa las fachadas de la capital y las ropas de sus gentes para mostrar el corazón de quienes habitan esta importante urbe de Cuba.
Numerosos artistas, amigos de la fotografía y público en general asistieron a la apertura, efectuada en el marco de la XIII Bienal Internacional de La Habana, y que resultó motivador aperitivo de la verdadera fiesta de las artes visuales desatada ya por el evento aquí y en otras cuatro provincias, hasta el 12 de mayo.
La Bienal abrió formalmente sus puertas el viernes en la galería Wifredo Lam, y contempla un amplio y variado programa que, como es usual, se materializa simultáneamente en distintos espacios, y abre de nuevo esa posibilidad que solo ella brinda, de que el público interactúe con las obras y con sus autores.
Una isla de Cuba hecha de cafeteras viejas, elefantes paseando en plena calle, cucarachas gigantes subiendo por la pared de un cine o el remedo del mitológico Caballo de Troya han sido algunas de las obras más sugerentes de las últimas ediciones en la categoría de instalaciones. Esta, recién abierta, también depara sorpresas.
Aprovechando e insertándose en el paisaje, la Bienal acerca el arte a los habitantes de La Habana y se desgrana en multitud de vertientes, tales como la pintura, la serigrafía, las instalaciones, la cerámica y el performance.
Este año se suman, además, muestras colaterales que anuncian verdaderas joyas como la prevista en el edificio de Arte Cubano del Palacio de Bellas Artes, donde podrá apreciarse parte del quehacer del Premio Nacional de Artes Plásticas 2018 José Ángel Toirac como parte del proyecto La posibilidad infinita. Pensar la nación, donde expondrá obras como “Relicario”, una atrevida instalación de 20 pedestales.
Otros nueve Premios Nacionales estarán presentes en la Bienal, como los laureados Manuel Mendive, Roberto Fabelo, René Francisco Rodríguez, José Manuel Fors y José Villa Soberón.
Sin miedos
Exhiben artistas consagrados y noveles. Para algunos, como la fotógrafa Lisbet Goenaga, este es el primer contacto con el público cubano. Lisbet se estrenó como expositora en Mérida, donde pudo apreciarse su arte como parte de la Filey con la exposición Tras el espejo.
Entonces anunció que no iba a parar, y lo está cumpliendo. Dos colecciones de fotos en torno al Malecón habanero y la intimidad del hogar ofrecen ahora su mirada acerca de la vida capitalina en la Isla.
Colaboradores de los diarios POR ESTO! , para los cuales tributa fotos, acudieron a la galería Raúl Corrales a darle los parabienes junto a la titular de Relaciones Internacionales y Marketing del periódico, Alicia Figueroa.
La exposición colectiva es una amalgama de visiones que ofrecen un verdadero abanico de escenas habaneras de todos los tiempos.
Cubanos con el espendrú de los años de 1980, en una fiesta; niños que retozan desafían las olas que bañan los arrecifes; un hombre que porta un cartel alusivo a Fidel o el espejo con el azogue gastado de una cómoda vieja, se dan la mano en esta amalgama de instantáneas.
Claudia Corrales, propietaria de la galería que lleva el nombre de su abuelo y una de las artífices de la exposición Habana, explicó a Por Esto! que se trata, precisamente, de mostrar la riqueza arquitectónica y humana de la capital de Cuba.
“Hay fotografías en blanco y negro, a color; exteriores e interiores, y se reflejan diversas etapas de la vida capitalina. Son fotos de varias épocas: los años de 1980, los 90, la de hoy… La Habana marginal y también La Habana más kitsch. Pero esa variedad no nos importó, por el contrario, esa es La Habana contemporánea”.
Califica la galería, que se inauguró hace apenas dos meses, como un proyecto familiar puesto en marcha, sobre todo, “con el propósito de mantener viva la memoria de mi abuelo, quien falleció hace 13 años, y cuya obra se estaba perdiendo un poco.
”Era interés familiar hacer algo. Mi padre, igualmente fotógrafo y nombrado también Raúl Corrales, y yo, nos unimos en este espacio, que por el momento funciona nada más como galería, y donde queremos apoyar a los artistas noveles y menos conocidos. Pero el deseo es hacer de la sala un amplio espacio cultural.
”Nuestro interés es, sobre todo, dar preeminencia a la fotografía documental, que es a la que mi abuelo siempre aportó. Pero mi padre y yo tampoco queremos ceñirnos a esa vertiente, que es la que el abuelo más trabajaba. Queremos apostar a la fotografía en general”.
Trabajos icónicos del legendario Raúl Corrales pueden apreciarse en una muestra permanente que exhibe una parte del salón, donde se da cuenta de esa vocación del experimentado artista por mostrar la vida cubana a través de su cámara.
Cerebro, ojo, corazón
Raúl Corrales se consideraba un cronista gráfico de la Revolución por accidente de la época, pues “le tocó estar allí”, recuerda la experta Lesbia Ven Dumois. “Eso es precisamente la fotografía: estar allí”.
Todo lo que pueda encontrarse en sus fotos es su manera de ver la vida, decía él, según Lesbia, pues trató de retratar las cosas como quería enseñarlas a los demás.
Se inició en los años de 1940, en una dependencia del Partido Socialista Popular, donde compartió con otros reconocidos fotógrafos, no solo por interés profesional, sino por su formación política y revolucionaria, cuenta ella.
Su modo de hacer lo acercó al pensamiento de Henri Cartier Bresson cuando afirmó que “el relato fotográfico involucra una operación conjunta del cerebro, del ojo y del corazón”.
Ahora, al revisitar la obra de años de entrega con pasión y respeto al medio artístico fotográfico en todas sus facetas, desde el conocimiento de la técnica del laboratorio hasta la edición, pasando por la búsqueda y el encuentro con la imagen, desde la estética de la miseria hasta la respuesta solidaria y ética, demuestra Corrales en su obra la fuerza expresiva y la agudeza visual de quien con razón se le considera el “Maestro de los Maestros del género fotográfico en el país”.