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Entretenimiento / Virales

¿Por qué las ciudades y los pueblos de Yucatán están aniquilando el paisaje cultural?

Antropólogo Jorge Franco Cáceres

Durante décadas, los partidos políticos en los poderes y los organismos empresariales a su servicio acusaron que la mala planeación de unos y la desatención de otros causaron el caos urbano determinante de la destrucción de la naturaleza regional.

Según ellos, el desorganizado crecimiento de las ciudades y los municipios de Yucatán causó la reducción de los espacios naturales de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos, generado un avance urbano insostenible por ser injusto con el medio ambiente. Aquí procede advertir que, aunque este parece ser un discurso coherente, no va más allá de la simpleza medioambientalista.

Lejos de la noción avanzada del paisaje cultural, los partidos y los organismos hablaron también del derecho humano a la vida urbana, señalando que debería existir el derecho de la naturaleza a ser respetada. Nunca se entendió a qué se referían al mencionar ese derecho de la naturaleza frente al crecimiento de las ciudades, como tampoco quedó claro de qué se trataba cuando hablaban de ese otro derecho a la vida urbana.

Quizá se les hubiera entendido algo si hubieran sido capaces de explicar que el paisaje cultural ha sido el resultado de la acción del desarrollo de las actividades humanas en el territorio yucateco, cuyos componentes distintivos son: 1) el entorno natural: la orografía, el clima, el suelo, la vegetación, el agua, etc.; 2) la acción humana, es decir, la modificación histórica o alteración sistémica de los elementos naturales, así como las construcciones para una finalidad concreta, y 3) la actividad desarrollada o componente funcional en relación con la economía, formas de vida, creencias, cultura, etcétera.

Sin embargo, únicamente preocupados por la naturaleza regional en abstracto, los partidos políticos y los organismos empresariales pretendieron que ésta solo padece una emergencia ambiental por culpa de alguien que tiene poder que no usa o mal invierte. Sucedió así porque tampoco asumieron que, con valoración científica y ponderación humanística, era el paisaje cultural quien enfrentaba un plazo fatal debido al crecimiento urbano.

Partidos y organismos manifestaron en su momento que el desorganizado crecimiento de la capital, otras ciudades y todos los pueblos yucatecos, era prueba de la incapacidad del estado para controlar la aniquilación de los espacios naturales. Alentaron la creación de grupos ambientalistas y militancias ecologistas para enfrentarlo con más quejas en los medios que resultados en las gestiones.

Nunca vieron que el paisaje cultural estaba siendo aniquilado desde los equipos de expropiadores agrarios, especuladores prediales, fraccionadores urbanos, inversionistas externos y desarrolladores inmobiliarios. Y menos reconocieron que, a pesar de mantenerse ajenos a cualquier intento de establecer contenidos de desarrollo sostenible desde las leyes y las instituciones, estos agentes mantienen control de lo que se hace con los espacios naturales para convertirlos en territorios urbanos.

Mientras que la mayor parte de la población yucateca crece en las ciudades y los pueblos, cada vez es menor la gente que permanece en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos. Esto significa que hay demanda de más zonas metropolitanas y más conjuntos de municipios urbanizados por todo Yucatán. En consecuencia, avanzan también los empeños empresariales de aniquilación sistémica del paisaje cultural con o sin la aprobación de las autoridades y los gobiernos.

De acuerdo con las investigaciones avanzadas sobre la aniquilación paisajística desde las obras industriales y turísticas realizadas en las ciudades y los pueblos, procede señalar que el crecimiento urbano de las últimas décadas ha sido propiciado por los mercados financieros e inmobiliarios del extranjero. Y destacar también que estos mercados transnacionales han sido los principales beneficiarios de la mala planeación estatal y la desatención oficial que en su momento acusaron los partidos políticos y los organismos empresariales.

La realidad sobre la aniquilación del paisaje cultural en Yucatán es que las ciudades y los pueblos crecen sin control científico y humanístico a costa de los espacios-territorios de las comunidades y los ejidos.

Todo puede pretenderse políticamente como resultado del abandono de la actividad agropecuaria, de la fractura de los sistemas naturales o de la expansión urbana de interés inmobiliario; sin embargo, lo cierto es que el paisaje cultural es una realidad compleja que no conviene aniquilar desde las ciudades y los pueblos, porque está integrado por componentes naturales y culturales, tangibles e intangibles, cuya combinación configura el carácter que lo identifica como tal.

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