Marta Núñez Sarmiento*
XXIV
El artículo anterior lo concluí con una canción que descubrí, Paren de matarnos de los argentinos Guillermo Berezñak y María Paz Ferreyra, quien la canta como Miss Bolivia. Los lectores de Unicornio podrían preguntarse por qué escogí una balada que no es cubana, cuando estoy comentando cómo se estudia la violencia en mi país, y es porque me impactó por la manera desgarradora con la que denuncia dura y líricamente la expresión más brutal de la violencia hacia las mujeres, el feminicidio. Aunque en Cuba existen los asesinatos y homicidios de mujeres, no constituyen fenómenos del día a día, lo que explica que esta categoría de la violencia de género no aparezca entre las canciones contemporáneas. Por este motivo decidí analizar una muestra de las obras musicales de diferentes países latinoamericanos y caribeños que exaltan maltratos físicos y psicológicos hacia las mujeres, los que podrían promover acciones de brutalidad extrema hacia ellas.
Suelen ser canciones tan popularizadas en los medios, con melodías románticas o acompañadas de ritmos contagiosos, que las disfrutamos sin percibir cuán dañinos resultan sus contenidos que legitiman los maltratos hacia las mujeres. De esta manera la televisión y las redes sociales que trasmiten este tipo de videos musicales se convierten en armas de largo alcance que disparan misiles que impactan en las personas justificando comportamientos abusivos bajo la cobertura de estereotipos de amores intensos.
Resumiré aquí unas cuantas de estas canciones con el fin de llamar la atención de la población, sobre todo de sus sectores más jóvenes, para que, de ser posible, creen grupos de reflexión en los que saquen a la luz sus verdaderos mensajes machistas, los comparen con sus propias conductas, las de personas cercanas y contribuyan a combatir la violencia de género. Se trataría de debatir los mensajes que trasmiten a través de sus letras y en las manifestaciones extremadamente sexistas –prácticamente pornográficas– en las que se mueven los cuerpos femeninos y masculinos, así como el énfasis en enfocar preferentemente partes de los cuerpos de las féminas. Cuando se descubren las actitudes machistas que trasmiten estas canciones, en especial las que difunden la violencia, se avanza en el respeto hacia la integridad física y psicológica de las personas.
La muy popular Mátala, del mexicano Alejandro Fernández, comienza aludiendo directamente al feminicidio cuando dice:
Amigo, qué te pasa, estás llorando. / Seguro que es por desdenes de mujeres. / No hay golpe más mortal para los hombres / que el llanto y el desprecio de esos seres. / Amigo, voy a darte un buen consejo, / si quieres disfrutar de sus placeres / consigue una pistola, si es que quieres, / o cómprate una daga si prefieres / y vuélvete asesino de mujeres.
¡Increíble que en pleno siglo xxi escuchemos semejantes consejos! A continuación pretende suavizar esas instrucciones sugiriendo procedimientos matadores que encubre con vanas metáforas de procederes edulcorados: “Mátalas con una sobredosis de ternura. / Asfíxialas con besos y dulzuras. / Contágialas de todas tus locuras. / Mátalas con las flores, con canciones, no les falles / que no hay una mujer en este mundo / que pueda resistirse a los detalles / Despiértalas con una serenata / sin ser un día especial, llévales flores. / No importa si es la peor de las ingratas / que tú no eres un santo sin errores”.
Si sometemos esta letra a un análisis de contenido en el transcurso de un taller sobre violencia de género reconoceremos que eso de “¡Mátalas” recorre casi todos los versos. Como la balada inició con la incitación a un asesinato real, no quedará dudas que los acercamientos con serenatas y flores podrían convertirse en una manera de preparar el terreno, de ablandar a la víctima para cumplir el objetivo deseado de terminar con su existencia.
Paso a un reguetón muy difundido del cantante de origen puertorriqueño Bryant Myers, Ojalá, ojalá, muy, pero que muy distante de la balada homónima del cantautor cubano Silvio Rodríguez.
La primera estrofa es el estribillo donde anuncia los horrores que desea el hombre a la mujer que lo dejó: “¡Ojalá, ojalá / que sufras siempre y nunca pares de llorar! / Que te enamores y que te vaya mal / y que amanezcas sola en un lugar que no te puedan encontrar”. No reproduzco la sarta de maldiciones que le dedica a su examante cuando se marchó, porque son repugnantes e impublicables. Expongo cuántas amenazas extremas dirige el cantante a la mujer que lo abandonó, seguramente por miedo a que siguiera golpeándola: “Te vas a arrepentir, te lo advierto. / Me dejaste el corazón abierto. / Te sueño dormío (sic) y te sueño despierto. / Por tu culpa estoy vacío como un desierto”. Más adelante declara: “Ahora tú estás feliz, / Dices que estás normal. / Te vas a arrepentir / cuando te sientas mal. / Cuando te haga falta alguien que te sepa amar, / sé que vas a venir / pero no voy a estar”.
Evidentemente, el actor principal de la melodía manifiesta su despecho ante el desdén con diatribas hacia la mujer que enfermizamente ama. La letra se torna más y más violenta: “¡Ojalá que él nunca te perdone y que te caigan encima todas las maldiciones! / ¡Ojalá ese cabrón te traicione y que nunca te compre todas tus ilusiones! / ¡Ojalá por malagradecida / se te acorten los días de tu vida! / ¡Ojalá ese que el día de despedida no llegue al año nuevo y te mate una bala perdida!”. Sus blasfemias homicidas llegan también al nuevo amante: “¡Ojalá el que cogiste pa (sic) novio mañana lo maten y tú lo llore (sic) en un velorio.”
Es imprescindible develar los reales contenidos asesinos de canciones como ésta porque pasan inadvertidos, hasta el punto que se convierten en ritmos populares que encabezan por semanas las listas de temas musicales preferidos por el público. Los comunicadores, los activistas sociales, los maestros, los científicos sociales tienen que denunciar ante sus auditorios los daños reales que conllevan letras de este tipo. Están obligados a abrirles los ojos a los estudiantes de las escuelas secundarias, esos adolescentes que se inician en las lides amorosas; o a las parejas que atraviesan momentos de desamores, en fin, que conviertan a las personas que los escuchan en promotores de la violencia contra la mujer.
Ello requiere entrenarles en métodos de la educación popular para que comprendan que estas melodías, aparentemente creadas para entretener, pueden provocar o legitimar situaciones proclives a la violencia de género. Esto aparece frecuentemente en canciones de amor referidas a los celos, a las pasiones irrefrenables, a la posesión absoluta de la persona amada y éstas pueden influir negativamente en los comportamientos de los enamorados si no poseen una educación emocional apropiada. Pueden empezar por letras que evocan levemente ejercer el poder sobre la persona amada: “tú serás siempre mía”, para terminar en las pasiones que, de veras, asesinan al ser querido, como sucede con el ejemplo que recién sinteticé.
Sugiero a los lectores que busquen la letra de 50 sombras de Gray, del dominicano Arcángel, para que comprueben hasta qué punto pueden llegar los contenidos violentos de ciertas canciones a “entontecer” sus auditorios, que las repetirán hasta el infinito, incluso replicando sus mensajes en acciones reales.
Concluyo este trabajo con dos canciones que son himnos contra la violencia hacia la mujer. Sus contenidos pueden servir como alternativas a las canciones que trasmiten la violencia. Desgraciadamente, estas últimas las sobrepasan.
La primera, Salir corriendo, es del grupo español Amaral.
Nadie puede guardar toda el agua del mar / en un vaso de cristal. / ¿Cuántas gotas tienes que dejar caer / hasta ver la marea crecer? / ¿Cuántas veces te ha hecho sonreír? / Ésta no es manera de vivir. / ¿Cuántas lágrimas puedes guardar / en tu vaso de cristal? / Si tienes miedo, si estás sufriendo, / tienes que gritar y salir, salir corriendo. / ¿Cuántos golpes dan las olas / a lo largo del día en las rocas? ¿Cuántos peces tienes que pescar / para hacer un desierto en el fondo del mar? / ¿Cuántas veces te ha hecho callar? / ¿Cuánto tiempo crees que aguantarás? / ¿Cuántas lágrimas vas a guardar / en tu vaso de cristal?/ Si tienes miedo, si estás sufriendo / tienes que gritar y salir, salir corriendo.
Fito Páez compuso un brevísimo himno contra la violencia hacia las mujeres que tituló Aleluya al sol: “Chicas en América, / En la Cruz del Sur, estallaron la revolución. / Todo el mundo en las plazas con banderas gritan / ¡Qué no haya ni una menos! / ¡Crimen no es pasión! / Ajustate (sic) el cinturón, boy. / Es la vida que se abre paso / Bajo las estrellas”.
La semana próxima analizaré canciones cubanas proclives a la violencia de género y otras que la combaten.