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Entretenimiento / Virales

Una mirada antropológica a los espacios-tiempos en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de la Península de Yucatán

Antropólogo Jorge Franco Cáceres  

Pasados de presunta luminosidad y presentes de indudable opacidad conforman la totalidad histórico-social atribuida a las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de la península de Yucatán. Puede plantearse esta dualidad de uno u otro modo en Yucatán, Quintana Roo o Campeche y los resultados locales son los mismos: se reiteran las versiones construidas durante el siglo pasado o se imponen silencios sepulcrales para evitar los debates.

En esos juegos imaginarios y combates maniqueístas de yucatecos, quintanarroenses y campechanos –que tendrían que asumirse como cambio y continuidad en términos de Henri Favre y/o de cultura de la pobreza de Oscar Lewis, más que continuum folk de Robert Redfield–, puede verse que la vida tradicional en las comunidades y los ejidos intenta recrearse a sí misma desde el legado ancestral que sucumbe ante la realidad moderna. En nuestra región peninsular, nada podría ser más utópico para las comunidades y los ejidos que conseguirlo.

Redfield definió a las “sociedades folk” como aquellas que subsisten en aislamiento desde comunidades pequeñas, con transmisión oral del conocimiento, costumbres y valores de origen ancestral, con fuertes lazos de acompañamiento y solidaridad, y donde prácticamente todo es homogéneo. Frente a estas comunidades primarias organizadas mediante relaciones de parentesco familiar y alianzas por matrimonios religiosos, estaban las sociedades desarrolladas, propiamente urbanas, caracterizadas por la heterogeneidad social y cultural.

Las “sociedades folk” del investigador norteamericano de la Universidad de Chicago parecían desde entonces unidades idealizadas o entidades creadas; que acaso podían aplicarse como modelos teóricos a una u otra sociedad especial en toda la magnitud del contínuum. Su visión ha sido criticada de carácter neo evolucionista, al plantear que en el continuum folk urbano el mundo rural se incorporaba de forma ascendente al proceso civilizatorio característico de las ciudades modernas.

Favre en los años setenta y Lewis en los ochenta, dejaron atrás la interpretación del cambio y la continuidad histórico-social de Redfield, al evidenciar en sus investigaciones destacados contenidos culturales dejados de lado por su trabajo.

El francés Favre demostró que las comunidades agrarias y los ejidos campesinos de pueblos originarios, aunque acusen la influencia de las costumbres, la técnica, las leyes, el modo de vida de los vecinos de las ciudades próximas, esto no significa que hayan adoptado la mundividencia de los vecinos civilizados.

Lewis, por su parte, generó la noción de “cultura de la pobreza” como una “cultura de la vecindad”, es decir, espacios-tiempos susceptibles de analizarse desde interacciones entre mundos de aldeanos y mundos de urbanos. Con esto, el también norteamericano buscaba probar que esas comunidades no eran armónicas ni estables y que sus cambios culturales no provenían de ninguna fuente civilizatoria externa, sino de heterogeneidades histórico-sociales propias. Lewis encontró reproducción de lazos familiares y espíritu comunitario extensivo a los que comparten la misma procedencia, tal como procede este suceso en las comunidades agrarias y ejidos campesinos de la península de Yucatán.

Así las cosas, aunque quede claro gracias a Favre y Lewis que luminosidad y opacidad –más cercanos como ideas teóricas al ascenso y la decadencia en términos del alemán Oswald Spengler– son parte de una misma esencia histórico-social de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos en toda la península yucateca. Los

yucatecos, quintanarroenses y campechanos han dispuesto percibirlos como aspectos separados dentro y fuera de ellos, es decir, como si no fueran etapas del mismo proceso determinante de sus historias contemporáneas y sus culturas actuales. Sin lugar a duda, se han dispuesto controles oligárquicos para que esto ocurra y se han establecido dominios elitistas para que se proceda al respecto.

Desde un señalamiento crítico de la apreciación imaginaria y maniquea de los poderes políticos y las fuerzas sociales de Yucatán, Quintana Roo y Campeche, responden los jefes de las comunidades mayas que los sucesos espacio-temporales son iguales en lo cercano que en lo lejano; que son iguales cuando son vistos desde adentro o desde afuera; que son iguales en lo que corresponde a uno como persona o a todos como colectivo; que son iguales cuando se trata de propios o de extraños, etcétera.

Y lo dicen así porque los profetas, los escribanos y los sacerdotes mayas quieren dejar claro ante los extraños dos cosas: 1) que todos los cambios celebrados en los tiempos extraordinarios son parte de las continuidades no festejadas en los tiempos ordinarios, pero que 2) ambos procesos son integrantes de la misma memoria del espacio-tiempo histórico-social.

En consecuencia, cada momento de la historia social de las comunidades agrarias y los ejidos campesinos ha servido para construir en la imaginación de propios y extraños una historia posible de ser relatada en múltiples versiones que, a pesar de sus diferencias sintácticas, guardan la misma esencia semántica. Sin embargo, sucede que a través de las historias hegemónicas, se ha intentado y se sigue intentando comunicar al mundo exterior una totalidad histórico-social ajena a la cultura de las comunidades y los ejidos.

Que reconozcamos a las comunidades y los ejidos como espacios-territorios y les encontremos explicaciones económico-patrimoniales sujetas a los intereses financieros y comerciales del mercado global, nos sitúa dentro de una realidad analítica contemporánea, a pesar de los vacíos de índole medioambientales y socioculturales que pudiera tener.

Desde esta perspectiva integral y avanzada, las unidades en cuestión son diferentes de lo que actualmente se cree que son como totalidad, y sus cambios y continuidades dejan de ser partes de unidades idealizadas, entidades creadas o, incluso, de misterios sociales y fantasías históricas

No aceptamos unidades idealizadas o entidades creadas, y tampoco que los mitos en las comunidades agrarias y los ejidos campesinos sean misterios inexplicables ni fantasías atesorables al más puro estilo comercial de los presuntos benefactores del turismo regional. Se trata de memorias cifradas en las que personifican los procesos de cambio y continuidad en la historia y los fenómenos artífices de los mismos en la cultura, dándoles así a los campesinos y los ejidatarios la posibilidad de traer el pasado a su presente, para asumir su realidad temporal sintiéndose parte de una totalidad que es social e histórica.

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