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Entretenimiento / Virales

Crítica y espectáculo

La generación de teatreros formados por grandes maestros ha sufrido tres pérdidas recientes: Héctor Suárez, Pilar Pellicer y Héctor Ortega. Estudiantes en la escuela del INBA y de la UNAM, alcanzaron a Seki Sano, el comunista norteamericano llegado a México, perseguido por la Comisión del senador McCarthy. Formó a Wolf Ruvinski el actor perfecto para el papel de patán de las obras de Arthur Miller. Con Magda Montoya, la bailarina promotora de la danza moderna, organizó como reducto cultural de vanguardia a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas. Dagoberto Guillomain, José Solé, Ignacio Retes, el escándalo de Rodolfo Usigli con El Gesticulador, prohibida con la complicidad de Salvador Novo, director del Departamento de Teatro del INBA, Fernando Wagner, Luisa Josefina Hernández y hasta Alejandro Jodorowsky, enseñaron a reflexionar a Brecht, Stanislavski, los autores mexicanos emergentes como Emilio Carballido y Sergio Magaña, los promotores de performances antes del uso de este nombre para designar la articulación de sistemas de signos artísticos diversos.

El 7 de junio se dio la noticia de la muerte de Manuel Felguérez, excelente escultor con chatarra en el Cine Diana, en las casas de los arquitectos Larrosa y Parra, el famoso Caco, el Balneario Olímpico donde Gelsen Glass organizó una jornada de pintura y acciones de Jodorowsky con su Teatro Pánico, mientras él y Felguérez hacían un mural. Críticos como Miguel Guardia, Raquel Tibol, Margarita Nelken, Malkah Rabel y luego Armando Partida, difundieron este gran movimiento.

Héctor Ortega fue captado por Teatro en Coapa, experiencia transhumante dirigida por Héctor Azar para beneficio de los trabajadores del establo y los campos de pastoreo que rodeaban la Preparatoria 5 de la UNAM. Esta experiencia marcó de por vida a quienes como Héctor y Oscar Zorrilla, dedicaron su vida al teatro. Oscar sería fundador de servicios universitarios con beneficios más allá de la escolaridad, como el Centro de Lenguas Extranjeras y la Educación a Distancia.

Héctor militó en el Partido Comunista y luego en los partidos de frente amplio resultantes de su disolución. Cuando la primera candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la República, participó activamente en un colectivo para organizar la cultura necesaria, al lado de figuras como Taibo II y del gran promotor y productor Hiquíngari Carranza, que prestaba el Centro Cultural El Juglar para las reuniones. A la par, Héctor participó en películas tan importantes como Tivoli y Caltzontzin Inspector, para hacer del buen humor un antídoto contra la vulgaridad de la industria del espectáculo y la solemnidad de las élites. Luego de sus experiencias con Alfonso Arau trabajó con el Perro Estrada y con su hijo, como todos, víctimas de la distribución y la producción al servicio de Hollywood. Buscado por los directores, Héctor trabajó en telenovelas en la modalidad de “característico”, es decir, el papá o el abuelo.

Vecino de Tlalpan, montó en el que fuera cine, obras de teatro como Esperando a Godot para formar un público receptor de la vanguardia del teatro del absurdo (aparente), bien recibido por la transformación de sus personajes en teporochos callejeros. Semejante fue la audacia de su colega Rodolfo Alcaraz, quien montó con trabajadores y estudiantes de la Universidad de la Ciudad de México, Las sillas, también de Ionesco, para presentarla en el Reclusorio Oriente con teatro lleno y público disciplinado. Los teatreros recluidos subieron al final al escenario a dialogar, mientras un joven mostraba a un lado, su magistral uso del cuerpo para hacer piruetas de breakdance. El personaje de la sirvienta en minifalda fue recibido con todo respeto. Rodolfo murió hace unos seis años. Una compañía poseedora de un pequeño e importante teatro, Carretera 777, en la Colonia Obrera, trabaja de manera semejante y ha formado actores y tramoyistas que actúan dentro de la prisión y siguen haciéndolo en libertad. Una de las sorpresas de la pandemia es el hacinamiento carcelario y la falta de noticias de la aplicación de la amnistía. Pequeños teatros y grandes públicos construyeron éxitos por la duración en cartelera durante años, de obras como El extensionista, de Felipe Santander, sobre la corrupción de los caciques en el campo o con La muerte accidental de un anarquista, actuada por Héctor Ortega, siguiendo el texto de Darío Fo y Franca Rame, antes de su reconocimiento con el Premio Nobel. Años atrás, había sido el escándalo de El cuadrante de la Soledad, de José Revueltas, censurada por el Partido Comunista y años adelante, del de la obra de Víctor Hugo Rascón Banda sobre el asesino serial Goyo Cárdenas, quien se presentó al estreno con su familia para objetar la puesta en escena.

La tradición comunista de construcción de la liberación nacional por la vía popular tuvo en Héctor Ortega, Rodolfo Alcaraz y las y los sobrevivientes como Paloma Woolrich, formada por el joven director Julio Castillo a la par de su hermano Abel, ya fallecido, una legión reconocida por su excelente calidad profesional. Internacionalistas, descubrieron, dieron y dan a conocer los recursos de significación de la cultura nacional y popular con todo y la ironía y el sarcasmo propios del habla de los pobres. La Compañía Nacional de Teatro, con Luis de Tavira al frente, hizo excelentes montajes adaptando El círculo de tiza, de Brecht, al movimiento comunitario de Cherán y otras maravillas semejantes. Esta línea sigue ya sin el egregio actor y director. “El Diccionario” sirvió de homenaje a Luisa Huertas, importante figura de la legión comentada. Los alcances tuvieron en Jalapa una actividad constante de donde salieron figuras como Ana Ofelia Murguía, Abraham Oceransky, escenógrafo, herederos todos del pequeño teatro La Cabra, dirigido por Héctor Azar, para albergar Poesía en Voz Alta, presente también en la Casa del Lago con Juan José Arreola al frente. En huelgas y tomas de tierra, animaban CLETA, Mascarones y destacaba la excelencia de Enrique Ballesté, recordado por Luis de Tavira, quien se incorporó a los ensayos en el vestíbulo de la Facultad de Filosofía, impactado por las amplias capacidades de Ballesté. Exiliado en México, el grupo uruguayo El Galpón contribuyó al movimiento teatral crítico, al igual que el grupo con local Contigo América, como Sol del Río 32, de El Salvador, y las giras de grupos sudamericanos como Rajatabla, de Venezuela, La Candelaria, de Colombia, y los coloquios con sus figuras acrecentadas con la sabia presencia del brasileño exiliado en Europa, Augusto Boal.

Influyeron los monstruos: Ofelia Guilmain, López Tarso, Jorge del Campo, el mejor Hamlet en México, promotores muy por encima del mercado copión de Broadway. Arte Colectivo en Acción actuaba al aire libre o en los auditorios de las normales rurales con figuras como Julia Marichal, Sonia Furio, Carlos Bracho, Teresa Selma, el poeta Leopoldo Ayala, quienes actuaban mientras José Hernández Delgadillo pintaba. Los Nakos del 68, ya disgregados, mantienen su acción con el legendario Mailo, Ismael Colmenares, autor y actor de obras albureras para estudiantes del CCH. Profesor de historia, editó con Quinto Sol, antologías de elocuentes títulos como el de la primera: De Espartaco al Che, de Nerón a Nixon. Sigue en acción como Francisco Barrios, El Mastuerzo. De difícil construcción, el relevo está en marcha: los antimonumentos en Paseo de la Reforma y el Zócalo en beneficio de la memoria histórica de los crímenes de Estado, son sedes de actividades como el concierto del grupo Las Cataratas del Niágara, de Antonio Ortiz el Gritón y Adriana Camacho, en homenaje a los desaparecidos y muertos de la lucha armada, desde el plantón por los 43 de Ayotzinapa. La lucha sigue como lucha de clases por los sentimientos, las sensaciones y los usos y costumbres.

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