
El fondo del océano es el hogar de fascinantes criaturas, que para muchos podrían parecer sacadas de una película de terror o ciencia ficción. El aspecto de los peces abisales, que concentran características únicas, es el resultado de la evolución al desarrollarse en un entorno de completa oscuridad.
El género Gigantura agrupa dos especies: Gigantura chuni y gigantura indica. Se trata de peces con ojos grandes y tubulares dirigidos hacia adelante, los que les permiten captar el mínimo rastro de luz, emitida por cualquiera de sus desafortunadas presas. Además de contar con dientes repregables, se cree que cuenta con neotenia, proceso en el que los ejemplares conservan el estado juvenil aún en su etapa adulta.
El pez telescopio habita en profundidades de entre 500 y 3 mil metros, sitios hostiles en donde la luz solar se encuentra ausente, las temperaturas son considerablemente bajas, y el encontrar peces o crustáceos, de los cuales se alimenta, representa el reto de cada día. De esta forma, se vale de su visión, ventaja crucial, que le permite no solo detectar su comida, sino advertir amenazas en ambiente de alta riesgo.
El fantasma del abismo
A pesar de que ambas especies fueron descritas a principios del siglo pasado, poco se sabe sobre su biología. Las exploraciones con vehículos submarinos y las redes de arrastre profundo utilizadas por biólogos marinos, han arrojado luz sobre la dinámica natural de estos habitantes del abismo, pero aún hay mucho por conocer.