Pedro Díaz Arcia
Cuando las amenazas de una posible recesión en Estados Unidos al enfrentar internamente la “burbuja más grande en la historia de la humanidad” por los altos rendimientos de los bonos del Tesoro que llevarían a una caída del 50% en el mercado de valores del país, según Ron Paul, ex congresista republicano que optó en las primarias por la nominación a la Casa Blanca; y a pesar del desfile de autoridades de altos cargos que abandonan el gobierno por distintas vías y motivos, existen indicios de que el “Trumpismo” está ganando terreno camino a las presidenciales del 2020.
La confirmación de Brett Kavanaugh en la Corte Suprema de Justicia fue una victoria muy importante para Donald Trump en sus aspiraciones reeleccionistas. Muchos no entienden que lograra una mayoría republicana en un órgano de capital importancia, algo que sus antecesores bipartidistas nunca alcanzaron. El sustrato del hecho requeriría de un amplio análisis, que estaría en el tintero.
Incluso la elite republicana que intentó sacarlo del carril en las primarias del año 2016 sucumbió en la Convención Nacional al nominarlo a la presidencia. A estas alturas, buena parte del ala moderada inclinó sus banderas ante las agresivas técnicas de distorsión contaminadora que parten del Despacho Oval con una impresionante capacidad de transformar los hechos y evadir las constantes dificultades que a veces parecieran poner en crisis su mandato, pero que cruzan como estrellas fugaces el panorama político nacional ante el silencio expectante de las gradas.
Un ejemplo palpable es la posición del senador Lindsey Graham, que seguía la retórica de John McCain, y quien llegó a decir: “¿Sabes cómo vuelves a hacer grande a Estados Unidos? Dile a Donald Trump que se vaya al infierno”; sin embargo, luego de la muerte de McCain abandonó, sin el menor conflicto de conciencia, el trazo del viejo conservador republicano.
No fueron pocas las batallas libradas para evitar la designación del presunto depredador sexual como miembro de la Corte Suprema, ni siquiera la presencia de decenas mujeres que en la galería del Senado gritaban “¡Vergüenza!” ante el voto decisivo de los legisladores. El hecho es y será un estigma más para la nación.
Por otra parte, la política de recortes a programas sociales en beneficio, entre otros rubros, del gasto militar, tiende a empeorar lo que la BBC define como una “bomba de tiempo”, al describir la situación de cientos de miles de personas que en un constante peregrinar viven en parques, aceras o bajo los puentes, muchos procedentes del noroeste del país; mientras otros malviven en ciudades como Nueva York, Los Angeles y San Francisco. Lo más preocupante es que la situación tiende a empeorar.
Sólo en una noche fueron registradas más de medio millón de personas sin techo en la nación en el 2017, de acuerdo con el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano. Y es que aun cuando la economía crece, la desigualdad tiende a concentrarse.
Muchos expertos opinan que esta bomba social puede estallar en las manos de las autoridades. Recordemos que a fines del año pasado, el australiano Philip Alston, relator especial de la ONU para la pobreza extrema y los derechos humanos, en un recorrido por Estados Unidos arribó a una conclusión lapidaria: “el sueño americano” se transforma con rapidez para muchos en “la ilusión americana”; se podría decir que en la “pesadilla americana”.
Pero con eso hay que lidiar…hasta un día.