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Monseñor Romero, 'la voz de los sin voz”

EL SALVADO, San Salvador, 14 de octubre (AFP/DPA/EFE/AP).- Monseñor Oscar Arnulfo Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, un pueblo cafetalero a 156 km al noreste de San Salvador.

A los cuatro años sufrió una poliomielitis que con el tiempo superó.En 1931 ingresó al seminario menor de San Miguel, donde era conocido como “el niño de la flauta” por su habilidad para tocar una flauta de bambú que le regaló su padre. Luego se convirtió en un maestro del piano.

En 1937 llegó al seminario en San Salvador y siete meses más tarde viajó a Roma para estudiar teología, donde vivió las penurias de la Segunda Guerra Mundial. Fue ordenado sacerdote en abril de 1942.

En 1970 fue designado obispo auxiliar de la capital y en 1974 obispo de Santiago de María, en el departamento costero de Usulután.

Cuando fue ungido arzobispo el 23 de febrero de 1977, a los 59 años, no existía duda sobre sus tendencias conservadoras. Contaba con la simpatía de grandes sectores financieros y, en cambio, no gozaba de la confianza del clero progresista.

El asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande junto a dos campesinos, en marzo de 1977, cambió profundamente su visión y adoptó la denuncia de la injusticia como su bandera.

La denuncia de la injusticia como su bandera

Sus homilías comenzaron a ser un espacio de denuncia de las injusticias sociales. Así, monseñor Romero, junto a su arquidiócesis, decidió celebrar una misa frente a la catedral el 20 de marzo en señal de protesta por el asesinato de Grande y no participar en actos públicos del Gobierno hasta que éste esclareciese el crimen.

En los años siguientes Romero continuó luchando contra las graves injusticias sociales que acechaban al país, marcado por toda una serie de gobiernos militares y profundas desigualdades sociales. Sus homilías eran transmitidas por la Radio YSAX, convirtiéndolo así en “la voz de los sin voz” en medio de la aguda confrontación política.

El Director General de los POR ESTO! lo entrevista días antes de su muerte

Beatificado en mayo del 2015, Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un comando de extrema derecha, lo que marcó el comienzo de una dolorosa guerra civil en su país que duró hasta 1992 y dejó 75,000 muertos y al menos 7,000 desaparecidos.

Días antes de su asesinato, en una entrevista histórica con nuestro Director General, Mario Menéndez Rodríguez, confesó que la muerte lo acechaba.

Su último mensaje en una misa dominical, el 23 de marzo de 2010, fue su “condena de muerte”, coinciden los analistas.

“En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: cese la represión”, manifestó Romero en un llamado dramático al cese de la matanza de obreros y campesinos. Al día siguiente fue asesinado. Tenía 62 años.

En el multitudinario funeral para Romero, el 30 de marzo, militares apostados en las azoteas de los edificios aledaños a la Catedral Metropolitana dispararon contra los miles de fieles que participaban en la misa de despedida, en la céntrica plaza Gerardo Barrios de San Salvador. No hubo cifras oficiales, pero se calcula que murieron entre 30 y 50 personas.

El sacerdote de origen español Ignacio Ellacuría, un seguidor de Romero asesinado en noviembre de 1989 junto a otros cinco curas jesuitas por un grupo de militares, dijo sobre el martirio del arzobispo: “Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”.

Por décadas acusado de ser “marxista” y de ser cercano a la Teología de la Liberación, el nuevo santo latinoamericano será venerado en los altares como un ejemplo para los católicos de todo el mundo por su denuncia de las injusticias sociales y la defensa de los derechos humanos.

“Es un regalo de Dios para el pueblo salvadoreño, que está sufriendo por tanto crimen de la violencia social”, aseguró a la AFP el hermano, Gaspar Romero, quien viajó a Roma para la ceremonia junto con otros siete familiares.

Tanto Romero como Pablo VI representan las contradicciones y las dificultades que vivió la iglesia del siglo XX y fueron atacados y criticados dentro de la misma institución por sus aperturas a los cambios de la sociedad y por sus pedidos de mayor justicia social.

Redoblan campanas en El Salvador por San Romero de América

Todas las campanas de las iglesias de El Salvador redoblaron el domingo para recibir a su primer santo, San Romero de América, como muchos salvadoreños ahora llaman a monseñor Arnulfo Romero tras haber sido canonizado, en medio de una gran celebración nacional con peregrinaciones, vigilias y creyentes en las calles siguiendo la misa de canonización en vivo desde el Vaticano.

Con una colorida vigilia, acompañada con cantos populares que cuentan el martirio de Romero, miles de feligreses salvadoreños y extranjeros celebraron la canonización en la capital. Más de 10 pantallas gigantes, colocadas en una plaza frente a la catedral de San Salvador, permitieron que los miles de devotos vivieran paso a paso la ceremonia en que monseñor Romero fue elevado a los altares por el papa Francisco en el Vaticano.

“Estoy gozosa, este es el día más feliz de mi vida, por fin monseñor Romero es declarado santo”, dijo a la AP María Tolentina Martínez, que junto a un grupo de amigos se ubicaron en una posición que les permitía ver y escuchar con claridad lo que ocurría en Roma. Por más de diez horas no se movieron del lugar.

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