Alfredo García
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El fantasma del fraude electoral, recorre los condados de West Palm Beach y Broward en la Florida. Casi 2 décadas después de la escandalosa estafa electoral republicana en los mismos condados que facilitó la presidencia en 2002 a George W. Bush, el Estado del Sol vuelve a ser centro de cuestionamiento por el resultado de sus votaciones.
Tras las elecciones legislativas de medio término, los reñidos márgenes entre los candidatos demócratas y republicanos al Senado, Gobernador y Comisionado de Agricultura, obligaron a iniciar un recuento total de votos en los 67 condados, según establece la ley electoral de Florida. La posibilidad de que los candidatos republicanos fueran derrotados por el voto popular, debilitando el poder y control de la ultraderecha republicana en Florida, provocó la histeria del presidente, Donald Trump y el senador, Marcos Rubio, acusando de fraude a los demócratas.
En las elecciones generales de EU en 2000, el fraude electoral de la ultraderecha republicana en los dos condados de Florida de tradición demócrata, facilitó a los jueces de ultraderecha en la Corte Suprema de Justicia, arrebatar el triunfo al demócrata, Al Gore, concediendo la victoria al republicano, Bush.
En aquella ocasión, el triunfo presidencial dependía de los 29 votos electorales de la Florida. Bush logró una estrecha ventaja de 1,784 boletas. Siendo la diferencia menor al 0,25 %, la ley de Florida establece un nuevo recuento, que redujo la diferencia a 537 votos. Al ser menor al 0.5 %, la ley obligó a un conteo manual en aquellos condados donde el margen se había reducido. Dos días después, la diferencia era sólo de 327 votos a favor de Bush, en medio de numerosas denuncias de fraude e irregularidades en las boletas.
Los republicanos organizaron una violenta protesta pública a finales de noviembre, para detener el conteo manual de votos. A escaso mes para asumir el cargo el nuevo presidente, todavía no había un resultado. Fue cuando la entonces secretaria de Estado de Florida, Katherine Harris, (republicana) declaró que “no encontraba razones para continuar con los recuentos” y declaró a Bush triunfador.
Frente a la arbitraria decisión, Gore apeló a la Corte Suprema de Florida para proseguir el recuento, pero al día siguiente la Corte Suprema de EU intervino, ordenando la suspensión del conteo que otorgó la presidencia a Bush, con apenas 100 votos de ventaja al momento de detener el conteo manual y faltando 180 mil votos de ser contados manualmente.
Con el triunfo de la revolución cubana en 1959, la mafia de los partidos tradicionales de la isla buscó refugio en Florida, sembrando la corrompida semilla del fraude electoral. Con el posterior arribo de una inmigración legal e indocumentada de personas afectadas por leyes revolucionarias durante la década del 60, se organizó el privilegiado “exilio histórico”, integrado en su mayoría por cubanos nacionalizados con derecho al voto. Pronto los cargos públicos en el condado de Miami-Dade, donde se radicó la comunidad cubana mayoritariamente desafecta con la revolución, fueron ocupados por contrarrevolucionarios promovidos por el Partido Republicano, cuya influencia en los procedimientos del fraude electoral en Florida no se descarta.
Sin embargo la paulatina desaparición física del “exilio histórico”, va dando paso a un cambio generacional (44% son nacidos en EU) y una inmigración económica que no diferencia su prosperidad con el bienestar de Cuba. Según un estudio de Cuba Research Institute, el 88% de los cubano-americanos de entre 18 y 29 años, están a favor de la normalizar las relaciones entre EU y Cuba, frente al 41% de los que tienen más de 65 años. Se estima que el 70% (1.2 millones) de los cubanos y descendientes en EU, residen en Florida, uno de los Estados claves que decidirá el triunfo presidencial en 2020.