El mayor peligro que representa el presidente Donald Trump es estar convencido de que todo lo que hace es correcto. La combinación de autosuficiencia e ignorancia puede llevar el país al desastre. Sin establecer la diferencia entre un millonario empresario y un estadista, Trump persiste en su afán de administrar EU con el feroz autoritarismo apolítico de una gigantesca empresa multinacional.
El pasado martes, Trump sentó un insólito precedente al debatir en público con una delegación de líderes demócratas el candente tema de la inmigración y cómo evitar un cierre del gobierno por falta de un acuerdo presupuestario, frente a un concurrido grupo de periodistas.
El próximo 21 de diciembre termina el plazo para aprobar la ley del gasto público, que de no ocurrir, obligaría a varias agencias federales a cerrar sus servicios paralizando la gestión gubernamental. Trump exige que esa ley incluya 5 mil millones de dólares, para la construcción del polémico muro en la frontera con México. El costo total se calcula en más de 20 mil millones de dólares. Hasta la renovación del nuevo Congreso en enero, los republicanos mantienen mayoría en ambas cámaras. Sin embargo, la poca ventaja de votos en el Senado, los obliga a conseguir apoyo de legisladores demócratas.
Una cita previa entre el presidente Trump y los líderes demócratas en el Congreso, Nancy Pelosi y Chuck Shumer, para examinar con el presidente los términos del presupuesto, terminó en una trifulca de cafetín delante de las cámaras sin que nadie pudiera evitarlo, en un deliberado gesto del presidente para mostrar músculo en una negociación cuando se encuentra en aparente desventaja.
La inesperada discusión chancletera que duró 15 minutos, se produjo en la etapa previa a la reunión privada que establece el protocolo, donde periodistas y reporteros gráficos toman fotos y videos mientras los políticos se saludan y conversan para las cámaras. Frente a la sugerencia de Pelosi de “no tener la conversación ante la prensa”, Trump respondió: “No es malo, Nancy, es transparencia”. Seguidamente el presidente lanzó un golpe bajo: “La congresista no puede decir ciertas cosas, porque se juega el puesto de presidenta de la Cámara de Representantes”.
Frente al asombro de los improvisados testigos, incluyendo al vicepresidente, Mike Pence, que observó la incómoda escena como “pescado en tarima”, el presidente y los líderes demócratas comenzaron a entrar en materia. “Los estadounidenses saben que debemos mantener el Gobierno abierto, que un cierre no vale la pena por nada y no deberíamos tener un Cierre de Trump”, manifestó Pelosi. “¿Un qué?” terció Trump: “Me siento orgulloso de cerrar el Gobierno por seguridad en la frontera, porque la gente de este país no quiere delincuentes, hay drogas y gente con muchos problemas entrando en nuestro país, me colgaré la medalla de cerrarlo (el Gobierno)”, aseguró indignado el presidente.
En medio de acusaciones, interrupciones, alzas de voz y gesticulaciones, propias entre fanáticos de béisbol, un sonriente Shumer acusó a Trump de representar una “pataleta”, burlándose de los resultados electorales y mencionando los “Pinochos”, un burlón sistema de puntuación creado recientemente por el diario The Washington Post para medir las mentiras e inexactitudes de Trump.
Al terminar la folklórica reunión que acabó a puerta cerrada, la vocera de la Casa Blanca, Sarah Sanders, emitió un comunicado asegurando que el encuentro, había resultado un “diálogo constructivo”.