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Internacional

La FARC paralela

Zheger Hay Harb

Tal como comenté en columna anterior, el ex comandante de las FARC Hernán Darío Velásquez, conocido como “El Paisa”, se ha negado a comparecer ante la Justicia de Paz (JEP) por lo cual ésta se vio obligada, luego de múltiples llamados y plazos prorrogados, a solicitar a las autoridades y al Ministerio de Defensa que en un plazo no mayor de 10 días lo ubiquen e informen si sigue vinculado con el proceso de paz. Así mismo le solicitó a la Comisión de Paz del Senado presentar un reporte sobre la visita que hizo a la zona de Miravalle, donde este ex guerrillero dirige un exitoso proyecto productivo.

Según el ministro de Defensa, su despacho, luego de un consejo de seguridad, envió información a la Fiscalía y a la JEP sobre supuestas actividades delictivas cometidas por ex miembros de las FARC reportadas por la comunidad. “El Paisa”, como desmovilizado, no puede ser capturado porque sus órdenes de captura fueron levantadas en tanto se mantengan dentro del proceso. La intención del tribunal es verificar que el ex comandante se encuentra cumpliendo el régimen de condicionalidad acordado en La Habana. Pero el problema va más allá de su suerte individual, lo grave es la fractura que su desobediencia ocasiona a su antigua organización y al proceso de paz. “El Paisa”

Conciente de eso su antiguo comandante máximo, Timochenko, le envió una carta en la que le ofrece viajar hasta donde él esté para acompañarlo a presentarse ante la justicia transicional, no sólo para evitarle la sanción sino para preservar su organización, pese a que reconoce que lo que hoy subsiste del proceso de paz está lejos de lo que desearon y finalmente acordaron. Sin embargo, asegura que ello “no clausura nuestro sueño de tomarnos el poder junto con las mayorías del pueblo colombiano. Simplemente nos marcan una ruta distinta a la de la guerra”.

Le recuerda que en la guerrilla también se dieron situaciones semejantes en experiencias anteriores: “El Plan Estratégico aprobado en nuestra séptima conferencia, en 1982, no se cumplió tal y como lo concibieron los camaradas Manuel y Jacobo (Manuel Marulanda y Jacobo Arenas los dos jefes máximos de las FARC). Siempre estábamos reajustándolo porque una y otra situación se atravesaba en el camino. Pese a ello no dejó de ser nuestra guía”.

“El Paisa”, al igual que Iván Márquez –el jefe negociador de las extintas FARC- se ausentaron de sus lugares de agrupación y no han aceptado revelar su ubicación alegando falta de garantías. Para darle tranquilidad le dice Timo, como siempre firma: “Camarada, hermano, si usted lo considera pertinente, yo mismo me ofrezco para viajar al lugar donde usted se encuentre, con el propo?sito de acompan?arlo en su viaje a Bogota?, para que se sienta ma?s tranquilo en su presentacio?n en la JEP… el conjunto del partido está dispuesto a rodearlo. Todo nuestro esfuerzo se aplicará por su seguridad completa en Miravalle”. Además pone a su disposición el equipo jurídico de la FARC, en lugar del defensor de público que le asignó esa corte en vista de su no comparecencia ni representación legal propia.

Timo se muestra comprensivo ante el hecho de que “El Paisa” no haya participado en las reuniones que el nuevo partido ha realizado y lo invita al pleno que están preparando. La preocupación principal del jefe de la FARC es que esa actitud los debilita como partido, desmoraliza a los militantes de base y da argumentos a quienes apuestan por el fracaso de la paz negociada: “Para nadie es un secreto en lo que puede terminar ese procedimiento, si usted no se presenta a dar prueba real de su interés por continuar dentro del proceso de paz”.

Pero éste no es el único caso de división de la antigua guerrilla aunque no se trate de reconformación de unidades armadas: ha trascendido que Fabián Ramírez, ex comandante del ya desmovilizado Bloque Sur, realizó una asamblea con unos cien campesinos en la que se decidió crear sus propios espacios territoriales en esa región amazónica, donde él siempre actuó bajo el mando general de Iván Márquez, independientes de los que existen oficialmente.

Ramírez plantea crear en varias fincas colonias de unas cien casas cada una, para lo cual dice que se debe hacer mucho cabildeo en embajadas y organizaciones de cooperación internacional para conseguir recursos y no depender ni del gobierno ni de la dirección de su partido.

Esta idea no es nueva: ya Ramírez la había planteado en la visita que hizo el comité de verificación de la ONU a esa zona como alternativa ante el desencanto de ex guerrilleros y campesinos por la lentitud en la implementación de los acuerdos de paz.

A la reunión de que ahora hablo, el ex jefe guerrillero invitó a la ONU, a la comisión de paz del Senado, a la Agencia de Reincorporación del Estado, a la Comisión de la Verdad y a ex guerrilleros que están dispersos en municipios vecinos.

Fabián Ramírez informó que necesita recursos para construir las casas y los proyectos productivos para lo cual ya está en conversaciones con las alcaldías que le han prometido recursos, que adelanta contactos internacionales y que de ello informará a la dirección de la FARC.

Es bastante posible que Fabián Ramírez logre que su proyecto sea exitoso económicamente pero uno se pregunta por qué no lo hace como parte de su nuevo partido, aún tan frágil, apenas aprendiendo a andar los caminos de la democracia en la cual su primera incursión fue una lección: apenas si alcanzó el 1% de la votación.

Al parecer ha manifestado que el año entrante piensa lanzarse a la alcaldía de Cartagena del Chairá, zona de tradicional influencia de las FARC donde en las pasadas elecciones el nuevo partido en que éstas se transformaron quedó en sexto lugar frente a las otras colectividades que participaron, con la mitad de los votos del Centro Democrático de extrema derecha y por debajo del Polo, de izquierda.

Sigue abierta la pregunta: ¿por qué un antiguo comandante guerrillero de tanta relevancia decide lanzarse a hacer política electoral por fuera de su partido, contribuyendo a su debilitamiento? La opinión nacional castiga severamente a los políticos tránsfugas que cambian de militancia al vaivén de sus conveniencias personales. ¿Cómo juzgará a alguien que se lanzó a la lucha guerrillera buscando un país mejor, con prevalencia de la ética sobre la ambición personal, que cuando se desmoviliza para luchar por los mismos ideales pero por otras vías adopta las mismas conductas que juró combatir?

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