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Rabieta presidencial

Por Alfredo García

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El excéntrico presidente Donald Trump regaló a sus compatriotas en Noche Buena y Navidad, un cierre de gobierno: 800,000 funcionarios dejaron de percibir su salario y fueron cerrados nueve ministerios, incluidos Hacienda y Justicia, además de agencias como la NASA, mientras la Bolsa de Wall Street cerró con el índice más bajo en una década.

El presidente de EU exige a los legisladores demócratas, que el nuevo presupuesto incluya un acápite de 5,000 millones de dólares para la construcción del controversial muro en la frontera con México, promesa de campaña que enardeció a la ultraderecha republicana. Para aprobar la ley presupuestaria en el Senado, los republicanos necesitan 60 votos de los 100 escaños. A pocos días para constituirse en mayoría en la Cámara de Representante, los demócratas se negaron a ceder a la posición de fuerza de Trump.

Sin embargo, el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, podría haber alegado razones de “interés nacional” para forzar una votación por mayoría simple, tal como se lo había pedido Trump vía Twitter, a lo cual se negó, dejando al presidente en un vacío de autoridad política, en señal de la creciente fisura en la ultraderecha republicana.

El Congreso aprueba las leyes, pero el Presidente puede vetarlas. Al no incluir la millonaria cifra para financiar el muro fronterizo, la respuesta del iracundo presidente fue vetar la ley que cerró una cuarta parte de las agencias federales; al mismo tiempo que prometió no se abrirá, hasta que se apruebe su millonario pedido. “No puedo decir cuándo se reabrirá el Gobierno. Lo que sí puedo decir es que no se abrirá, hasta que tengamos un muro, una valla o como se quiera llamar”, manifestó Trump el día de Navidad, durante una video conferencias con tropas norteamericanas desplegadas en ultramar.

Al mismo tiempo, Trump desvariaba en el despacho Oval. El pasado martes, dijo que había aprobado la construcción de una franja de 185 kilómetros de muro y que la obra estaría a punto de iniciarse: “Se va a construir y espero que muy rápido. Iré allá a finales de enero, para el comienzo de las obras. Es una sección muy grande, sólo se lo podrá saltar un campeón olímpico”, manifestó Trump sobre un desconocido proyecto, contratos de ejecución o fuentes de financiamiento.

Las tensas negociaciones con los legisladores demócratas, están a cargo de Mick Mulvaney, futuro jefe de Gabinete de Trump a partir de enero (tercero en 2 años de gobierno). Las contradicciones ocultas dentro de la ultraderecha republicana salieron a flote cuando, según la CNN, Mulvaney declaró durante una entrevista de radio local en 2015: “El muro de Trump es una fijación simplista, absurda e infantil”.

La comentarista, Ann Coulter, una de las principales analistas conservadoras que ha apoyado a Trump, dijo recientemente durante su programa de radio refiriéndose al cierre del Gobierno: “La presidencia de Trump pasará a la historia como una broma y un fraude, sin legado alguno”. Por su parte el presidente del sindicato, el National Treasury Employees Union, Tony Reardon, fue lapidario según The Washington Post: “El Congreso y la Casa Blanca no han hecho su trabajo y los trabajadores no deberían pagar el precio de esta disfunción”, declaró Reardon.

La rabieta de Trump no sólo pone en crisis al método establecido por los fundadores de la nación norteamericana para solucionar situaciones discordantes en la elaboración de las leyes, sostén de la estabilidad democrática norteamericana, sino que mina la confianza del electorado hacia el bipartidismo.

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