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Internacional

La 'irresponsabilidad compartida”

Pedro Díaz Arcia

Los riesgos de una guerra no debían depender de la decisión de algunas potencias que juegan una partida constante en un tablero global que no les pertenece. Ni la Organización de las Naciones Unidas ni algún otro sistema de relaciones internacionales, ni siquiera su Santidad Francisco tienen poder para imponer coto al desenfreno en la carrera armamentista. La paz pareciera una paloma crucificada.

La política agresiva desatada por Occidente contra Rusia, Irán y Turquía, apoyada por la OTAN e Israel, ha elevado los riesgos de un nuevo y peligrosísimo conflicto bélico en la región. Algunos expertos opinan que la crítica situación está determinada por la pretensión hegemónica de Estados Unidos, lo que no es novedoso. Y aunque los tiempos cambian; los temores de la humanidad permanecen. Un día, de tanto ir a la fuente, se rompe el cántaro.

Las constantes amenazas de Washington contra Corea del Norte, por ejemplo, incluyendo la instalación de los sistemas antimisiles THAAD en Corea del Sur, impulsaron la carrera de Pyongyang hacia el dominio del arma nuclear. Al respecto, el presidente Vladimir Putin declaró hace un año, durante la Cumbre de los países BRICS en la ciudad china de Fujian, que “las provocaciones, la retórica beligerante e insultante llevan a un callejón sin salida”.

Suele decirse que la mejor manera de ganar una guerra es no hacerla; pero, ¿de qué se alimentaría el Complejo Militar Industrial? Si no hubiera existido un 11-S en Estados Unidos en el año 2001, el Pentágono lo habría inventado, si es que no lo hizo. Los trágicos sucesos le abrieron el camino hacia Afganistán, y nuevamente hacia Irak, para establecer otros bastiones en Medio Oriente.

En tales circunstancias, el pasado lunes se iniciaron las maniobras militares Vostok-2018, que culminan el domingo. Nos referimos a los mayores ejercicios del Kremlin en las últimas décadas y cuyos principales objetivos serán los de verificar la capacidad real para reagrupar tropas; así como potenciar la interacción entre fuerzas de tierra y la Marina de Guerra, según el general ruso, Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

Unos 300,000 militares, más de 1,000 aviones, helicópteros y drones, naves, buques y decenas de miles de tanques, entre otros equipamientos y fuerzas están movilizados. En tanto, contingentes militares de los ejércitos de China y Mongolia participan en las maniobras. El miércoles ya fueron desplegados los temidos sistemas de misiles de defensa aérea S-300 y S-400.

No olvidemos que Rusia es el segundo Ejército más fuerte del mundo, y el más potente de tierra con la mayor cantidad de carros de combate; y China posee el mayor número de efectivos, de acuerdo con datos de la compañía internacional Global Firepower.

Además, el Tratado de No Proliferación Nuclear reconoce que Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido dispondrían de unas 15,000 ojivas atómicas; casi el 90% en manos de Washington y Moscú, calcula la Asociación de Control de Armas. Mientras estados como Pakistán, India, Israel y Corea del Norte, que no han suscrito el Tratado, tendrían unas 340 ojivas nucleares.

El enorme drama al que asiste la humanidad, sin hablar del hambre, la desigualdad, la pobreza o el cambio climático, es el de una guerra sin retorno. Los trompeteros de guerra del Pentágono, la OTAN y otros aliados no escucharán esos clamores. Pero no quedan fuera del ruedo aquellos países que, a mi parecer, se han visto arrastrados a una “irresponsabilidad compartida”.

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