Pedro Díaz Arcia
En un tema tan complejo y delicado como los términos en que se producirá la salida, o no, de Reino Unido de la Unión Europea, que comenzó con paso incierto, es que el tiempo era su peor enemigo.
Poco después de la victoria del Brexit en junio de 2016, los Ministros de Relaciones Exteriores de los principales miembros de la Unión solicitaron a Londres no demorarse en activar el Artículo 50 del denominado Tratado de Lisboa para iniciar el proceso formal de salida del bloque europeo.
Se dice que David Cameron, primer ministro británico, cuando se aprobó la salida del país de la UE, no quiso apremiar la petición porque no quería pasar a la historia como quien había tomado una decisión que temía y que además no aceptaba. Sus sucesores inmediatos sostenían conversaciones informales con Bruselas, en tanto el tiempo pasaba en detrimento de Londres.
¿Qué relación tiene el Brexit con el Artículo 50 de dicho tratado?
El convenio suscrito por la Unión Europea que sustituyó a la Constitución para Europa en diciembre de 2007, introdujo una cláusula para el retiro de sus miembros y los términos para llevarlo a cabo. A partir de la petición de que se aplicara dicha regla, el país solicitante dispondría de dos años para abandonar la Unión.
Luego de formalizar el pedido, los 27 países restantes se reunirían para debatir sobre la salida; comenzarían las negociaciones, en este caso entre Reino Unido y la UE, presentando el primero un borrador que sería suscrito por las partes y que requeriría la aprobación de al menos 20 de sus países miembros, y que debían representar el 65% de la población del bloque; además, de la ratificación del Parlamento Europeo.
Al término de los dos años, las negociaciones podrían extenderse si los 27 miembros estaban de acuerdo, pero si no lo aprobaban: los tratados de la Unión Europea dejarían de aplicarse en Reino Unido; y la Cámara de los Comunes debería dejar sin efecto la Ley de Comunidades Europeas de 1972 y reemplazarla por un nuevo acuerdo. Si el país quisiera retornar al seno del bloque europeo, entonces aplicará como cualquier otro solicitante.
Incluso en su momento, líderes conservadores y laboristas pedían actuar con cautela, mientras muchos creían que se trataba de un proceso que tomaría una década; aunque el tiempo se acaba.
Con el agua al cuello, entre apuradas reuniones con líderes de distintos partidos, la primera ministra británica Theresa May, que recibió en menos de 48 horas un golpe brutal de la Cámara de los Comunes al rechazar su propuesta de acuerdo el martes para darle un voto de confianza al día siguiente con el espaldarazo de los tories para evitar el colapso del gobierno, tiene hasta el lunes para exponer un plan alternativo.
No veo opciones claras que dispongan de una vía expedita. May debe presentar el lunes una propuesta alterna ante la Cámara de los Comunes, que no es tan común como pareciera; y habrá que ver qué sale de una reunión que debe calentar el clima británico.
¿Qué se espera luego del 29 de marzo?
Puede depender de Londres, de Bruselas, o más bien de ambos.
Pero si no hay consenso, quedaría a Reino Unido pedir una prórroga del plazo límite para el Brexit, lo que sentaría un riesgoso precedente para la Unión Europea al violar el artículo 50; salir del bloque sin acuerdo, un virtual caos; o acudir a un nuevo referendo.
Ese es el laberinto de May, que es también el de Gran Bretaña.