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Fabricar un culpable y arrasar la paz

Zheger Hay Harb

La nota colombiana

El imperdonable atentado contra la escuela de policía en Bogotá no tiene justificación ninguna. Merece el repudio general, pero no podemos aceptar que sea utilizado para lavar imágenes desprestigiadas ni para meternos en una espiral de violencia de la que apenas empezamos a salir.

El fiscal general de la nación, Néstor Humberto Martínez, contra quien se preparaba una marcha de repudio para esa noche, salió casi de inmediato mostrando datos de supuestos éxitos de investigación que generan suspicacia.

Por ejemplo, el cuerpo de quien conducía la camioneta bomba quedó totalmente destruido pero, qué casualidad, su única mano quedó intacta y así pudieron obtener sus huellas digitales. Siempre se han usado carros robados para estos eventos, pero en este caso la camioneta iba conducida por su legítimo propietario, quien la habría llevado desde los límites con Venezuela (solo falta que este dato sirva para atribuirle responsabilidad a Maduro) y, luego de atravesar medio país, hasta Bogotá.

Lo presentan como experto explosivista, con más de 20 años en la guerrilla, pero como cualquier novato, en un error inexplicable, llevaba su cédula de identidad consigo. El fiscal, que en un mes no ha podido identificar el cadáver del Guacho, jefe de una banda criminal, en menos de 3 horas pudo cotejar con la base de datos universal de ADN el de esta persona que no figuraba en listados de delincuentes. Las personas que ese mismo día accedieron a la página de la policía nacional pudieron comprobar que no registra antecedentes judiciales.

Y, otra sorpresa más: el fiscal lo identificó como José Aldemar Rojas Rodríguez, de 57 años, a quien le faltaba el brazo derecho por lo cual era apodado el Mocho, pero resulta que con ese mismo nombre y descripción e igual número de cédula, fue presentado como abatido por el ejército el 7 de mayo de 2016. Y aún más: ese número de cédula, con ese mismo nombre, aparece en las listas del ejército –que cualquiera puede consultar– como reservista de primera clase.

El noticiero de televisión Noticias Uno ha señalado que, contrario a lo que dijo Néstor Humberto Martínez, quien señaló que la camioneta había entrado por la fuerza, las cámaras muestran que esta entró a la escuela de policía como Pedro por su casa y pasó entre dos grupos que estaban en entrenamiento sin que llamara la atención de nadie. La escuela está llena de cámaras de seguridad, pero a nadie le causó inquietud que anduviera por sus calles un carro no autorizado.

El ELN ha realizado actos terroristas en varias ocasiones contra la policía, pero siempre los ha reivindicado y justificado, lo cual no ha ocurrido en el presente, además de que no es de su estilo realizar atentados suicidas. Yo no excluyo la posibilidad de que esa guerrilla sea la autora, pero las pruebas que presentó el fiscal no llevan a esa conclusión.

Lo que sí resulta evidente en este caso es la respuesta guerrerista del gobierno que ya no se preocupa siquiera por guardar las formas diplomáticas que rigen las relaciones entre naciones. Levantó la suspensión de órdenes de captura contra los jefes de la guerrilla que se había hecho al inicio de las conversaciones: ordenó a la Interpol emitir circular roja para capturarlos y pidió a Cuba que entregue a los que han sido alojados en ese país por pedido del gobierno colombiano. El presidente cubano respondió que acatarían los protocolos que firmaron los dos Estados cuando se iniciaron los diálogos con esa guerrilla. La respuesta de Duque es digna de cualquier dictador: “frente al terrorismo no hay protocolos”. No he podido evitar recordar: “cuando oigo la palabra cultura saco mi pistola”, atribuida a Goebbels, Göring y Hanss.

Cuba no puede quedar ante el mundo como un país que desconoce acuerdos solemnes ente Estados ni tampoco enviar a una muerte segura a quienes se comprometió a albergar en su territorio mientras estuvieran en conversaciones de paz o proteger en el regreso al sitio de donde salieron en caso de ruptura de los diálogos, pero cumpliendo los protocolos acordados. Luego de ese comportamiento del gobierno colombiano ¿habrá todavía países dispuestos a actuar como garantes en eventuales procesos de paz?

Esta mañana se realizó una marcha en la cual participaron los jefes de izquierda para contrarrestar la utilización guerrerista que el gobierno está haciendo de la situación. El país entero ha rechazado el terrorismo, pero también la vuelta a la guerra que el expresidente Uribe, bajo cuyas órdenes actúa el presidente Duque, está proponiendo. Los exjefes de las FARC han dicho que acompañan al primer mandatario en la búsqueda de la paz pero condenan la incitación a la guerra que “Lamentablemente, dolorosamente, pero también inevitablemente, es lo que sucederá”, como dijo Timochenko. Todos los jefes políticos de izquierda y centro, así como los líderes sociales han condenado el atentado pero llaman a la serenidad y a mantener el diálogo con el ELN.

Sus ruegos, con ejemplos de lo que han tenido que sufrir durante los 60 años que antecedieron a la firma del acuerdo con las FARC, son estremecedores. Ojalá logren multiplicarse con una fuerza suficiente que permita contrarrestar la máquina de guerra que empieza a armarse.

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