Internacional

Una guerra dentro de otra

Jorge Gómez Barata

La confrontación entre Israel e Irán, latente desde la fundación por el ayatolá Ruhollah Jomeini de la República Islámica de Irán en 1979, es una especie de capítulo aparte del contencioso árabe-israelí, y consta de tres componentes: confesional, geopolítico, y militar.

Aunque con diferentes perfiles, Israel e Irán son estados teocráticos, cohesionados más que por factores nacionales y metas compartidas, por la fe religiosa que rige los preceptos del estado, cosa que es más decisiva en Irán, donde el ayatola de turno es la máxima instancia política, potestad que no disfrutan los rabinos judíos.

No obstante el relevante papel de la fe, Israel e Irán son las únicas democracias, y los países social y culturalmente más occidentalizados en el área, así como las dos mayores potencias regionales que acumulan un potencial militar que les permite marcar territorios y disuadirse mutuamente.

La confrontación militar entre ambos países fue siempre improbable, no sólo por la distancia de 1,500 kilómetros que los separan, sino porque entre ellos se interpone el vasto territorio de Arabia Saudita, que es hostil a ambos. De ese modo las operaciones aéreas de uno y otro hubieran requerido el reabastecimiento en el aire, y las acciones terrestres son imposibles.

Esa situación ha dado un giro de 180 grados debido a la creación en Siria de un importante dispositivo militar iraní, lo que ha permitido la aproximación de sus armas, incluidos misiles, aviación de asalto, artillería, y blindados a las fronteras de Israel. Por primera vez en la historia las defensas antiaéreas y los escudos antimisiles emplazados en Siria por Irán, impiden a la aviación israelí operar impunemente, mientras la aviación de caza desde bases adelantadas, reta el dominio sionista del aire.

Las fuerzas iraníes, que hasta hace poco se encontraban a unos dos mil kilómetros de Tel Aviv, al operar desde Siria se han colocado a unos doscientos. El cambio en la correlación de fuerzas, que incluye el involucramiento de Hezbolá, coloca a Israel ante una situación difícil de asimilar.

Según parece, la confrontación armada entre Irán e Israel en territorio de Siria, que en las Alturas de Golán soporta un enclave militar del estado hebreo, pudiera arrastrarla a un enfrentamiento con Israel. De hecho, en las últimas horas Siria ha mencionado la posibilidad de operaciones contra Tel Aviv.

El escenario se completa y se complica por la presencia de tropas rusas con capacidades aeronavales, antiaéreas, y de intercepción avanzadas, que difícilmente pudieran mantenerse al margen en caso de una escalada mayor. El detalle de Rusia, que a la vez se entienda con Teherán y Tel Aviv, crea situaciones políticas de difícil pronóstico.

En realidad estamos en presencia de un contencioso dentro de otro, y de un elemento militar que se añade a la compleja situación de la maltrecha Siria, a cuyo pueblo seguramente acarreará nuevos sufrimientos.

Todas las guerras son esencialmente inmorales y criminales, más aún aquellas en que dos contendientes libran sus batallas en territorio de un tercero, que no puede elegir su destino. Ese y no otro es el drama de Siria. Allá nos vemos.