
Este domingo 17 de agosto, Bolivia vivirá unas elecciones presidenciales y parlamentarias que podrían marcar un punto de inflexión en su historia política.
Tras casi dos décadas de dominio del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido enfrenta el riesgo real de perder el poder en medio de una crisis económica, polarización social y desconfianza hacia las instituciones.
Crisis económica y polarización política
De acuerdo con José Luis Exeni, director de proyectos de la Fundación Friedrich Ebert en Bolivia, el escenario electoral está definido por “crisis, desconfianza, polarización e incertidumbre”.
La escasez de gasolina, dólares y productos básicos, sumada a la inflación y al deterioro institucional, ha incrementado el malestar ciudadano.
La crisis interna del MAS, dividido en al menos tres facciones, también contribuye a este panorama de inestabilidad.

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Evo Morales, de líder histórico a opositor
El expresidente Evo Morales, inhabilitado por el Tribunal Constitucional, optó por promover el voto nulo, aunque algunos analistas advierten que su influencia política podría disminuir drásticamente si esta opción no supera el 20 por ciento de los sufragios.
Morales, replegado en su bastión del Chapare, enfrenta procesos judiciales y un declive en su capacidad de liderazgo.
El desgaste del MAS y el avance opositor
Analistas como Moira Zuazo consideran que el MAS se alejó de sus raíces democráticas, privilegiando el culto al liderazgo en lugar de la pluralidad interna. Esto debilitó a su candidato oficialista, Eduardo del Castillo, y abrió la puerta a figuras de la oposición.
Las encuestas apuntan a Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga como favoritos para llegar a segunda vuelta, ambos representantes de la llamada “vieja política”.

Escenario de cambio regional
Si el MAS pierde, Bolivia podría entrar en un ciclo político fragmentado, con gobiernos de coalición y sin partido predominante.
A nivel regional, este resultado sería significativo: el último bastión progresista de Sudamérica podría dar paso a una alternancia pacífica después de 20 años, con repercusiones en el debate sobre la izquierda en América Latina.
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