Jorge Gómez Barata
Aunque la reciente autorización de la venta en divisas en una pequeña red comercial de una reducida gama de artículos, y la autorización a particulares para realizar encargos por medio de empresas estatales importadoras, pueden parecer irrelevantes en el contexto de las tímidas reformas en Cuba, resultan un paso importante.
A pesar del férreo bloqueo y la agresividad de los Estados Unidos, apoyado en los esfuerzos y posibilidades nacionales y en la asistencia de la Unión Soviética, en los treinta años que median entre 1960 y 1990 se desplegaron vastos programas de desarrollo, y se aplicaron políticas que fomentaron una sólida cohesión social.
En ese período el predominio del sector estatal, la planificación centralizada, y el monopolio del comercio exterior fueron fortalezas que facilitaron el despegue económico, el crecimiento de la industria, la agricultura, la construcción de infraestructuras, y la fundación de universidades. En ese proceso se alcanzó un impresionante progreso de las ciencias y las artes. A pesar de una existencia austera, plagada de tensiones y peligros, crecieron generaciones felices que, en lo esencial, realizaron sus aspiraciones.
A partir de 1991 todo cambió. El derrumbe de la Unión Soviética sumió a Cuba en la más profunda, prolongada y multifacética crisis de su historia y, aunque los retrocesos sociales fueron mínimos, para el pueblo significó un dilatado período de privaciones y sacrificios. En la adversidad, Fidel llamó a la resistencia, y otra vez el pueblo cerró filas, resistió, e incluso se avanzó en áreas como la biotecnología, la ingeniería genética, la industria farmacéutica, el turismo y las ciencias informáticas.
No obstante, en 2010 Fidel Castro admitió que el modelo vigente no era funcional, lo cual estimuló las reformas impulsadas por Raúl Castro, que aprovechó el momento de realismo de la administración de Barack Obama, para impulsar reformas que tras un dinámico avance se ralentizaron, lo cual coincidió con las brutales medidas de recrudecimiento del bloqueo implementadas por la administración de Donald Trump.
En medio de la confrontación con Estados Unidos, a la luz de la experiencia histórica y de las conclusiones a que llegaron Fidel y Raúl Castro, lo decisivo para el presente y el futuro de Cuba y de su proyecto socialista son la transformación integral del modelo económico y el perfeccionamiento institucional y la democratización de la sociedad de lo cual depende todo.
La reciente introducción de la venta en divisas y la importación de mercancías por consumidores privados mediante empresas estatales significan un importante paso porque retoman la voluntad aperturista y significan cierto apoyo al sector no estatal. Las medidas adoptadas no son contra nadie, no prohíben ni limitan ninguna actividad y permiten suponer que las expectativas creadas pudieran ampliarse consistentemente.
De hecho se demuestra que sin inversiones ni erogaciones estatales, tal como ha ocurrido con el trabajo por cuenta propia, que en menos de una década ha generado casi un millón de empleos, y creado miles de establecimientos que ofrecen múltiples servicios; el impacto pudiera multiplicarse cuando por fin se dé luz verde a las pequeñas y medianas empresas privadas en todas las esferas, incluyendo las de alta tecnología.
Aunque sometido a enormes tensiones debido a la agresividad de la administración norteamericana y una desfavorable situación económica nacional, el recién electo presidente de la república, Miguel Díaz-Canel, y su equipo deberán encabezar un esfuerzo integral de resistencia y renovación para el impulso de la economía y el perfeccionamiento institucional. No se trata de una opción, sino del único camino.