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Internacional

Atajo para detectar los farsantes sónicos

Por Manuel E. Yepe

Observadores de la política estadounidense sostienen que el senador Marco Rubio desarrollaba un proyecto para convertirse en el primer presidente hispano de Estados Unidos, incluso desde antes de desatarse el fenómeno Trump.

El cálculo de quienes lo respaldaban dentro del establishment republicano partía de que, si el partido demócrata pudo hacerlo con Obama y casi lo logró con Hillary Clinton, pudiera ser tiempo para que lo intente un hispano republicano que teóricamente disfruta de un mayor favor de la clase política estadounidense que un negro o una mujer, por wasp que sea.

Rubio no tiene lazo afectivo alguno con Cuba. No nació en Cuba y, si bien sus progenitores eran cubanos de nacimiento, el país los vio partir durante algún gobierno anterior a la triunfante revolución cubana “que no conocieron”.

Parece que Rubio vio una oportunidad de escalar rápidamente en la política imperial uniéndose a los grupos contrarrevolucionarios que, auspiciados por la CIA, se preparaban en el sur de Florida para alimentar los planes de EEUU en todo el mundo. El anheloso proyecto de Rubio entrañaba riesgos y conflictos pero el ambicioso senador parecía dispuesto a arriesgar una carrera política convencional que parecía marchar de manera satisfactoria, en aras de mantener al partido republicano en la Casa Blanca.

Inicialmente, Marco Rubio arremetió furioso contra el actual Presidente en la puja por la candidatura republicana para luego aliarse a él desde una posición chantajista en una comisión del senado que podría llevar a Trump a un juicio político en relación con ciertos supuestos arreglos políticos con Rusia.

Rubio no vaciló en involucrarse profundamente en la acusación contra Cuba por los supuestos ataques sónicos, que lo prestigiarían como político habilidoso, capaz de conseguir para Trump una victoria “de la nada” contra la isla rebelde que una docena de administraciones anteriores de los dos partidos que monopolizan la “democracia” en Estados Unidos no habían podido aportar, aunque ello tuviera que ser a riesgo de un grotesco ridículo para sí y sus adláteres en la aventura si fracasaba.

Aunque la División de Operaciones Tecnológicas del FBI había ya declarado oficialmente que no había hallado evidencia alguna de aquellos supuestos “ataques sónicos” contra el personal diplomático de EEUU en La Habana, tras varios meses de investigaciones y cuatro viajes a Cuba con todas las facilidades y completo apoyo de la máxima dirección del Gobierno cubano.

Aunque para Trump un error de cálculo revelaría apenas una extravagancia suya más, para Rubio pudiera ser su funeral como político presidenciable en ascenso.

En tal contexto, el senador elaboró su teoría acerca del origen de los ataques sónicos en desesperado esfuerzo por encontrar chivos expiatorios para una gran mentira. Ante tal situación Rubio argumentó que los ataques habían sido tan sofisticados que no se podía siquiera describir cómo han ocurrido, aunque planteó ridículas teorías al respecto, entre las cuales acusó a una misteriosa fuerza discrepante dentro del gobierno cubano e incluso a Rusia y Putin.

Al borde de ser reveladas las escandalosas mentiras de Rubio contra Cuba, éste y sus patrocinadores han estado apelando a una patraña tras otra, una de las cuales fue la de someter el caso a un Comité investigador Congresional encabezado por el mismísimo Senador por el Estado de Florida para evaluar los “ataques”.

Testimoniaron varios congresistas y funcionarios del gobierno pero nuevamente no pudieron hacerlo los supuestos afectados por los pretendidos ataques porque a éstos se les disculpa porque son oficiales y agentes de la inteligencia y la contra-inteligencia de Estados Unidos acreditados en Cuba como diplomáticos y por ser agentes secretos sus identidades no pueden ser reveladas.

En la gran farsa de los ataques sónicos, que ya tenía visos de comedia silente, nunca se identificaban culpables y tampoco se conocían los supuestos perjudicados. Evidentemente, eran inexistentes.

Ahora, cuando la circunstancia de que la reelección de Trump se presenta cada vez más dudosa a la luz del proceso ya iniciado de juicio político sin que hayan cesado o al menos disminuido los dislates de Donald Trump en el ejercicio de la Presidencia. “Sigue actuando como un niño malcriado, sufre de psicopatologías como delirios de grandeza y paranoia, es un ignorante que ni lee ni escucha y es totalmente incapaz de cumplir con los deberes de su cargo”.

Por eso, a la política exterior de Washington sólo le queda esperar que el júbilo por la victoria de Cuba contra el imperio en la votación en la ONU de seis de noviembre, en pocas semanas, los electores olviden la farsa de los ataques sónicos, que habría ido a engrosar la lista de sus “excentricidades” de Trump.

El canalla Marco Rubio hará lo posible por dejar la escena y pensará:

“Perdí, pero fue un buen intento, culparán a Trump”.

(http://manuelyepe.wordpress.com)

(*) Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO como fuente

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