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Internacional

Gilberto Balam Pereira: ¡Presente!

José Díaz Cervera

No creo en los románticos y los ascetas me producen una enorme desconfianza. Amo, sin embargo, a los hombres que actúan a partir de lo que piensan y que hacen de la praxis una manera de caminar por el mundo. Fui amigo de varios de ellos y conocí a otros. En todos miré una humanidad potenciada por la buena fe. A algunos los vi de lejos, pero su luz era suficiente para aclarar afanes y caminos; allí, en esa vanguardia, estaba el Doctor Gilberto Balam.

La primera vez que oí del Doctor Balam fue a través de mi padre. Tenía yo 9 años y muchas incertidumbres y confusiones. Mi padre me habló de él con respeto y admiración, a pesar de que, hasta donde yo recuerdo, su perspectiva de la realidad social era un poco obtusa y yo diría que más bien reaccionaria. En aquella ocasión, mi padre aludió al valor de un hombre para luchar por un ideal, más allá de la probable comodidad que representaba el ser médico en un país donde había muy pocos profesionistas. Gilberto Balam estaba preso en Lecumberri, en aquellos años anteriores al movimiento de 1968.

En la tentativa del hombre total, Gilberto Balam quería ser un luchador social, pero también un hombre de ciencia. Médico de profesión, tenía una seria formación filosófica; mas su condición de luchador social lo llevó también a los territorios de la sociología y de la antropología, donde elaboró investigaciones muy interesantes sobre la medicina tradicional maya y las particularidades que la hacían diferente a la medicina occidental. Asimismo, el doctor Balam Pereira desarrolló una perspectiva crítica sobre nuestras formas de alimentación, en la que no sólo había una perspectiva fisiológica sino también un cariz político, por el que pudimos muchos entender que el acto de comer también tiene matices ideológicos.

Hace más o menos tres años me acerqué a saludarlo cuando coincidimos en un acto público (a los que él asistía muy de vez en vez). Me presenté de manera un tanto brusca y le dije que lo admiraba. Él se incomodó un poco, aunque después me pidió que le repitiese mi nombre. “¿Es usted el escritor?” –me preguntó– y sin esperar respuesta, me dijo que leía mis artículos en POR ESTO!

No lo volví a ver, aunque leía sus esporádicas colaboraciones en estas páginas. Sorpresivamente, sin embargo, me enteré de su fallecimiento y quiero, mediante estas líneas un tanto dispersas, rendir un humilde homenaje a este hombre que no sólo tuvo una gran necesidad de entender al mundo, sino, a partir de su comprensión, poner todo lo necesario para transformarlo.

A la hora de nuestros balances, el nombre de Gilberto Balam Pereira debe ser uno de nuestros activos históricos más valiosos. Donde esté, sé que está en paz, pero no descansando, no podría hacerlo teniendo a la eternidad por cómplice.

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