Alfredo García
La democracia en EU atraviesa una prueba de fuego. Como truco de magia descubierto, la realidad disipa la ilusión. El anuncio de una “emergencia nacional” por parte del presidente, Donald Trump, para iniciar la construcción de un muro fronterizo sur con financiamiento no autorizado por el Congreso, burlando el equilibrio de poderes que establece la Constitución de EU amenaza con desbordar los “limitados” poderes de la Casa Blanca según el artículo 2 de su carta magna.
Desde su campaña electoral, Trump dio señales de autoritarismo. Sin embargo a partir de asumir la presidencia, Trump ha sido autoritario. El autoritarismo en las relaciones sociales y políticas, “es una modalidad de ejercicio de la autoridad que impone la voluntad de quien ejerce el poder en ausencia de un consenso construido de forma participativa, originando un orden social opresivo y carente de libertad y autonomía”.
A la deformación ocasionada por la oligarquía norteamericana durante más de siglo y medio al concepto “democracia”, definido por el presidente, Abraham Lincoln, como “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”; y traducido por Trump durante sus dos años de mandato como “el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos”, se agrega su forma autoritaria que aunque para algunos es demostración de fuerza y para otros debilidad, revela con crudeza la transformación sufrida por las ideas revolucionarias de los fundadores de la nación norteamericana.
Las señales del sector oligarca que representa Trump, por su ideología, poder empresarial y financiero, indican la intención de convertir a EU en una gigantesca Corporación transnacional para controlar y explotar todos los recursos naturales del planeta y castigar a los países que se oponga a sus ambiciones geopolíticas.
Para ello es necesario mostrar a Trump como ejemplo de la “democracia” norteamericana, por su desafío al sistema político y certificar como naciones “democráticas”, aquellas cuyos gobiernos se subordinan a su mandato. Y es imperiosa una gobernabilidad autoritaria. Sin embargo la contradicción entre esa realidad totalitaria y el espejismo democrático que percibe gran parte de la ciudadanía de EU, amenaza con hacer estallar una crisis sobre los fundamentos del Estado norteamericano.
Aun apoyado por la prosperidad económica que impulsa el sector oligarca trumpista y el respaldo de su base republicana más extremista, para nadie es secreto que la política interna y exterior de Trump es cada vez más impopular y que solo un tercio del electorado se declara a favor de la construcción del muro fronterizo sin la aprobación del Congreso. A ello se agrega una creciente oposición de congresistas republicanos que temen por su reelección.
La Constitución de EU, para aquellos que creen en ella, posee anticuerpos contra el ataque del virus autoritario. La unilateral declaración de “emergencia nacional”, debe ser sometida a la aprobación de ambas Cámaras del Congreso. Con seguridad será votada en contra por la Cámara de Representantes de mayoría demócrata. En el Senado bajo control republicano, la impopular declaración puede obligar a algunos legisladores a hacer causa común con los demócratas. Solo 4 serían suficientes para desaprobar la resolución.
Se espera también una reacción desfavorable de los tribunales, no todos bajo control del autoritarismo, frente a la grave declaración presidencial con exagerados motivos migratorios. Especialistas consideran que de imponerse la polémica decisión de Trump, llevaría mucho tiempo el proceso judicial, haciendo difícil el inicio de la construcción del muro antes de las elecciones de 2020.