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Internacional

Si no hay enmienda, no hay república

El pasado 12 de junio se cumplieron 118 años del fatídico momento en que la Convención Constituyente de la aún pendiente República Cubana, en esos momentos bajo ocupación militar e intervención administrativa de Estados Unidos, aprobó por votación de 16 a 11 incorporar a la Carta Magna recién aprobada, como Apéndice Constitucional, o sea, como parte integrante del texto de la propia Constitución, la llamada Enmienda Platt.

Fue la culminación de un período de presiones y amenazas por parte del gobierno imperialista de Washington que finalmente logró la imposición de semejante engendro, convirtiendo a la naciente República en la primera neocolonia de carácter experimental, obtenida como consecuencia de la guerra imperialista contra España y en cumplimiento de la todavía vigente, resurgida y maldita Doctrina Monroe.

“Si no hay Enmienda, no hay República”, dijo escuetamente el ultimátum imperial, emergido simultáneamente de la Administración Mc Kinley y del Congreso. Decir, por tanto, que Cuba como “fruta madura” cayó en la cesta de Estados Unidos no es más que una gran mentira: fue arrebatada por la fuerza.

La Enmienda Platt fue impuesta a la fuerza en un país ya intervenido militarmente y sus consecuencias se prolongan hasta hoy cuando Estados Unidos retiene todavía ilegalmente en el territorio cubano la Base Naval de Guantánamo convertida en prisión, en violación flagrante de los derechos humanos y de la soberanía nacional.

La historia triste y a la vez indignante de la Enmienda Platt ha sido celosamente oculta y tergiversada por los funcionarios imperiales de ayer y de hoy y por la mayor parte de los voceros que la repiten y le hacen juego a esa distorsión de la historia.

Historiadores cubanos honestos y reconocidos internacionalmente como el doctor Emilio Roig de Leuchseuring, por muchos años historiador

s de La Habana, le han dedicado importante obras esclarecedoras, pletóricas de datos e informaciones irrebatibles, que evidencian la hipocresía y doblez de las autoridades yanquis en todo aquel proceso.

Dentro de la naturaleza del Imperio, poco o nada ha cambiado: sigue ejerciendo las peores cualidades y evidenciándolas mediante un lenguaje soez, burdos chantajes, abiertas amenazas y legislaciones como la Helms-Burton.

La experiencia cubana de la Enmienda Platt, no obstante su lejanía en el tiempo, es todavía una valiosa referencia no sólo como acontecimiento histórico sino como ejemplo vivo de la subsistencia del peligro imperial.

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