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Internacional

El más malo Vs. estudiantes, profesores y trabajadores

Adriana Robreño

Crónicas brasileñas

De nada valió la corrección instantánea. El subconsciente traicionó al presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien en un discurso reciente dijo: “¡Cuántos aquí me votaron hasta siendo el más malo!”. Inmediatamente rectificó: “El menos malo, mejor dicho”. Sin embargo, las redes sociales se encargaron de viralizar lo que es un hecho.

“El más malo siempre fue Bolsonaro, él mismo lo confirma”, “Lo único que tendría que corregir es que no es el más malo, sino el peor”, “Más malo o menos malo, el peor de la democracia”, fueron algunos de los comentarios en Twitter.

Precisamente contra “el más malo” y las políticas malísimas de su gobierno salieron nuevamente a las calles estudiantes y profesores dos semanas después de una gran manifestación con el mismo objetivo: protestar contra el recorte del 30 por ciento del presupuesto destinado a universidades federales extendido ahora a otros niveles de enseñanza. Es una especie de guerra abierta contra docentes, alumnos y la educación en general, lo cual podría traducirse en una batalla contra la cultura y el conocimiento.

El periodista brasileño Breno Altman, editor del portal digital Opera Mundi, ha dicho que las protestas del pasado jueves fueron una respuesta de altura contra el bolsonarismo y ayudan a la construcción de la huelga general programada para el 14 de junio próximo. Ese paro que preparan las centrales sindicales va en otro frente distinto, pero no opuesto, al de los estudiantes y profesores. La lucha del sector proletario es contra la reforma del sistema de jubilaciones y seguridad social, otro de los derechos que atacan Bolsonaro –el más malo– y su cuadrilla para favorecer a empresarios y banqueros.

Pese a que el mandatario convocó a sus simpatizantes a las calles el pasado domingo para mostrar que cuenta con respaldo, queda claro el clima de insatisfacción con el gobierno y se confirma el escenario de radicalización política que vive Brasil hace algunos años. La sociedad se moviliza. No es posible precisar las consecuencias de estos movimientos y si van a continuar con fuerza.

Lo cierto es que la insatisfacción popular va más allá de los recortes y los problemas de gestión en la educación, sector cuyo ministro hace el ridículo en las redes sociales con un performance donde aparece bailando con un paraguas al estilo de “Cantando bajo la lluvia” para refutar supuestas noticias falsas.

Coincidentemente o no, las calles se llenaron esta semana casi al mismo tiempo que el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas divulgaba la disminución del PIB un 0.2 por ciento en el primer trimestre del gobierno de Bolsonaro.

Aferrado a su maldad, el gobernante pierde popularidad. Incluso, hay quienes prefieren hasta al vicepresidente, Hamilton Mourao, que también es un militar de ultraderecha, pero que al menos “juega el rol del realista y flexible”, como señala el sociólogo y analista político Emir Sader.

Con la economía en recesión, los recortes en la educación y el avance de la reforma de las jubilaciones, sin contar los conflictos internos dentro de los poderes brasileños, será muy difícil vaciar las calles contra “el más malo”.

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