Jorge Gómez Barata
Desde principios del siglo XX, Estados Unidos introdujo la práctica imperial de sancionar económicamente a países con los cuales no estaba en guerra. Las primeras medidas de ese tipo se aplicaron con la excusa de preservar intereses de empresas e inversionistas norteamericanos en el extranjero. Entre los primeros beneficiados estuvieron la United Fruit Company en Centroamérica y la Standard Oil en Irán.
Por razones políticas, el boicot económico se utilizó contra la Rusia soviética y después de la Guerra de Corea afectó China y Corea del Norte. Durante la Guerra Fría, sumando a su poderío económico el control de los organismos financieros nacidos de los acuerdos de Bretton Woods, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT, éstas se generalizaron. Amparados en el anticomunismo, los castigos económicos se aplicaron incluso por razones ideológicas.
En toda la historia de las penalizaciones económicas, el caso extremo es el de Cuba, a la cual, a lo largo de sesenta años, se aplican sanciones económicas, financieras, políticas, culturales, académicas y migratorias con una amplitud, intensidad y duración sin precedentes. El bloqueo a Cuba lo incluye todo, a todos y todo el tiempo.
Si respecto a China, Irán, Venezuela o Rusia, Estados Unidos es selectivo, al sancionar a empresas o personas, con Cuba, nunca se han tomado el trabajo de discriminar o favorecer, aplicando el castigo a todos los cubanos, sin distinguir al gobierno de pueblo ni culpables de inocentes, incluso partidarios u opositores al proceso. Esas particularidades hacen de la isla un caso aparte.
Además de la selectividad que excluye a algunos de sus aliados o clientes, por ejemplo, Israel y Arabia Saudita, en muchos casos, las sanciones de los Estados Unidos no procuran castigos reales, no son medidas capaces de cambiar situaciones concretas, no han detenido a los violadores de los derechos humanos ni castigado a los terroristas, sino que se trata de acciones cosméticas que forman parte de un “lavado de imagen”. No se conoce un solo caso en el que las sanciones económicas y/o políticas hayan sido efectivas.
La política de sanciones ha sido llevada al extremo por la actual administración que, descontando a Cuba, las aplica a unos 20 países, entre los que sobresalen China, Irán, Venezuela, Rusia y Siria, a más de 500 empresas en esos países, incluyendo bancos, aseguradoras, navieras, formando una “lista negra” en la cual figuran más de 100 buques, treinta de ellos por transportar petróleo a Cuba. Asociadas a Huawei se cuentan más de 70 grandes empresas chinas y de varios países. En Rusia suman casi 100.
En 1979 Estados Unidos creó la “lista de países patrocinadores del terrorismo”, los primeros incluidos fueron: Libia, Irak, Yemen del Sur y Siria, además de algunas organizaciones. Personalidades tan destacadas y ajenas al terrorismo como Nelson Mandela figuraron en esa relación. Aquel año se estableció la Entyty List (lista de entidades) una herramienta jurídica que les permite sancionar no ya a gobiernos, sino a empresas privadas en la que recientemente se incluyó a Huawei, incluso al cocinero de Vladimir Putin.
Una aberración jurídica consiste en aplicar “sanciones colaterales” en virtud de la cual se sanciona empresas que, sin tener diferencias con Estados Unidos, negocian o mantienen relaciones con empresas castigadas. Hay empresas sancionadas por adquirir, transportar, refinar petróleo u oro extraído en Irán o Venezuela, formar parte de cadenas productivas vinculadas con Huawei, PDVSA u otras.
La administración Carter introdujo la modalidad de aplicar sanciones por violación de los derechos humanos, Bush lo hizo por el terrorismo y Trump por motivos diversos. La más reciente víctima de la manía estadounidense de utilizar el comercio con fines políticos y para obtener ventajas económicas es México, con quien incluso ha suscrito y renovado un tratado de libre comercio.
Hasta hace poco, Cuba era castigada por impedir la existencia del sector privado que ahora, sin motivos ni coherencia alguna, es golpeado rudamente por nuevas medidas económicas estadounidenses. Así de contradictorio puede ser el imperio. Allá nos vemos.